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domingo, 31 de marzo de 2019

¿Por qué la Gran Muralla de Donald Trump es viagra para él pero un desastre fronterizo para todos los demás?

Cómo hacer para que una situación difícil se convierta en horrorosa

TomDispatch.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Las fronteras son una crueldad. Lo sé bien porque he estado estudiando la frontera entre México y Estados Unidos durante más de 40 años. Ocupa un lugar destacado en dos de mis libros , escritos en diferentes décadas. Y es un tema que sigue atrayéndome. Cada vez que cruzo esa frontera, me digo a mí mismo que es algo sin importancia, que ya estoy acostumbrado. Pero siempre siento esa sensación familiar de miedo o sacudida de adrenalina y escucho u advertencia interna: ¡Cuidado! Las cosas van mal aquí.
La frontera es cruel porque le da a algunas personas lo que quieren y niega las necesidades de casi todos los demás. Aún así, los esperanzados siguen viniendo, últimamente en cifras cada vez más grandes- Lamentablemente, la crueldad de la frontera no ha hecho sino incrementarse. No tenía por qué ser así. Las políticas de EE. UU. han agregado una mezquindad innecesaria al daño innato de la línea divisoria que compartimos con México. A continuación expongo una docena de “realidades” de la frontera que trato de tener en cuenta mientras reflexiono sobre los últimos desastres.
1. La frontera no va a “solucionar nada”, tampoco lo hará un muro, ni tropas, ni ninguna extravagancia presidencial:
Algunas de las miles de familias de América Central que están ahora fluyendo hacia la frontera y se entregan a las autoridades estadounidenses están desesperadas porque la pérdida de cultivos y la pobreza les han negado los medios de subsistencia. Otros se sienten desesperados porque las pandillas que controlan ya grandes porciones de Honduras, Guatemala y El Salvador les amenazan con el asesinato, la extorsión y la persecución. En muchos casos, las familias se sienten desesperadas por ambas razones.
Este es un fenómeno inmigratorio de época reciente, pero pertenece a una tradición antigua. Las grandes diferencias en la riqueza, las oportunidades y la seguridad política dividen a las sociedades en ambos lados de la frontera y, mientras existan esas diferencias, los que no tienen nada en el lado más pobre seguirán intentando incorporarse a los que tienen en el otro.
Los problemas que no son fáciles de resolver, como este, requieren un tratamiento –de continuos cuidados, si así lo desean- parecido al de las enfermedades crónicas o al aumento constante del nivel del mar. Nuestros esfuerzos para manejar la situación pueden ser sabios o estúpidos, mayormente benignos o completamente sádicos, rentables o absurdamente derrochadores, realistas o alucinantes. La tarea a que se enfrenta este país es conseguir que sea menos terrible y más humana de lo que hasta ahora hemos demostrado ser capaces de hacer.
2. La "Gran Muralla" de Donald Trump tiene que ver con gratificación, no con inmigración:
Hay quien dice que para cada problema complejo hay una solución simple, algo que es completamente erróneo. En el caso de la frontera entre EE. UU. y México, el Anexo A es la propuesta del presidente de construir un muro de 9 metros de alto (o de 17 metros), 3.057 kms (o 1.609 kms) -los números del presidente varían según el momento- para brindar seguridad. El imperativo detrás de su fijación surge de sus escandalosos, demagógicos y sobreactuados mítines políticos. Más que Fox News, más que los aduladores que le rodean, los mítines son el espejo ante el cual se prepara. Son su viagra político, una droga que surte efecto cuando la multitud comienza a gritar. Incluso dos años después de llegar a la presidencia, Trump no puede dejar de hablar de Hillary Clinton y, cuando la menciona, sus admiradores hacen estremecerse hasta a las piedras gritando “¡Encerradla!” Es la forma que tiene la turba MAGA [iniciales de Make America Great Again] de reconfirmar que él odia a quien nosotros odiamos, algo que es el ADN del llamamiento de Trump.
Otro de los gritos de cada manifestación es invariablemente “¡Levanta el muro!” Sus orígenes son instructivos. El problema que inicialmente pretendía abordar el muro fronterizo era la falta de disciplina mental del candidato Trump. Comenzó como una mnemotécnica. Los asesores Roger Stone y Sam Nunberg querían asegurarse de que Trump apretara el botón rojo de la inmigración en sus mítines de campaña. Pensaron correctamente que la noción simple y monosilábica [wall] de muro le ayudaría a recordarlo.
