El caso de EE.UU.
ALAI
Desde la
interrupción de la Guerra Fría [1] a principios de los años 1990 con la
caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la ascensión
coordinada de los Estados Unidos de América como potencia global, el
Atlántico Sur se ha convertido en un nuevo frente al expansionismo
geopolítico (o inserción estratégica, como interpreta la literatura de
la Geopolítica contemporánea) de la potencia norteamericana y de sus
aliados europeos, sobre todo Gran Bretaña.
El expansionismo
geopolítico también puede ser leído con un ropaje más suave por la
expresión "inserción estratégica", en boga en las últimas tres décadas
en las academias de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Sin
embargo, el término más adecuado para nombrar los mecanismos de
expansión territorial, política, económica, comercial y bélica de un
Estado aún no es consenso en la Geopolítica del mundo post-11 de
septiembre, o mundo postoccidental (Stuenkel, 2017); no obstante, estos
mecanismos son cada vez más evidentes en el Atlántico Sur y con
repercusiones geopolíticas y geoeconómicas transformadoras (incluso de
regímenes) en los países latinoamericanos.
Entendido
geográficamente como la porción continental y oceánica por debajo de la
línea ecuatorial, sin embargo, que abarca parte del norte de África, al
borde del océano Antártico y la plataforma continental de la Antártida,
el Atlántico Sur es hoy en día como una de las mayores áreas de tráfico
marítimo y aéreo del planeta, con intenso movimiento económico y
comercial, además de la constitución pacífica de sus Estados bañados,
sobre todo las democracias latinoamericanas.
A pesar de este
escenario de pacifismo interestatal, capitaneado por los regímenes
latinoamericanos y oeste-africanos (con episodios puntuales de
dictaduras o guerras civiles internas), porciones territoriales
insulares o ultramarinas de las potencias europeas empiezan a surgir
para un cambio de escenario de operaciones en el Atlántico Sur,
agregadas a la mayor presencia militar de los Estados Unidos en la
región.
La presencia norteamericana, siempre relacionada de forma
subjetiva al mantenimiento o caída de gobiernos latinoamericanos, desde
la interrupción de la Guerra Fría viene presentándose de manera más
objetiva, como la presencia de bases militares en Colombia, ejercicios
conjuntos con Brasil, la reactivación y reubicación de la Cuarta Flota
y, más recientemente, el patrocinio de la inclusión de Colombia en la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e invitación al
gobierno brasileño para actuar como Estado observador en la organización
(Mello, 2019).
De este modo, discutiremos brevemente en este
artículo cómo el expansionismo geopolítico norteamericano está
repercutiendo en América Latina y cuáles mecanismos se muestran
evidentes en los cambios de regímenes políticos y económicos en el
subcontinente, con impactos especiales en Brasil y Argentina,
principales Estados bañados por el Atlántico Sur.
Con el inicio de
la Guerra Fría, la presencia de grandes potencias en el Atlántico Sur
era esencial, en especial para Estados Unidos por tres razones: i).-
zona de influencia; ii).- control de las rutas marítimas y del estrecho
de Drake y; iii).- evitar que los países asumieran una postura
anti-Estados Unidos y se acercaran a los enemigos de Washington (postura
que ocurrirá durante el siglo XXI contra los liderazgos oriundos de las
alas progresistas de izquierda y centro derecha también).
A lo
largo de la Guerra Fría el pensamiento naval brasileño estaba
subordinado a las prácticas de Estados Unidos, pero inspiradas a través
de los pensadores geoestratégicos brasileños, como Golbery do Couto e
Silva (1967), Meira Mattos (1980) y Therezinha de Castro (1999), durante
el inicio de los años 1970, la Armada brasileña inició sus propias
estrategias navales basadas en su entorno estratégico.
Así como la
postura brasileña, Argentina mantuvo una estrecha relación con Estados
Unidos, incluso colaborando en la lucha anticomunista en Centroamérica
(Silva, 2014). Sin embargo, con la guerra de las Malvinas hubo un
enfriamiento diplomático, una respuesta al apoyo norteamericano a Gran
Bretaña, aliada por la OTAN, y al incumplimiento del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
En los años
posteriores al término de las dictaduras militares en América del Sur,
Estados Unidos continuó orbitando la relación con Brasil y Argentina,
principalmente en el período de la apertura económica que corresponde a
los años 1990, en que el Consenso de Washington imperó para
reestructuración económica de los países, generando crisis y
endeudamientos para estos. Con el giro a la izquierda en América Latina,
a principios de los años 2000, la relación de estos países con Estados
Unidos se modificó, la autonomía e independencia pasó a gestionar la
Política Externa de los países latinoamericanos, en Brasil este
sentimiento estaba relacionado al expresidente Luiz Inácio Lula da
Silva, y en Argentina por Néstor Kirchner.
