Katu Arkonada*
Breitbart.com era una web de noticias
fundada por Andrew Breitbart, que venía a representar la opinión de la
derecha estadunidense clásica. En 2012, tras la muerte de su fundador,
Steve Bannon pasó a ser su director ejecutivo, transformando la web en
un portal de noticias cuyo objetivo era, y es, convertirse en la
plataforma de la derecha nacionalista, la ahora famosa alt-right.
La alt-right, o derecha alternativa, no es más que un
eufemismo para nombrar a posiciones de ultraderecha en el panorama
político estadunidense, donde caben desde los nacionalistas económicos a
los supremacistas blancos.
El paso de Steve Bannon de director de Breitbart a jefe de gabinete
de la administración Trump simboliza muy bien lo que pasó en 8 años,
donde se pasó del primer presidente negro de la historia de Estados
Unidos a un personaje como Trump.
Las guerras culturales que han dado pie al ascenso de Trump y la alt-right han supuesto una breitbartización
de la política, donde lo que importa ya no son los hechos en sí, sino
el relato. Y ahí, la derecha ha sabido construir un relato y adaptarse
muy bien al mundo del Internet y las redes sociales.
Dice el sociólogo Manuel Castells que la clave del poder hoy es la
constante interacción y lucha en torno a quien controla información, y
cómo se permite o no y para quién y de qué manera, la comunicación. Otro
sociólogo que viene estudiando el momento de las redes sociales como
una era de fragilización social, César Rendueles, plantea que después de
la crisis del capitalismo de 2007/2008 ya nadie cree demasiado en la
capacidad del mercado para resolver conflictos políticos (más bien los
acelera), por lo que la gente deposita en la tecnología la fe en que dé
lugar al surgimiento de algún tipo de nuevo orden.
El poder por tanto está hoy en disputa en torno a la información y la tecnología, y eso fue muy bien entendido por la alt-right.
Mientras la izquierda seguía inmersa en dar la batalla a la industria
cultural hegemónica (o en no dejarse absorber por ella), la derecha ya
estaba haciendo contenido instantáneo que impactaba entre los sectores
más jóvenes, nuevos votantes en muchos casos. La izquierda estadunidense
intentaba disputar contenido progre en Hollywood, mientras la derecha se dedicaba a hacer memes y en una sola imagen sintetizaba el odio al establishment.
La historia nos enseña que el neoliberalismo se apropió en primer
lugar del multiculturalismo, convirtiéndolo en la expresión posmoderna
del capitalismo en el ámbito cultural. Después, se apropió del
feminismo, e hizo de Hillary Clinton el paradigma de feminismo liberal
del 1 por ciento que tan bien critica Nancy Fraser desde el corazón del
imperio.
Pero la alt-right desecha la corrección política,
apropiándose de la estética de la transgresión y la contracultura, que
han sido expresiones habituales de la izquierda. El mejor ejemplo podría
ser la revista Vice, definida por Angela Nagle como una imagen
de marca construida gracias a la combinación degenerada de vacua
estética hípster y transgresión pornificada. Nagle escribió Kill all Normies, disecciona las guerras culturales que han dado lugar al surgimiento de la alt-right y Trump, un troll de Twitter con un botón nuclear al alcance de su mano.
Una alt-right que se sustenta en una guerra contra el
marxismo cultural y la ideología de género y que por eso encontró en
Trump el ariete, el personaje ideal para encarnarla, el paradigma de la
incorrección política, el supremacismo blanco y el machismo.
Y en este escenario tanto Steve Bannon como Breitbart han jugado un
papel clave para ganar la batalla cultural. Bannon ha sido el estratega
para lograr pasar del activismo de clic al voto, sin pasar por las
calles que tanto añora la izquierda. En una sociedad en la que ya no hay
emisores y receptores, sino en la que todas y todos somos emisores y
receptores a la vez, la sociedad-red de Castells, o la sociedad-enjambre
de Byung-Chul Han, las estrategias de comunicación deben responder a
los sueños e imaginarios de la gente, pero también a los insomnios y
emociones de una sociedad destrozada socialmente por el neoliberalismo,
no sólo como proyecto económico, sino, sobre todo, cultural.
Bannon sabe interpretar el momento. En una de sus recientes
entrevistas, y haciendo referencia al fenómeno mediático de la demócrata
Alexandria Ocasio-Cortez, Bannon afirmar haber interpelado a los
republicanos:
Necesitamos más camareros y menos abogados.
Para ello, Bannon ha creado The Movement, una plataforma política
para articular a la derecha populista, nacionalista y tradicionalista,
plataforma que define como un motor evangelizador sustentado en los
pilares del soberanismo, la seguridad, y la economía, algo que podemos
traducir como una apuesta por un neoliberalismo nacionalista en lo
económico, y un neoliberalismo excluyente en lo social, que defiende el
modelo de familia tradicional y apela a la xenofobia antinmigrante.
Pero la alt-right, que por medio de The Movement ya está
articulando una Internacional Populista de ultraderecha para tener una
fuerte presencia en el próximo Parlamento Europeo, que ya cuenta con dos
cabezas de playa en los gobiernos de Trump y Bolsonaro en Brasil, ha
podido conquistar estos avances a partir de una blitzkrieg en la net war, donde el uso de las redes sociales, las fake news, y la inteligencia artificial, ha sido clave para esta guerra relámpago.
Ahí también, Bannon y la plataforma Cambridge Analytics han jugado un
papel fundamental, que diseccionaremos en el próximo artículo.
* Politólogo especialista en América Latina
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