La campaña de Trump aprendió pronto que las invocaciones al muro abarcaban una gran variedad de prejuicios. Al igual que al gritar sobre Hillary, satisfacía el disfrute visceral del odio. Celebraba el hecho de mantener fuera a la gente y ponerlos en su lugar. Era racista, pero también algo más que eso. El conjuro “¡Construye el muro!” evocaba amurallar y excluir todo lo que era amenazador: personas de piel oscura, ideas aterradoras, cambios sociales y económicos, incluso la complejidad misma. El deseo actual de Trump no es tanto construir un muro real como mantener el grito o, aún mejor, de cara a los objetivos de la elección de 2020, transformarlo en “¡Nosotros construimos el muro!”.
3. El apoyo para un muro fronterizo disminuye cuanto más te acercas a la frontera real:
Las personas que viven en la frontera saben que los muros no funcionan. En cambio, su construcción desvía el dinero de necesidades más apremiantes, a la vez que daña las tierras y las comunidades. En el somnoliento Columbus, Nuevo México, que se despertó completamente en 1916 cuando los revolucionarios mexicanos incendiaron la ciudad, la opinión es del 90% al 10% contra el muro fronterizo de Trump. Los nueve congresistas que representan los distritos a lo largo de la frontera se oponen de manera similar al muro. Lo mismo puede decirse de la mayoría de los gobiernos locales en las zonas fronterizas.
No es que los funcionarios locales no quieran abordar los problemas fronterizos. Es solo que prefieren que se aplique el dinero federal para fortalecer el cumplimiento de la ley, mejorar las inspecciones de vehículos y acelerar el tráfico a través de los concurridos puertos de entrada. Estos son los lugares donde, como muestran las estadísticas de las incautaciones, la inmensa mayoría de las drogas duras pasan de México a Estados Unidos. Menos aún se publicita la realidad de que los puertos de entrada oficiales son también donde hay una preponderancia de armas ilegales, así como cantidades considerables de efectivo proveniente de los ingresos por drogas que pasan en la otra dirección, desde EE. UU. a México.
4. Las drogas subyacen a la crisis en la frontera, pero no en la forma que Trump refiere:
Estados Unidos importa drogas porque la gente las quiere. El apetito aquí por las drogas duras es la fuerza impulsora detrás de una parte significativa del tráfico global de sustancias ilegales, cuyo valor se estima en billones de dólares. El dinero gastado por los ciudadanos estadounidenses que buscan drogarse es lo suficientemente astronómico como para corromper gobiernos y desestabilizar naciones. El aumento del dominio de las bandas de la droga en Honduras, Guatemala y El Salvador se debe en parte a que estos países sirven de conducto para traer la cocaína colombiana y otras drogas a este país. En pocas palabras, Estados Unidos importa drogas y exporta anarquía. Esa anarquía, a su vez, pone a la gente en movimiento.
5. La identidad de los cruces fronterizos ha cambiado otra vez:
A mediados de la década de 1990, cuando la administración Clinton lanzó la Operación Guardián y comenzó a construir muros para frenar la entrada ilegal, el migrante típico era un hombre mexicano que buscaba trabajo en Estados Unidos. La idea detrás de la Guardián era que, al levantar un muro en la frontera en centros urbanos como San Diego/Tijuana y El Paso/Juárez, los migrantes tendrían que atravesar un desierto tan inhóspito que desistirían de su intento. Por supuesto, no desistieron. Cruzar se volvió más arduo y costoso porque un migrante ahora necesitaba un guía, un coyote, para encontrar el camino a través de un terreno difícil y llegar hasta sus contactos del otro lado.
Una consecuencia involuntaria de esta política fue reducir la “ circularidad ” de la migración. Como el cruce de la frontera se había vuelto más difícil y costoso, los trabajadores no podían ir regularmente a sus casas para ver a sus familias y regresar a los trabajos en el norte. Así que llamaron a sus familias para que se reunieran con ellos. Esto provocó un cambio en las identidades de los migrantes. Las mujeres y los niños comenzaron a constituir una proporción creciente de los “ilegales” que entraban en EE. UU.
