Misión Verdad
Entre la tarde del 8
de marzo y la madrugada del 10, Venezuela fue víctima de un nuevo
ataque de sabotaje, el mayor en su historia republicana, esta vez a la
central hidroeléctrica del Guri, que dejó sin electricidad a por lo
menos un 80% de la población, con el objetivo de socavar todo intento
por parte del Gobierno venezolano de lograr la estabilización de la
economía y frenar el cuadro insurreccional que Estados Unidos y sus
delfines como Juan Guaidó intentan culminar exitosamente en el país.
La
preparación del shock. Previo al sabotaje que estremeció al conjunto
del Sistema Eléctrico Nacional, dejando sin luz a gran parte del país
durante los últimos dos días, varios movimientos y pronunciamientos
anunciaban que recurrirían a una acción de fuerza bruta.
El
retorno falsamente épico de Guaidó duró menos de lo esperado en
cartelera, ante la llegada del "presidente interino" no hubo deserciones
críticas en la FANB que mezcladas con una revuelta social generalizada
lo instalara en Miraflores para ejercer el poder. Ese round de
recuperación (su gloriosa llegada a Maiquetía), tras la derrota del 23
de febrero, día en que dio por sentado el ingreso de la "ayuda
humanitaria", no surtió efecto más allá del frenesí temporal de los
medios. En consecuencia, Guaidó volvió al incómodo punto de partida de
hace dos meses. Desgastado por la derrota del 23 de febrero y sin
acciones concretas de mando presidencial que lo catapulten a lo interno,
la orquestación de las siguientes operaciones correría a totalidad por
cuenta de Estados Unidos.
Un excitado como de costumbre Marco
Rubio, anunciaba horas antes del apagón que los "Venezolanos vivirán la
más severa escasez de alimentos y gasolina", dejando ver que tenía
conocimiento de que algún tipo de shock se suscitaría en las próximas
horas. Por su parte, el gobierno ruso emitió un comunicado alertando que
"Estados Unidos está elaborando un plan de respaldo que trata de
introducir en Venezuela grupos armados ilegales entrenados con el fin de
llevar a cabo sabotajes y actividades subversivas". La guerra sucia en
curso fue alertada por ambos bandos del conflicto geopolítico sobre
Venezuela.
La profecía autocumplida de Rubio se hizo realidad en
un apagón generalizado que tuvo un impacto ampliado en la red bancaria,
de telecomunicaciones y de servicios públicos vitales del país
(hospitales, provisión de agua, transporte, etc.), obstaculizando de
forma prolongada su funcionamiento y paralizando las actividades
rutinarias de la población. En resumen, un ataque encubierto al centro
de gravitación del sistema eléctrico venezolano, planificado para
agudizar el malestar social y económico, reflotar la narrativa de
"crisis humanitaria" y "Estado fallido", con la cual esperan reactivar
el alicaído liderazgo de Guaidó.
Pero esta tendencia de apelar a
las opciones antipolíticas y de guerra no convencional cuando los
recursos políticos no dan resultados, no es nueva ni reciente (basta
recordar los ataques eléctricos continuados cuando las revoluciones de
color de 2014 y 2017 entraron en reflujo). A su modo Bloomberg lo
insinuó en su último reportaje. El desgaste de Guaidó, su incapacidad
para encabezar un proceso de transición más o menos serio, despeja el
terreno para que los ataques como los del Guri, la violencia armada, la
guerra irregular al estilo Contra nicaragüense, se conviertan en
alternativas "legítimas" y "urgentes" para confrontar al chavismo. De
esas formas de guerra tiene amplio conocimiento el delegado de Trump
hacia Venezuela, Elliott Abrams, el papá de la guerra mercenaria contra
Nicaragua en los 80.
2. Embargo y sanciones: las armas de
destrucción masiva. A las vulnerabilidades históricas de un sistema
eléctrico dependiente de los ingresos de la renta petrolera, se ha
sumado una feroz política de sanciones financieras que ha mermado la
capacidad de inversión pública en ramas estratégicas del Estado. Se
contabilizan en 30 mil millones de dólares el dinero venezolano
embargado por Estados Unidos, que utilizando como herramienta el
"gobierno paralelo" de Guaidó, ha dejado al país sin recursos líquidos
para atender las dificultades que estimulan las sanciones. Mientras
tanto, Guaidó usa el dinero embargado, según él, para cancelar
opacamente algunos intereses de la deuda externa.