Tal proyección regional
y cambio gubernamental en América Latina está relacionado con el cambio
de la política exterior norteamericana a principios del siglo XX para
el XXI. Con el desmembramiento de la Unión Soviética, se estableció un
nuevo orden mundial, momento conocido en las relaciones internacionales
como unimultipolaridad [2]. Con los ataques del 11 de septiembre de 2001
y la profundización de Estados Unidos en Oriente Medio y en la guerra
contra el terrorismo, la política exterior norteamericana sufre un
cambio, y la atención a América Latina disminuye, lo que permitió la
ascensión de la izquierda progresista regional.
El reflejo de este
alejamiento, que se dio por las dos partes, América Latina y Estados
Unidos, fue el desarrollo regional y nacional. Para Brasil el aumento de
la presencia en el Atlántico Sur garantizó la soberanía y seguridad de
su entorno estratégico, aumento en el flujo de su comercio internacional
y los descubrimientos de yacimientos de petróleo, gas natural y otros
minerales en el espacio conocido como Amazonia Azul [3].
La
participación de Argentina, sin embargo, no ocurre de forma tan dinámica
como la brasileña, visto la tensión territorial en virtud de la
cuestión de las Malvinas y de las otras islas británicas, que cuentan
con flotas a disposición y de la ayuda de aliados como Estados Unidos.
En cambio, cuando aumenta su presencia en el Atlántico Sur, se presentan
dos efectos, un comercial y otro militar: i) la rápida salida de buques
por el estrecho de Drake, alcanzando el océano Pacífico por el Sur y;
ii) contrabalancear la presencia de Gran Bretaña cuya presencia es
intensa a través de sus siete islas en el Atlántico Sur y de su base
militar en la Antártida.
Para finalizar, con relación a las
perspectivas de la relación geopolítica entre Buenos Aires y Brasilia
con Washington, se identifican tres escenarios posibles: i) cambio de
direccionamiento e intensificación de mecanismos de contacto entre las
administraciones Bolsonaro y Trump; ii) mantenimiento del status quo de
las relaciones Brasil-Estados Unidos, sobre todo por la presión de las
alas militares del gobierno Bolsonaro, que perciben una posibilidad de
discontinuidad, sea por proceso de destitución o no reelección de Trump
en los Estados Unidos y; iii) distanciamiento de la administración Macri
de Estados Unidos, considerando el escenario electoral argentino y
norteamericano, que podrá ser definidor de los nuevos rumbos en América
Latina y el Atlántico Sur en los próximos ciclos electorales a partir
del segundo semestre de 2019.
Referencias bibliográficas
Castro, T. (1999). Geopolítica, princípios, meios e fins. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército.
Mattos, C. (1980). Uma geopolítica Pan-Amazônica. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército.
Mello,
P. (2019, March 03). Brasil pode virar grande aliado extra-Otan dos EUA
em visita de Bolsonaro. Retrieved March 13, 2019, from https://www.forte.jor.br/2019/03/03/brasil-pode-virar-grande-aliado-extr...
Silva, G. (1967). Geopolítica do Brasil. Rio de Janeiro: José Olympio.
Silva, A. (2014). O Atlântico Sul na perspectiva da segurança e da defesa. In R. Nasser & R. Moraes (Eds.), O Brasil e a segurança no seu entorno estratégico: América do Sul e Atlântico Sul (pp. 199-213). Brasília: IPEA.
Stuenkel, O. (2017). Post-western world: How emerging powers are remaking global order. Cambridge, UK: Polity Press.
-Roberto Rodolfo Georg Uebel y João Pedro Censi Morlin Seelig Portela
Escola Superior de Propaganda y Marketing de Porto Alegre
Este trabajo es parte del Boletín Integración regional. Una mirada crítica,
N°4/5, mayo de 2019, editado por el Grupo de Trabajo Integración y
Unidad Latinoamericana del Consejo Latinoamericano en Ciencias
Sociales(CLACSO). https://www.clacso.org/wpcontent/uploads/2019/06/boletin_clacso_mayo_2019.pdf
Notas:
[1] Entendemos que la Guerra Fría nunca acabó de hecho, sino que
sufrió un proceso de interrupción (o adormecimiento) en virtud de la
caída de la URSS, está causada por múltiples factores económicos,
sociales y políticos. Los episodios recientes como las tensiones entre
Washington y Moscú en frentes diferentes alrededor del planeta, como en
Crimea, Oriente Medio, y, más recientemente, en Venezuela, indican que
el teatro de operaciones y tensiones de la Guerra Fría aún persiste en
la agenda militar y diplomática de Estados Unidos y Rusia.
[2] Con el desmembramiento de la Unión Soviética, Estados Unidos
surge como única superpotencia militar, al mismo tiempo que existían
potencias regionales. En este contexto, el Sistema Internacional era
unimultipolar.
[3] Expresión creada en 2004 por el comandante de la Armada de
Brasil, Almirante Roberto Guimarães Carvalho. El área representa la
extensión de la plataforma continental que Brasil busca, junto a las
Naciones Unidas, establecer desde 2004.
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