En los últimos años, la mezcla de migrantes cambió nuevamente , con una proporción creciente de solicitantes de asilo, a menudo familias enteras, que huían de la desestabilización de Centroamérica. A veces viajan en caravanas con la esperanza de que la fuerza de los números les proteja de las pandillas de las que están tratando de escapar. Su intención no es cruzar la frontera, sino llegar a la frontera y pedir asilo.
Así que aquí está el problema: la infraestructura de la frontera está diseñada para hacer frente a jóvenes mexicanos que buscan trabajo, no a familias, incluidos niños pequeños, que llegan indigentes y con frecuencia enfermos. Aunque el acuerdo fronterizo que terminó con el reciente cierre del gobierno autorizaba más de 400 millones de dólares para nuevas instalaciones -el total se está debatiendo, y algunos republicanos argumentan que se podría disponer de hasta 750 millones de dólares -, aún no hay estructuras adecuadas. Y por tanto, las personas, a menudo niños, son retenidas en jaulas en instalaciones improvisadas, claramente punitivas y en situación de hacinamiento.
6. Pero no se puede detener a los solicitantes de asilo:
Los puertos de entrada podrían estar equipados y dotados de personal para procesar las solicitudes de asilo de forma rápida y profusa en lugar del goteo “medido” que es la práctica actual, a veces diez solicitudes, o menos, al día. El sistema de tribunales de inmigración también debe contar con todo el personal necesario (existen fondos para 107 jueces más que los 427 que prestan servicios actualmente), así como ampliarse. El efecto de este cuello de botella, en eco de la Operación Guardián, es forzar a los grupos de refugiados a dirigirse hacia el desierto, donde cruzan la frontera ilegalmente y corren un gran riesgo (mientras que distrae a los oficiales de la Patrulla Fronteriza de los deberes legítimos en el cumplimiento de la ley). Una vez en EE. UU., se entregan para que sus casos tengan que ser atendidos.
Otra alternativa es permitir que los posibles inmigrantes soliciten asilo en las embajadas y consulados estadounidenses en sus países de origen, como fue el caso de ciertos extranjeros en virtud de una política de la era Obama que el gobierno de Trump restringió . (Recientemente, la administración dio un paso más hacia atrás al ordenar el cierre de todas las oficinas de inmigración de EE. UU. en el extranjero). Una tercera alternativa, aplicada actualmente de manera limitada, sería liberar a los solicitantes de asilo en este país, bajo el patrocinio de terceros, mientras sus casos sigan pendientes.
7. El negocio de la crueldad:
El sufrimiento infligido en la frontera aumenta cuando las personas se comportan como… personas. Cada trabajo tiene sus frustraciones y el trabajo en la frontera tiene más que la mayoría. Tal vez un oficial se torció una rodilla trabajando turnos dobles o se asustó una noche cuando creyó haber visto un narco con una pistola. Así que se dedica a maltratar a algunas personas o aprieta las esposas hasta que duelen. Sin duda, los oficiales de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. llevan a cabo muchos actos de misericordia en su trabajo, pero a veces también niegan o retrasan el tratamiento médico para las personas necesitadas o rajan las garrafas de agua que salvan vidas preparadas por personas humanitarias para ayudar a los migrantes que cruzan el desierto (y, en ocasiones, los fiscales federales procesan a esas personas humanitarias).
Aún más difícil de entender es el fuerte aire acondicionado en las instalaciones de Aduanas y Protección Fronteriza. Con razón los detenidos llaman hieleras a los centros de detención. La mayoría de los migrantes no tienen chaquetas o ropa extra. Reciben un papel de aluminio o una “manta” de papel, uno para cada persona, y luego deben dormir en los pisos de losas frías, en ocasiones durante días. Muchas madres envuelven dos veces a su bebé y se ponen a tiritar hasta que ella y su hijo son liberados. Esto fue lo que le sucedió a Deña, una solicitante de asilo salvadoreña que habló en enero con un amigo mío en Las Cruces, Nuevo México. Salió de la hielera enferma, un resultado frecuente de la refrigeración generalizada e innecesaria de los detenidos.