El sistema
eléctrico nacional ha estado bajo ataque por una mezcla explosiva entre
desinversión potenciada por el bloqueo financiero, pérdida de personal
técnico especializado por la depreciación del salario y operaciones de
sabotaje sistemático, las últimas puestas siempre en vigor cuando la
ofensiva política la recupera el chavismo. Razón tenía Chris Floyd,
autor del libro The Empire Burlesque en designar las sanciones
financieras como un "holocausto": el empleo de esta arma de destrucción
masiva en países como Irak, Irán y Siria, da cuenta de que el daño a la
infraestructura crítica es similar a una intensa campaña de bombardeos
con misiles crucero.
El apagón es una extensión del embargo contra Venezuela
En
tal sentido, el apagón es una extensión del embargo contra Venezuela,
de la política estadounidense de restringir importaciones, bloquear
cuentas y obstaculizar el acceso a dinero líquido en el mercado
financiero internacional y en su propio mercado petrolero, prohibiendo
el pago de las exportaciones a Venezuela. El apagón también es una
metáfora del estado de sitio en el cual se mantiene al país y cómo el
bloqueo financiero, que obstaculiza el uso de dinero para recuperar un
ya debilitado sistema eléctrico nacional que sostiene la actividad
petrolera y económica del país, es el sustituto de las armas bélicas.
3.
La modalidad del golpe cibernético y crimen de lesa humanidad. En un
primer momento, y así lo haría saber Guaidó con su llamado a un "paro
nacional" el pasado martes frente a algunos sindicatos de la
administración pública, una acción de fuerza vendría a precipitar esa
parálisis anunciada. La modalidad de fabricar una situación de colapso,
como cuando la plataforma de pagos Credicard, en 2016, anuló su sistema
para interrumpir todas las actividades comerciales y económicas del
país, esta vez fue ejecutada ampliando su radio de afectación.
Y
es que la carga de estrés y descontento que se busca inducir en la
población, a modo de combustible para estimular una situación de
anarquía generalizada, que de alguna manera pudiera ser canalizada en
protestas violentas a favor de Guaidó, indica que la estrategia de caos
(mediante sabotaje cibernético y artesanal focalizado hacia
infraestructuras críticas que hacen funcionar al país) es utilizada como
herramienta de shock masivo con el objetivo de desgastar a la
población. La operación no es solo de guerra eléctrica, pues sus
consecuencias cubren todas las actividades rutinarias de la sociedad
venezolana, a la cual se le obstaculiza el acceso a los alimentos, al
servicio hospitalario y a las comunicaciones básicas. Los focos
violentos que buscaron prender se extinguieron rápido ante un clima de
agotamiento colectivo que esperaba la llegada de la electricidad.
Un
crimen de lesa humanidad visto a la luz del Estatuto de Roma y de la
legislación internacional, en tanto se busca la destrucción física de un
grupo poblacional utilizando como armas de guerra los elementos básicos
de su subsistencia.
Marco Rubio y Mike Pompeo reaccionaron de
forma jocosa ante el apagón imprimiéndole una carga de humillación y
sadismo que refleja con exactitud las motivaciones y la estrategia de
fondo del golpe contra Venezuela: a medida que el "plan Guaidó" falla en
sus objetivos de alcanzar la fractura de la FANB que deponga a Maduro,
la población civil (sin discriminación ideológica) asciende a víctima de
primer orden de las continuas agresiones militares encubiertas que
encabeza Estados Unidos.
Este golpe cibernético contra el sistema
eléctrico nacional implica una agresión militar de facto, una extensión
de la ocurrida en la frontera colombo-venezolana el 23 de febrero.
4.
No es un fin en sí mismo: condiciones para la guerra irregular. Desde
el regreso de Guaidó su proyección en medios se ha vuelto marginal. Esta
premeditada reducción de su visibilidad, contrasta con el peso cada vez
mayor que tiene en cuanto a la orientación del cambio de régimen el
Comando Sur, John Bolton, Marco Rubio y Mike Pompeo. En tal sentido, los
efectos nocivos del apagón encajan a la perfección con la narrativa de
"crisis humanitaria", bajo la cual el Comando Sur y la ultra derecha
venezolana, desde 2016, movilizan la "urgencia" de activar un
dispositivo de "intervención humanitaria" que neutralice la prohibición
del Congreso estadounidense, del Consejo de Seguridad de la ONU y del
consenso pragmático por la no intervención que se ha gestado en
Latinoamérica.
