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miércoles, 26 de junio de 2019

10 años de rebeldía en Honduras



“Vos tenés la bala… Yo la palabra… La bala muere al detonarse… La palabra vive al replicarse”
Berta Cáceres, hondureña internacionalista y líder indígena asesinada el 2 de marzo de 2016.

El premio nobel de la paz en 2009 el 44 presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, decidió junto con su secretaria de Estado, Hillary Clinton, iniciar el ataque contra Latinoamérica.
El país escogido fue Honduras, en donde se atesto el primer golpe de Estado del siglo XXI, resurgiendo así, las bestias militares que se esparcieran después, por toda Latinoamérica.
La ráfaga de disparos que hiciera una camioneta blanca y desconocida contra las personas que protestaban pacíficamente la noche del 28 de junio de 2009, frente a la casa presidencial, fue solo el primer hecho de guerra del cual iba a ser testigo como periodista. Iniciaba la dictadura y la reconfiguración del fascismo en todo el mundo.
El periodista e historiador Celso Martins, de origen brasileño (1955-2018), describió el hecho en 2010, como una ofensiva de ataque contra toda Latinoamérica, puesto que los Estados Unidos había perdido gran parte de su hegemonía económica y política en la región.
Celso fue un reconocido periodista en la ciudad de Florianópolis, Brasil y desde que inicio el golpe de Estado en Honduras, estuvo apoyando con sus publicaciones a denunciar las violaciones de derechos humanos, asesinatos y demás hechos que empezaban a enlutar a la población Centroamericana.
Sin embargo, este luto, que inició con Isis Obed Murillo un joven que fue asesinado con 17 años, frente al aeropuerto internacional de Toncontin en la capital de Honduras, también fue el comienzo de un intento de emancipación insurreccional contra el yugo que somete a la población de esa nación latinoamericana como una colonia más del poderío hegemónico de los Estados Unidos.
Era un 5 de julio de 2009 cuando más de medio millón de personas se hicieron presentes en una multitudinaria movilización social de todos los sectores sociales de esa nación, sin embargo, las fuerzas militares al ver tal poderío del pueblo de Honduras cobardemente decidieron disparar contra civiles desarmados al costado norte del aeropuerto en mención, en donde resulto asesinado Isis Obed Murillo.
Había pasado una semana después del 28 de junio de 2009 y la población de Honduras enardecida por el golpe de Estado, comenzó a salir a las calles a condenar la asonada castrense, que tenía todo el beneplácito de la empresa privada, la iglesia católica (Opus Dei) y la evangélica.
El comando sur de los Estados Unidos mediante el resurgimiento de la doctrina monroe comenzaba su agenda de experimentación social neocolonialista con Honduras, apoyando gobiernos hondureños de factos a partir de 2009.
Siguiendo con la agenda de Washington en 2012 fue el turno de Paraguay en donde se asesto un golpe parlamentario, también se realizó un golpe de Estado fallido en Ecuador en donde no pudieron llevar a cabo su cometido y después la ola de ataque imperialista se fue hacía Brasil en cuyo país se efectuó un juicio político contra la expresidenta Dilma Rousseff.
A 10 años de la asonada castrense en Honduras, su pueblo a elevado sus niveles de conciencia social, a tal punto que en los últimos meses se han desarrollado multitudinarias movilizaciones, las que han sobrepasado las iniciadas en 2009 y que han exigido la renuncia del actual dictador Juan Orlando Hernández, quien continua con el legado de facto de sus predecesores Roberto Micheletti y Porfirio Lobo Sosa, cuyo hijo está encarcelado en una prisión en la ciudad de Nueva York por ser sospechoso de tener fuertes vínculos con el narcotráfico.
Al igual que Juan Orlando Hernández, este mandatario de facto ha sido señalado por el gobierno de los Estados Unidos como un fuerte sospechoso por supuestos nexos con el narcotráfico, y hasta el propio hermano de este dictador, está encarcelado en una prisión de Nueva York por el supuesto delito de tráfico de drogas.