Las crueldades más extremas, sin embargo, provienen de los niveles más altos. La separación forzosa de niños pequeños de sus padres, cuando es llevada a cabo por civiles, se llama secuestro. Cuando fue la administración de Trump la que la realizó, esa barbarie cayó bajo la rúbrica de “tolerancia cero”. La Oficina de Responsabilidad del Gobierno estadounidense estima que sean visto afectados varios miles de niños más que los 2.737 identificados en un caso judicial en 2018. De forma escandalosa, el Departamento de Seguridad Nacional y otras agencias responsables no llevaron a cabo registros completos, de modo que, incluso después de que esa política se revirtiera, nadie podía estar seguro de que todos los niños se hubieran reuni do correctamente con sus familias. Además, las separaciones, sin la sanción de la política, al parecer continúan.
En lo alto de la lista de la crueldad también están las muertes por exposición, golpe de calor y deshidratación causadas por la construcción de muros que impulsa a los migrantes a emprender viajes más largos a través de terrenos cada vez más inhóspitos. La ONG Humane Borders ha catalogado y cartografiado 3.244 muertes de migrantes desde 1999 solo en Arizona, pero se reconoce que el número real de muertes es considerablemente mayor, ya que muchos cuerpos permanecen sin descubrir y sin registrar. Lo que está sucediendo en el desierto en estos días no es una guerra, pero está produciendo sufrimientos y víctimas como si lo fuera.
8. Tanto los republicanos como los demócratas han construido secciones del muro fronterizo:
Pero hasta que apareció Trump, ambos partidos huían de la semántica de llamarlo “muro”. Oficialmente, era una valla fronteriza. Las administraciones de Clinton, Bush y Obama temían el castigo por aplicar una tecnología del siglo II a un problema de los siglos XX y XXI. La óptica de identificarse con otros constructores de muros famosos, el emperador romano Adriano (122 dC), la dinastía Ming de China (siglos XIV y XVII), la URSS (Berlín, 1961) o incluso el Israel contemporáneo, se consideraba poco atractiva. Por supuesto, el presidente Trump no solo adoptó las connotaciones negativas de la construcción de muros, sino que fingió que los 1.052 kilómetros de barreras, incluidos los aproximadamente 570 kilómetros de muros erigidos por sus predecesores, no existían.
9. Si Trump se sale con la suya, el acero de su muro fronterizo contendrá un alto porcentaje de ironía:
Estados Unidos fue a la guerra en 1846, aparentemente para afirmar que su frontera sur era el Río Bravo y no el Río Nueces, como afirmaba México. La campaña de Trump por un muro fronterizo, sin embargo, pone a EE. UU. en retirada y afecta a su soberanía porque devuelve efectivamente a México parte de la tierra conquistada en la guerra mexicana.
Permitan que les explique: no puedes construir un muro en medio de un río. El río finalmente socavará el muro, o creará un nuevo canal por donde nadie desearía que discurriera. Tampoco es aconsejable construir un muro en la llanura inundable adyacente al río porque, bueno, se inunda. Además, un muro diseñado para alejar a los humanos no puede tener grandes huecos o la gente los atravesará, y en una inundación, los pequeños huecos de drenaje se obstruyen rápidamente con los escombros, hacen retroceder los flujos, causan daños a la propiedad y socavan el propio muro. (Incluso lejos del río, el muro puede causar inundaciones y daños, como sucedió en el centro de Nogales, Sonora, donde su diseño pasó por alto el drenaje local).
Como el río Bravo es un río de bajo volumen con flujos de tormentas de gran río, hoy en día hay nuevas secciones de muro ubicadas en un terreno alto fuera de la zona inundablen y a cierta distancia del curso principal del río. Esto significa que la frontera se replegará efectivamente de su ubicación acordada internacionalmente en el medio del río. Nada cambiará de manos, pero esta reubicación de facto del límite sur de Estados Unidos equivale a una cesión de tierras a México. Uno se pregunta si el arrogante jefe de Estados Unidos ha prestado atención a este asunto.
