Common Dreams
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos y Sinfo Fernández |
La carta que
ofrecemos a continuación, firmada por 124 académicos de todo el mundo,
se dirige a la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos
(WOLA, por sus siglas en inglés) y expresa su profunda preocupación por
el apoyo de esta oficina a varios aspectos de la política del gobierno
Trump respecto a Venezuela.
Escribimos preocupados por la
dirección que ha tomado la WOLA respecto a un asunto de vida o muerte, y
posiblemente de guerra y paz, en América Latina. Esta carta es un
intento de hacer una serie de sugerencias a la WOLA acerca de su apoyo a
varios aspectos de los intentos del gobierno Trump de derrocar al
gobierno de Venezuela.
Creemos que los intentos por parte del
gobierno Trump de llevar a cabo un cambio de régimen en Venezuela son
erróneos en todos los sentidos, moral, legal y políticamente. Dado que
tanto el propio Trump como sus altos cargos han amenazado
abiertamente con la guerra en repetidas ocasiones, estos intentos
suponen también un grave riesgo tanto de pérdida de vidas humanas como
de otras consecuencias imprevistas de la guerra y la violencia política.
Por
estas y otras razones, la WOLA debería oponerse inequívocamente a estos
intentos de cambio de régimen, del mismo modo que personas progresistas
de todo el mundo se opusieron en 2003 a la guerra de Iraq. Pero no lo
ha hecho, sino que ha apoyado casi todos los pasos que se han dado. Se
pueden tener diferentes opiniones personales respecto a la política
interna de Venezuela o sobre cómo pueden las y los venezolanos resolver
mejor sus diferencias. Pero es indudable que la operación ilegal de
cambio de régimen del gobierno Trump está empeorando enormemente la
situación, por lo que a estos hechos deberían oponerse todas aquellas
personas que se preocupan por la vida humana y el derecho internacional.
Lo
más peligroso es la oposición de la WOLA a las ofertas de mediación del
Papa Francisco y de los gobiernos neutrales de México y Uruguay. La
WOLA ha afirmado
que estas ofertas (denominadas Mecanismo de Montevideo) no tienen
posibilidad alguna de lograr un resultado positivo y en vez de ello ha
elegido, como el único espacio legítimo para llevar a cabo las
negociaciones, al Grupo de Contacto Europeo, que está dominado por
Washington y los gobiernos aliados, con sus sanciones ilegales y su
intentos de provocar un cambio de régimen.
Dado que a todas luces el gobierno Trump no desea negociar, y así lo ha declarado
abiertamente, la elección de la WOLA implica que no habrá verdaderas
negociaciones hasta que los demás gobiernos (europeos y
latinoamericanos) del grupo estén dispuestos a romper claramente con
Washington. No es algo imposible, aunque es poco probable que ocurra en
un futuro próximo. Por consiguiente, la elección por parte de la WOLA de
un grupo negociador dominado por Trump sirve para reafirmarle a él y a
su equipo de extremistas (John Bolton, Marco Rubio y Elliott Abrams) en
su postura de rechazo del diálogo o la negociación.
La WOLA rechaza incluso que la ONU se implique en las negociaciones (que fue una propuesta
de su Secretario General Antonio Guterres) afirmando que su papel
debería limitarse a supervisar una transición. La ONU es el organismo
internacional que ha acumulado más experiencia y conocimientos
en la mediación de crisis internacionales e intranacionales y en haber
contribuido con éxito al fin de guerras civiles que parecían ser
irresolubles, como ocurrió en El Salvador
en la década de 1990. Esta experiencia, unida a la autoridad moral que
tiene la ONU por ser el organismo internacional más representativo,
significa que un proceso de mediación supervisado este organismo tendría
mucha más legitimidad que uno dirigido por el gobierno Trump y sus
aliados políticos.
La WOLA ha sido ambigua
acerca de su apoyo al reconocimiento de Juan Guaidó como “presidente
interino”, una medida que automáticamente crea un embargo comercial que
se suma al actual embargo financiero debido a que casi todas las divisas
del país provienen de las exportaciones de petróleo, de las cuales
aproximadamente tres cuartas partes se destinan a países que se han
unido al reconocimiento de Trump de un gobierno paralelo y, por lo
tanto, no se espera que paguen al actual gobierno de Venezuela por su
petróleo (1).
Esto privará a la economía [venezolana] de miles de millones de dólares de divisas, con lo que se acelerará el aumento de la mortalidad
(incluida la mortalidad de bebés y niños) debido a la falta de
medicamentos y atención sanitaria, y se agravará la escasez de
alimentos, un efecto ampliamente reconocido. Esto es algo profundamente
inmoral. También viola el derecho internacional, incluidos el Artículo 19 de la Carta de la OEA, la Carta de la ONU y muchos otros tratados internacionales firmados por Estados Unidos.
