Resulta de interés
recuperar los objetivos del poder económico, político, social y cultural
para el Golpe del 24 de marzo de 1976, con antecedentes inmediatos en
el “rodrigazo” [1] del mes de Julio de 1975; y aún antes, con la
instalación del terror parapolicial y paramilitar de la Alianza
Anticomunista Argentina (AAA) desde el propio Estado, luego continuado y
exacerbado ya como terrorismo de Estado con la asunción de la Junta
Militar.
Esos propósitos del Poder solo fueron posibles por el uso
de la violencia estatal del golpe genocida, que buscó frenar la
acumulación de poder popular, cultural, sindical y territorial del
movimiento social en el país. Se buscó con el Golpe “des-acumular el
poder popular” conquistado en décadas anteriores con la lucha social,
política y cultural en la Argentina. Había que transformar
regresivamente a la sociedad para recuperar el proyecto de acumulación
capitalista.
Vale mencionar el poder popular acumulado, que era
en rigor un clima de época, con extensión planetaria del
anticapitalismo, incluso por el socialismo.
Evidencia de lo
dicho pasa por el triunfo entre 1973-75 de Vietnam sobre la invasión
militar de EEUU; y por cierto la situación latinoamericana y caribeña
con la experiencia de Cuba desde 1959 y su objetivo por el socialismo
luego de la invasión estadounidense a Playa Girón en 1961, lo que
convalidaría la Constitución cubana de 1976.
A mediados de los
70 se verifican un conjunto de crisis simultáneas en el orden
capitalista (monetaria, energética, medio ambiental), las que se
manifiestan con una fuerte caída de la tasa de ganancia de los capitales
más concentrados. Había que revertir esa situación e ir contra las
políticas económicas del reformismo capitalista para reinstalar una
lógica de libre mercado.
El diagnóstico de los monetaristas y
neoliberales, con Milton Friedman a la cabeza, que fuera Premio del
Banco de Suecia de 1976 (Nobel), uno de los padres del neoliberalismo,
convocaba a desarmar el Estado del bienestar, a bajar el gasto público
social y a dar aliento a la iniciativa privada y retomar la máxima del
libre cambio.
Fueron postulados que se conocerán y
generalizarán luego en los años 90, bajo la denominación del “Consenso
de Washington” para aplicar en la región latinoamericana y caribeña.
Había que desarmar las políticas keynesianas aplicadas a la salida de
la segunda posguerra en todo el sistema mundial. Ese era el objetivo del
neoliberalismo.
El keynesianismo fue la política hegemónica en
el mundo luego de 1945, asumida para contrarrestar la emergencia del
socialismo desde 1917 en Rusia, en la URSS desde 1922 y en el campo
socialista de Europa desde 1945, acrecido en 1949 en China. Hasta se
podría considerar el carácter keynesiano de las políticas en el este de
Europa y el llamado sistema socialista.
Por eso, el
neoliberalismo hoy vigente como corriente principal de las políticas
económicas surge en respuesta y para desarmar la política keynesiana y
cualquier sentido de un rumbo socialista, aún de carácter reformista.
Trump y Bolsonaro en su reciente encuentro manifestaron su apuesta por
el fin del socialismo en la región.
Ofensiva capitalista
El neoliberalismo emergió con las dictaduras del Cono Sur de América
entre 1973/76, como ensayo que coronaron Margaret Thatcher y Ronald
Reagan en los años 80, más allá de matices actuales con los libertarios
(Milei, Espert, Boggiano), liberales a ultranza, enemigos del propio
Estado capitalista.
Las políticas de cuño neoliberal se
consolidaron en los 90 en la Argentina, y ahora pretenden no solo
afirmar el cambio estructural en materia de las relaciones entre el
trabajo y el capital, con mayor flexibilidad salarial y laboral; sino
también, avanzar con la reforma reaccionaria del Estado vía reformas
laborales, previsionales o impositivas; tanto como profundizando la
dependencia a la política exterior imperialista, especialmente
estadounidense, siendo ese el caso de la agresión e injerencia en
Venezuela.
Resulta de interés pensar estos temas de cara a la
campaña electoral, con un gobierno que presenta nefastos resultados
económicos y sociales para la mayoría empobrecida, combinando inflación
con recesión, y una ofensiva ideológica y política, descalificando
adversarios como expresión lo viejo, relativo a lo ocurrido entre 1945 y
2015.
Por eso aluden a que los problemas argentinos se
remontan a los 70 últimos años, supuestamente hegemonizados por el
“populismo”, forma de atacar la orientación keynesiana, hegemónica en el
mundo para esos años, por lo menos hasta comienzos de los años 80.
Claro que omiten los tiempos neoliberales bajo la genocida dictadura
(1976-1983) o la década del noventa (1989-2001) del siglo pasado.
Convengamos que la respuesta no es volver hacia atrás, a repetir
cualquier experiencia de orientación keynesiana o populista, aun cuando
puedan demostrarse experiencias pretéritas de gobiernos con una
progresiva distribución del ingreso, ya que los modelos de
industrialización por sustitución de importaciones y sus Estados
correspondientes en los 50/70, ya no se compadecen con ciclos
productivos encadenados mundialmente bajo cierto desarrollo tecnológico
unificado.
Lo que hace falta es gestar un proyecto que supere
al orden capitalista, en momento donde los propios consultores del
sistema, el FMI por ejemplo, aluden a las dificultades para superar los
obstáculos que instaló la crisis del 2007/09, que todavía continua y que
provoca el desorden político global con emergencia de gobiernos
autoritarios, como Trump o Bolsonaro, o el mismo Macri, con destino para
afirmar mecanismos represivos que limiten y superen la resistencia a
los cambios que pretenden implementarse en un segundo turno de gobierno,
entre 2019 y 2023.
Nota:
[1] Celestino Rodrigo era
Ministro de Economía del Gobierno constitucional presidido por María
Estela Martínez de Perón, quien en Julio de 1975 impulsó una serie de
medidas de política económico de carácter antipopular para desarmar la
lucha sindical por mejoras del ingreso. Ese conjunto de medidas de
ajuste y shock fueron denominadas: “rodrigazo”.
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