Hasta el año 2008 el poder económico de Honduras fue dominado en su totalidad por unas 8 familias de ascendencia árabe y judía askenazi, quienes siempre son fieles rastreros a las políticas exteriores de Washington.
Estas familias controlan la empresa privada y son los principales impulsadores del modelo neoliberal que mantiene en la miseria a Honduras, situándola como las peores economías de Latinoamérica después de Haití.
Sin embargo, en 2013 y continuando con el régimen de facto, Juan Orlando Hernández toma la presidencia de la nación centroamericana en unas elecciones bastante irregulares.
Sin embargo, desde 2010 se intensifico la lucha entre carteles de la droga en Honduras, a tal punto que en zonas del caribe hondureño se estableció un irregular crecimiento de la economía.
Desde entonces ha existido en Honduras una lucha de clases de parte de la elite económica establecida y la que recientemente surge y que está ligada directamente con el narcotráfico y el crimen organizado internacional.
Ambas clases han acumulado fortunas tal y cual lo establece la economía de especulación del mercado a través de jugosos favores de los gobiernos, cuyo discurso es democrático, pero en su accionar la corrupción reluce como su espejo.
Estas denominadas clases establecidas tienen el control de los medios de comunicación, cuya realidad que difunden apuntan a los intereses económicos de esta clase económica, convirtiéndose en medios de desinformación al servicio de la elite.
De igual forma sucede con la clase económica surgida directamente del narcotráfico, cuyo poderío ha impuesto su opinión en los medios de comunicación y en donde sus periodistas han dejado de ser informadores para involucionar en mercenarios de la información.
En 2015 el pueblo de Honduras nuevamente se volcó a las calles para denunciar el robo de más de 290 millones de dólares del Instituto de Seguridad Social, cuya institución quedo desabastecida de medicamentos y equipo médico.
La corrupción, la inestabilidad política, el crimen organizado internacional, narcotráfico, tráfico de influencias, persecución política, asesinatos de jóvenes, persecución judicial a los que oponen a la dictadura, asesinato de periodistas, indígenas, ambientalistas y líderes sociales, son solo parte de algunas variables sociales que mantienen en una guerra no declarada a Honduras.
Pese a todo este aparato de represión militar, al estilo del sionismo internacional impulsado desde Washington, los hondureños han creado un nuevo ambiente insurreccional haciendo uso pleno de su derecho constitucional de no obedecer a gobiernos usurpadores.
Recientemente se reporta un saldo de 19 muertos y varios heridos, debido a la acostumbrada represión que realizan los aparatos de seguridad del Estado contra su propio pueblo.
Jamás se había marcado un precedente histórico en Honduras en donde su pueblo aún se opone a la dictadura que lleva 10 años de dominio, y que muchos han sido obligados a inmigrar en caravanas convertidas en éxodos apocalípticos.
En relación con este panorama, es una vergüenza el papel que ha fungido la principal academia de Honduras, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), cuyas autoridades se han dedicado a cazar estudiantes universitarios, como si se tratase de animales en jauría, siendo cómplices de esta estructura criminal que gobierna la nación del libertador Francisco Morazán.
La historia ya está juzgando a estas autoridades universitarias y su grupúsculo de amigos intelectuales, cuya perversidad los condena como los sicarios de la academia.
Honduras convertida en la Palestina de Latinoamérica, por su heroica resistencia y rebeldía contra la dictadura que vive desde hace 10 años, es un pueblo fuerte que está escribiendo su historia en la plena reconfiguración del fascismo mundial.
“Aquí es muy fácil que a uno lo maten. El coste que pagamos es muy alto. Pero lo más importante es que tenemos una fuerza que viene de nuestros ancestros, herencia de miles de años, de la que estamos orgullosos. Ese es nuestro alimento y nuestra convicción a la hora de luchar” Berta Cáceres. 

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