La WOLA adoptó también una postura ambivalente
ante las sanciones de Trump de agosto de 2017, ya que hizo algunas
críticas pero también sugerencias para mejorarla. Aquellas sanciones
impusieron un embargo financiero ilegal (por las mismas razones antes
señaladas) que ha sido devastador al paralizar la producción de petróleo
y, por consiguiente, privar a la economía de miles de millones de
dólares en divisas extranjeras necesarias para pagar importaciones
vitales. También impidió cualquier renegociación de la deuda, así como
la mayoría de las demás medidas necesarias para salir de la depresión e
hiperinflación en las que se encuentra sumido el país.
La WOLA defendió
estas sanciones argumentando que “complican las finanzas del gobierno
de Maduro de una manera que no tendrá un impacto inmediato sobre la
población (aunque es probable que lo tenga a largo plazo), lo cual es
falso, como sabe cualquier persona familiarizada con las sanciones y la
economía venezolana. La economía venezolana (no sólo el gobierno)
depende de las exportaciones de petróleo para casi la totalidad de sus
divisas. Es lo que paga las importaciones de medicamentos, alimentos y
otras necesidades vitales, tanto del gobierno como del sector privado.
Estas
posturas no son defendibles desde un punto de vista humano y tampoco lo
es el objetivo aparente del gobierno Trump de un cambio de régimen
extralegal. ¿Por qué el equipo de Trump rechaza negociar? Porque no
quiere una solución de compromiso necesaria para que coexistan fuerzas
políticas opuestas en un país polarizado. No les preocupa el coste
humano que pueda tener una solución en la que quien gana se lo lleva
todo; de hecho, es posible que personas como Elliott Abrams y John
Bolton consideren que la violencia es parte integral de su estrategia
para vencer al chavismo y a sus seguidores, o para obtener el control
que tanto Trump como Bolton han afirmado querer tener sobre las mayores
reservas de petróleo del mundo.
Es positivo que la WOLA se haya
diferenciado de estas personas al oponerse a la intervención militar
estadounidense y a la manipulación de la ayuda humanitaria con fines
políticos. Pero no es suficiente. Debería oponerse inequívocamente a
toda la sórdida operación de cambio de régimen, a las violaciones del
derecho internacional y a las sanciones ilegales que tanto sufrimiento
están provocando.
La WOLA no debería aparentar que esta operación
externa de cambio de régimen dirigida por extremistas propensos a la
violencia es en realidad un intento legítimo de la “comunidad
internacional” para contribuir a resolver la crisis política y económica
de Venezuela. Y lo más importante, la WOLA debería abandonar la poco
convincente afirmación de que el único proceso de negociación viable es
el controlado por el gobierno Trump y sus aliados, es decir, el Grupo de
Contacto Europeo.
Nota:
(1) El gobierno Trump estableció después algunas excepciones temporales para algunas compañías petroleras.
Firmas (la afiliación se utiliza solamente con fines de identificación):
Greg Grandin, Professor of History, New York University
Noam Chomsky, Emeritus Professor, MIT
Sujatha Fernandes, Professor of Political Economy and Sociology, University of Sydney
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Brad Simpson, Associate Professor of History, University of Connecticut
Thomas C. Field Jr., Associate Professor, Embry-Riddle College of Security and Intelligence
Marc Becker, Professor of History, Truman State University
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Forrest Hylton, Associate Professor of History, Universidad Nacional de Colombia-Medellín
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Gender, Sexuality & Feminist Studies, Duke University
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José Antonio Lucero, Associate Professor of International Studies, University of Washington
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Christian Parenti, Associate Professor, Economics, John Jay College CUNY
James Krippner, Professor of Latin American History at Haverford College
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Victor Silverman, Professor, Department of History, Pomona College
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Jorge Majfud, Associate Professor of Spanish, Latin American Literature & International Studies, Jacksonville University
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Margaret Power, Professor of History, Illinois Institute of Technology
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Philosophical & Historical Inquiry , University of Sydney
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William Smaldone, Professor of History, Willamette University
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Joan Paluzzi, Ph.D. Medical Anthropologist
Robert Hannigan, Scholar in Residence, History, Suffolk University
Elizabeth Dore, Professor of Latin American Studies, University of Southampton, UK
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Gabriela F. Arredondo, Associate Professor and Department Chair, Latin
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Center for Latin American and Caribbean Studies and Associated Faculty,
Department of Women, Gender, and Sexuality Studies, Stony Brook
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Viviana Ramírez, BA (Hons), Dip. Ed., Senior Teacher of Spanish (retired) Queensland Dept. of Education (1994-2016), Australia
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Richard Grossman, Instructor, Department of History, Northeastern Illinois University
Chris Carlsson, author, co-director, Shaping San Francisco
Tina Braxton, PhD Candidate in History, Georgetown University
Emilie Vardaman, ESL Instructor, Retired
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Jodie Evans, CODEPINK
Roger Leisner, Radio Free Maine
Frank Brodhead, Peace activist
Miguel Ramirez, Professor of Economics, Trinity College
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