¿Qué es lo que puede
proponer la derecha latinoamericana a nuestros países? ¿Por qué se ha
empeñado y sigue empeñándose tanto en retomar o mantener el control de
los gobiernos? ¿Qué es lo que puede presentar en las elecciones de
octubre de este año en Argentina, Uruguay y Bolivia?
Tomando a
Argentina y a Brasil como referencias, la derecha solo tiene como
programa y como objetivo, la destrucción de los países, de su patrimonio
nacional, de los derechos de los trabajadores, de las políticas
sociales, de las políticas de soberanía externa. Solo busca bajar el
perfil político de nuestros países, para que la política externa
norteamericana vuelva a predominar, de forma soberana, en el continente.
Tomemos la situación de esos países hace 5 o 10 años y
comparemos con lo que viven ahora, para evaluar qué tipo de alternativa
tiene la derecha para esos países y, en consecuencia, para los demás
países del continente que pretende gobernar. Los Kirchner sacaron a
Argentina de la peor crisis de su historia, haciendo con que la economía
volviera a crecer, que la exclusión social disminuyera de forma
significativa, que los argentinos se volvieran a enorgullecer de su país
y a creer en un futuro mejor para Argentina.
Lula ha presidido
el período más virtuoso de la historia de Brasil, país que ha pasado de
ser el más desigual del continente más desigual, a referencia mundial
en el combate contra el hambre y la exclusión social. Hizo que la
economía brasileña superara la recesión heredada de Cardoso y creciera
con políticas de distribución de la renta. Nunca la imagen de Brasil en
el mundo había sido tan positiva.
En pocos años, desde el
comienzo del gobierno de Macri y del gobierno de Temer, Argentina y
Brasil han cambiado radicalmente, en todo, y siempre para peor. Las
economías de los dos países atraviesan recesiones similares a las que
habían padecido como consecuencia de las políticas neoliberales de los
años 1990 y cae en picado el Producto Interior Bruto de los dos países.
La estructura productiva de las dos economías se deshace, frente al
avance impetuoso del capital financiero. Las dos economías están siendo
dirigidas directamente por representantes de los bancos privados, que
desmantelan el Estado y la estructura industrial que los dos países
habían construido en las últimas décadas.
Nunca los
trabajadores ni la población en general habían estado tan desprotegidos
en sus derechos. Son docenas de millones de desempleados estructurales,
ya sin esperanza de recuperar sus puestos de trabajo. Son sindicatos
debilitados en su capacidad de negociación y de defensa de los derechos
históricos de los trabajadores. La gran mayoría de los trabajadores ya
no tienen ni empleo formal ni contrato de trabajo. Trabajan a destajo,
según las necesidades avasalladoras del gran capital. Las pequeñas y
medianas empresas languidecen o sencillamente desaparecen, dejando lugar
a economías totalmente controladas por el gran capital monopolista,
sobre todo del capital financiero privado, cuyo poder es hegemónico.
La desesperanza y el desaliento sobre el destino de los países y la
vida de la gente vuelven a imponerse. La imagen internacional y el
liderazgo de los presidentes de esos países dieron paso a la vergüenza
que proyecta la imagen de los actuales, tanto dentro como fuera de sus
países. El fracaso de los gobiernos sucede al éxito de los gobiernos que
los han antecedido.
¿Es para eso que tanto la derecha
argentina como la brasileña han echado mano de todos los recursos, tanto
legales como ilegales, a su alcance para derribar gobiernos populares y
democráticos y regresar al gobierno? ¿Para destruir el patrimonio
público, para quitar derechos a los trabajadores, para terminar con las
políticas de inclusión social?
Uruguayos, argentinos y
bolivianos tienen frente a sus ojos lo que gobiernos de izquierda han
hecho en los países de la región, pueden compararlo con lo que hacen los
gobiernos de derecha en países como Argentina y Brasil. ¿Qué futuro
quieren para sus países?
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