10. Como de costumbre, el medio ambiente sufrirá un duro golpe:
El Refugio Nacional de la Vida Silvestre de Santa Ana abarca una parte significativa de la planicie de inundación y el terreno adyacente donde se construirá la gran muralla de Trump. Lo mismo ocurre con la cadena de áreas protegidas que constituyen el Refugio Nacional de la Vida Silvestre del Valle del Bajo Río Bravo (LRGV, por sus siglas en inglés), así como otras reservas naturales en poder de organizaciones privadas sin fines de lucro. La construcción del anterior muro ha fragmentado ya partes de la zona. La construcción del muro adicional las diezmará. Está en juego el hábitat vital de los últimos ocelotes existentes en EE. UU., así como de decenas de otras especies.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU. calcula que los segmentos de muro planificados afectarán negativamente al 60%-75% de las tierras de la LRGV. El muro s e abriría paso también a través del Santuario Nacional de Mariposas como si se tratara de una supercarretera.
Al otro lado de la frontera, la lista de especies perjudicadas por el muro de Trump equivale a quién es quién de la fauna del sudoeste, desde jaguares, lobos grises mexicanos, antílopes y bisontes (sí, hay una manada salvaje en el desierto de Chihuahua) hasta los búhos pigmeos de los cactus ferruginosos (que vuelan cerca del suelo y, por lo tanto, no pueden cruzar el muro), ranas leopardo y murciélagos de nariz larga. El Centro para la Diversidad Biológica informa que “la construcción del muro fronterizo de Trump pondrá en peligro un mínimo de 93 especies en riesgo de extinción, incluidos los impactos en hábitats críticos para 25 de estas especies”.
11. La defensa en profundidad funciona mejor:
Un excelente libro sobre la frontera es The River Never Never Divided Us , del difunto Jefferson Morganthaler. En él explica que, desde la era colonial española en adelante, defender la frontera como barrera rígida rara vez ha sido una estrategia eficaz. “Nos seduce establecer nuestra propia Línea Maginot. Nos atrae intentar lo imposible... y nos distrae de soluciones más prometedoras”. La alternativa más atractiva, aplicada en el siglo XVIII por el español Teodoro de Croix fue la defensa en profundidad: abordar “los problemas en su origen y destino, en vez de intentar detenerlos en algún lugar intermedio”. Aceptar solicitudes de amnistía en las instalaciones estadounidenses en los países de origen de los solicitantes sería una adaptación moderna de dicha política.
12. Estar preparados para que los problemas de la migración empeoren:
El presidente y casi todos los miembros de su administración creen en los muros pero no en el cambio climático, lo que garantiza el desastre. Es posible que los refugiados que ahora aparecen en la frontera sur, que dicen que el maíz que plantaron el año pasado no produjo cosecha, estén mintiendo o sean malos agricultores. Sin embargo, es mucho más probable que sean refugiados a causa del cambio climático . Una cosa es cierta: a medida que el cambio climático se intensifique, desplazará cada vez a más personas. La agricultura de subsistencia es siempre un riesgo. Cuando el clima cambie tan radicalmente que los agricultores de subsistencia no puedan conseguir cultivos, tendrán que trasladarse. Al menos a corto plazo, el vigor y la diversidad de la economía estadounidense amortiguarán a la mayoría de sus ciudadanos contra los plenos efectos de las alteraciones climáticas. No habrá tal amortiguador para la gente que cultiva maizales en América Central. Esto no es materia de especulación y la consecuencia es clara. Las personas que carecen de los medios de subsistencia empacarán sus cosas y se moverán. Con muro o sin muro, una buena parte de ellas se dirigirá hacia el norte.
Tal vez la mejor novela fronteriza de los últimos años sea No Country for Old Man [“No es país para viejos”], de Cormac McCarthy, en la que en una de sus primeras escena s se resumen muy bien las perspectivas de futuro para la frontera sur, sobre todo si persisten las políticas actuales. Un sheriff y su ayudante están cerca del Río Bravo inspeccionando las consecuencias de un tiroteo entre pandillas de narcos y pasan junto a vehículos humeantes y cadáveres sangrientos.
El ayudante dice: “Es un desastre, ¿verdad sheriff?”.
Y el sheriff responde: “Si todavía no lo es, pronto lo será”.
William deBuys es autor de nueve libros, entre ellos The Last Unicorn: A Search for One of Rarest Creatures y A Great Aridness: Climate Change and the Future of American Southwest. Es colaborador habitual de TomDispatch.  

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