Sin embargo, el apagón como tal no es un fin en sí
mismo. En un nivel operativo, pareciera más bien, sobre todo por el
blackout que generó la interrupción del sistema eléctrico, que se trata
de una maniobra para agudizar las vulnerabilidades del país y medir la
capacidad de respuesta militar de los sistemas defensivos de la
República de cara a una acción militar irregular y mercenaria, que
aprovecharía el contexto de bloqueo informativo para encubrir
incursiones armadas, su mapa operacional y a los responsables directos
en el terreno.
Buscan darle concreción física a la "crisis humanitaria"
Por
ende, a nivel del teatro de operaciones de la guerra contra Venezuela,
el apagón se traduce en la generación de un panorama difuso y de
confusión que favorecería la ejecución de operaciones de bandera falsa,
incursiones paramilitares y otras acciones violentas que precipiten un
estado de conmoción generalizado, que pueda ser presentado como el hecho
desencadenante de una intervención militar preventiva, sea para
"estabilizar al país por la crisis humanitaria" o para "salvar a los
venezolanos de una situación de Estado fallido" en "crisis humanitaria".
En ese marco narrativo, Julio Borges, Antonio Ledezma, Juan Guaidó y el
gabinete de la guerra contra Venezuela en Washington, se dan la mano y
trabajan en conjunto amparados bajo la doctrina del caos controlado de
factura estadounidense.
Con el apagón buscan darle concreción
física a la "crisis humanitaria", ya no sólo a nivel propagandístico,
sino aprovechando las bajas humanas y complicaciones de distinto orden
que ha generado la operación de sabotaje.
5. Características de la
agresión. Esta vez no hubo un ataque a subestaciones o a líneas de
transmisión eléctrica, como se había ensayado en distintas ocasiones,
según manuales de sabotaje de la CIA contra la Nicaragua sandinista de
los 80, ya desclasificados.
Cabe acotar que el software usado
(llamado Scada) en el Sistema de Control Automatizado (SCA) que
operativiza el funcionamiento de los motores es el creado por la empresa
ABB, que desde hace años no trabaja en el país. Esta empresa ABB, que
en Venezuela trabajó como Consorcio Trilateral ABB (ABB Venezuela, ABB
Canadá, ABB Suiza), diseñó un proyecto de modernización del Guri a
finales de la década pasada, durante el gobierno de Hugo Chávez, en el
que describe a profundidad tanto el sistema atacado como la organización
básica del Guri.
El analista geopolítico Vladimir Adrianza Salas,
en entrevista con TeleSur, relaciona el ataque con el consorcio.
Explicó que el embalse del Guri "requiere un sistema de control que
técnicamente se llama ’sistema scada’, el cual no es otra cosa que un
sistema de supervisión, control y requisición de datos que permite,
desde la perspectiva informática, controlar todos los elementos de
generación de energía. Si saboteas esto, saboteas el funcionamiento.
Pero para sabotear esto necesitas dos cosas: o debes tener acceso desde
afuera o debes tener complicidad interna para modificar los procesos".
Precedentes
de este tipo se encuentran en países atacados o presionados
directamente por Estados Unidos, como Irak y el Líbano, donde los
apagones han sido sistemáticos y de forma consecutiva, uno tras otro
durante decenas de horas. Las "réplicas" en la interrupción del
suministro de energía responderían a estas secuencias de ofensivas que
ya han sido experimentadas en otros contextos de guerra asimétrica e
irregular.
a creación de ejércitos de hackers y de materiales de
ciberguerra por parte de la CIA y la NSA ha sido documentado por esta
tribuna: reseñamos un documental en el que explicaba el origen del virus
Stuxnet, por el que se debe señalar los pasillos de estas agencias de
inteligencia estadounidenses. Aquel instrumento de ciberataque tuvo como
objetivo tanto el sabotaje en las instalaciones de investigación
nuclear en Irán como el fin de instalar un cuadro circunstancial que
pudiera concluir en un ataque a la red nacional automatizada iraní de
electricidad (sistema análogo al del Guri), en caso de guerra declarada
entre Washington y la República Islámica.
El presidente Nicolás
Maduro, en horas de la tarde noche del 9 de marzo, aseguró que este el
más grande ataque contra Venezuela en los últimos 200 años republicanos,
luego de que se extendiera, de manera intermitente, el ataque al
sistema eléctrico nacional a las 60 horas.
Los códigos sociales y hábitos colectivos y de solidaridad de 2002 - 2003 se vieron estos días y noches
6.
