León Bendesky
Los datos personales de los
usuarios de las redes sociales y de otras plataformas digitales de
comunicación se han convertido en una valiosa mercancía.
En 2017 el New York Times obtuvo un gran número de
documentos generados por el sistema interno de Facebook acerca de las
prácticas que sigue para compartir los datos de los usuarios con otras
compañías.
Según se desprende de ellos, se acrecienta la capacidad de empresas
de enorme tamaño e influencia social, como Apple, Amazon y Microsoft,
para aprovechar datos sensibles de los usuarios. Esto ocurre en un
entorno legal que regula el uso de la información de las personas y de
los compromisos que las empresas han hecho para proteger la privacidad
de los usuarios.
Se estima que hacia finales de 2018 Facebook tenía más de 2 mil 200
millones de usuarios, así que bajar el costo unitario por usuario
compartiendo esos datos personales representa un incremento enorme de
las utilidades. Esto se extiende a otras empresas que operan plataformas
tecnológicas constituidas en redes globales y que ejercen el control de
enormes activos intangibles muy rentables. Con ello se incrementa el
precio de las acciones, el valor de las compañías y el patrimonio de los
accionistas.
Entre los recientes escándalos en torno a las prácticas de malos usos
de los datos personales destaca el ocurrido a principios de 2018,
cuando se descubrió que la firma de consultoría Cambridge Analytica
utilizó de modo fraudulento los de Facebook para apoyar la campaña de
Trump a la presidencia.
Esto expuso públicamente a Mark Zuckerberg, quien dirige y es el
principal accionista de Facebook; fue requerido para testificar en el
Congreso estadunidense, donde aseguró que los usuarios de Facebook
tenían un completo control de todo lo que comparten en esa plataforma.
Las evidencias indican que no es así, sino que en realidad están
expuestos a que sus datos sean compartidos y usados sin ningún control
de ellos, que son sus legítimos dueños. Zuckerberg miente.
La privacidad ha pasado de ser un derecho a una mercancía. La
Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de la ONU, dice en el
artículo 12 que
nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.
El derecho a la privacidad se refiere a esa importante protección del
individuo. Se trata del derecho a ser dejado en paz, a no ser
molestado. Al parecer, a esos miles de millones de usuarios de Facebook y
también de otras redes esto no le afecta demasiado. Y, sin embargo, la
privacidad como actitud vital no debería tomarse a la ligera y mucho
menos entregarse a extraños, como si se tratara de una rendición.
La privacidad tiene que ver con la esencia misma del individuo, con
la capacidad de mantener su autonomía. La gente se define a sí misma,
precisamente, mediante la capacidad inalienable de administrar
información sobre su persona.
Al parecer, en ese sentido, las ideas mismas de identidad personal e
individualidad estén modificándose de modo sensible en la sociedad,
impulsadas precisamente por las nuevas tecnologías de la comunicación y
el negocio de la información sobre las personas para usos comerciales o
de otro tipo. La privacidad es relevante también por sus beneficios
funcionales, es decir, en cuanto a la protección derivable del anonimato
que puede guardarse en muy distintas circunstancias o la
confidencialidad en el caso del fraude con la identidad.
La relación que se establece entre la privacidad y el individuo se ha
ido modificando también. Las regulaciones sobre la seguridad de la
información personal y el control que sobre ella tienen sus dueños y que
están plasmadas en la leyes de esta materia son ahora cuestionadas
desde otros frentes.
Hoy tiene gran relevancia el flujo de información personal en las
redes sociales digitales. Son los mismos usuarios los que la proveen,
incluyendo la de sus relaciones sociales, pero ahora se prevé que los
atributos personales puedan incluso inferirse sin referencia directa, o
sea, podría hacerse a partir de la información que proveen esas
relaciones existentes en la red social digital –los amigos.
Para poner más aditamentos al debate, en una vertiente de la
investigación de la neurociencia se cuestiona la existencia del libre
albedrío, rasgo que sustentaba la idea de la individualidad de las
personas y su responsabilidad como miembros de la sociedad. La tendencia
del estudio de la actividad cerebral lleva a algunos a cuestionar, si
no es que a negar, que exista tal cosa como el libre albedrío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario