David Brooks
▲ El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asistió ayer a misa en
la iglesia Episcopal de San Juan, en Washington, acompañado de su
esposa, Melania.Foto Afp
Los corresponsales y muchos
periodistas en Estados Unidos asignados a cubrir al régimen de Trump
tenemos la tarea de reportar las noticias desde dentro de un manicomio,
con internos que hablan y operan como si todo fuera normal, y la
respuesta de casi todos los gobiernos y cúpulas alrededor del mundo
también pretenden que no hay nada raro aquí (aunque se sabe que en
privado dicen lo obvio). Para muchos de nosotros, como periodistas, el
dilema es si reportar todo como lo hacíamos antes de la llegada del
bufón peligroso, y con ello otorgar credibilidad y
normalidadal rey del manicomio y sus cómplices, sólo porque representan el poder político de esta última superpotencia, o si ya nombrar las cosas como son.
Me escapé un ratito del siquiátrico para ofrecer sólo algunos ejemplos de lo que sucede aquí adentro:
Este fin de semana Trump atacó, una vez mas, a Saturday Night Live,
el añejo programa de comedia y sátira, y pareció amenazar con una
acción federal en su contra, indicando que las agencias electorales y de
comunicaciones debería de investigar el show. Peor aún, el episodio era una repetición del originalmente transmitido en vivo en diciembre.
youtu.be/AdQl7SxOHek. No es la primera vez que este presidente decide que los comediantes son sus enemigos.
Trump, en una entrevista con el sitio ultraderechista Breitbart News,
pareció advertir de represión violenta contra opositores al comentar
que tiene el apoyo de la policía, los militares y los Bikers for Trump
(los clubes de motociclistas) y que podría ser
muy malosi tienen que entrar en acción.
Tambien decidió renovar ataques contra el venerado senador
republicano John McCain, quien falleció en agosto del año pasado, por
entregar a la FBI materiales relacionados a la influencia rusa en las
elecciones, y acusando que “él tenía ‘manchas’ mucho más graves” en su
historial y que era último en calificaciones de su generación en la
Academia Naval.
El mes pasado, Robert Kraft, dueño de los Patriotas de Nueva
Inglaterra, campeones del Supertazón –amigo del presidente–, fue
arrestado junto con varios ejecutivos en una investigación federal de
prostitución y tráfico de mujeres, después de que fue captado usando los
servicios de un spa en Florida. La fundadora de la cadena de
estos lugares es la empresaria china Cindy Yang. Aunque aparentemente ya
no era la dueña y no ha sido acusada en este asunto, se reveló una
serie de otros negocios que posee en los que ofrecía
accesoal mundo de Trump. De hecho, circula una foto de ella con el presidente viendo el Supertazón.
El régimen de Trump anunció el pasado viernes que prohibirá la
entrada a Estados Unidos al personal la Corte Penal Internacional si
intentan investigar a Estados Unidos por abusos de derechos humanos en
las guerras de Afganistán y otras. La Unión Estadunidense de Libertades
Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) denunció este intento
sin precedentede evitar la
rendición de cuentaspor crímenes de guerra y que
apesta a las prácticas totalitarias que caracterizan a los peores abusadores de derechos humanos.
Cuando Trump fue a Alabama hace una semana para visitar a las
comunidades devastadas por torbellinos, asistió a una iglesia donde se
le ocurrió firmar Biblias, como si fuera el autor.
Uno de cada cuatro votantes creen que Dios quiso que Trump ganara la elección en 2016, según una reciente encuesta de Fox News.
Estas son sólo algunas de noticias desde el manicomio; no hay
desabasto. La simple tarea de navegar entre las mentiras y engaños es
agotadora. En 773 días en la Casa Blanca, Trump ha hecho 9 mil 14
afirmaciones falsas o engañosas, reporta el Washington Post.
Es como esa broma: dos internos están en un manicomio y uno le dice al otro
yo soy el rey, y el otro pregunta
¿Quién dijo?El otro responde:
Dios. Desde otro cuarto se escucha otra voz:
Nunca dije eso.
Bueno, ya están cerrando las rejas del manicomio y dicen que me tengo
que regresar o que me quedaré afuera. ¿Cuál es la decisión correcta
para los que nos toca reportar todo esto?
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