Frenar las tendencias de recuperación. El apagón ocurre en medio de
tendencias en la recuperación a distinta escalas, a nivel económico, una
baja de los precios en alimentos sensibles ha reducido la crispación de
principios de año, mientras que a nivel financiero la reestructuración
del mercado cambiario ha logrado contener una de las variables de la
inflación inducida: el aumento del precio de las divisas en el mercado
negro. Estas tendencias han favorecido a la estabilidad política del
país, en medio de agresiones no convencionales y amenazas de
intervención militar, quitándole a Guaidó no sólo poder de convocatoria,
sino capacidad de maniobra para capitalizar el malestar generalizado
provocado por las sanciones.
Así, el apagón busca frenar estas
tendencias de recuperación social, política y económica, agravando
mediante un boicot generalizado los medios de pago, el acceso a los
alimentos y a los hospitales y el desenvolvimiento normal de la sociedad
venezolana. De igual forma, la agresividad del ataque tiene como
objetivo debilitar la producción petrolera e industrial del país.
7.
La conciencia del país (recordar 2002-2003) y el pulseo de la
intervención. Así como en 2002, la población venezolana ha vivido una
prueba de fuego generalizada. Una operación de sabotaje dirigida a
precipitar un caos generalizado, que ponga en riesgo la salud y la
alimentación de la gente, la actividad económica del país, sus
telecomunicaciones y nuestras rutinas más básicas, nos retrotrae al
paisaje del sabotaje petrolero de los años 2002-2003, donde la oposición
de ese momento, los mismos que gestionan una intervención junto a
Estados Unidos y Colombia, ejecutaron un estado de sitio paralizando la
industria petrolera.
La reacción de la población, atacada
psicológicamente durante los últimos años con el fin de estimularla a
una guerra civil que posibilite una intervención, ha sido adversa al
cálculo del sabotaje. Se ha impuesto la calma, el empleo de reverberos
en los edificios y barrios para cocinar, la movilización de los recursos
físicos del país para atender las emergencias más apremiantes; pero
sobre todo la vocación generalizada del país de no caer en una
provocación que busca desembocar en una confrontación civil y armada. La
violencia fue derrotada como en 2002-2003, ese paisaje que marca
nuestra historia contemporánea hoy ofrece la lección de que tras una
prueba de fuego superada, donde la brutalidad del golpe es de impacto
masivo, la cohesión del pueblo se reafirma.
Al cierre de esta
publicación, Juan Guaidó intenta canalizar el impacto del apagón para
"declarar una emergencia extraordinaria" en la Asamblea Nacional, porque
según él "llegó el momento de dar el paso", coqueteando con la idea de
usar la Constitución para legitimar una intervención. Justamente en esa
orientación a modo de cierre del ciclo del sabotaje, puede verse que el
fin del apagón intenta fabricar las condiciones de anarquía, caos y
ausencia de servicios vitales, para presionar por una "intervención
humanitaria" en suelo venezolano, con el beneplácito de la Asamblea
Nacional y la "coalición de países" latinoamericanos, prestos a una
acción de fuerza, que está armando John Bolton.
Esa presión, sin
embargo, es específica y escalonada. Ante la llegada de la misión
técnica de la Alta Comisionada de DDHH, el apagón buscará ser canalizado
hacia un engorde del expediente de la "crisis humanitaria" en
Venezuela, que bien agenciado y promovido en los medios, pueda resultar
en un cambio de posturas a nivel de la región, de la misma ONU, del
Congreso estadounidense, sobre la "urgencia" de una acción de "socorro
humanitario" solicitada por el "gobierno paralelo".
Una maniobra
que baja el telón para Guaidó, quien preso de un plan mal concebido y
dependiente de la cadena de mando del gabinete de la guerra contra
Venezuela en Washington, debe ser sacrificado en función de abrirle a la
guerra. Imagen lo suficientemente convincente del sacrificio, es que un
política use una palanca del poder del Estado, en este caso la Asamblea
Nacional, para legitimar una intervención militar extranjera. Un
suicidio acompañado por sectores de la ultra caraqueña, hijos directos
de los primeros colonizadores españoles, que claman por que se active la
Responsabilidad de Proteger (R2P) que destruyó Libia, Kosovo, Irak, y
otras regiones que Estados Unidos ha saqueado para mantener su estatus
de potencia.
Pero el apagón debe ser otra lección, y debe
obligarnos a mirar en los códigos sociales y hábitos colectivos y de
solidaridad que emergieron en 2002-2003, nuestras armas como comunidad
histórica y espiritual a disposición para mantener el hilo de vida de la
historia patria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario