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Con
el ambiente político todavía acomodándose a las precandidaturas
presidenciales lanzadas días pasados, y sin demasiadas alteraciones aun
respecto delas intenciones de voto –por ahora, la mayoría de los sondeos
muestra una posición consolidada a favor del Frente Amplio[i]-,
Uruguay se dispone a discutir una nueva ley militar. Ésta dispone una
novedosa organización y competencias para las Fuerzas Armadas y
definiciones institucionales no siempre sencillas de resolución –todo lo
contrario- en la historia latinoamericana.
Este nuevo marco legal representa una
excepción para los tiempos actuales: entre la asunción de Jair Bolsonaro
en Brasil, los nuevos ‘protagonismos militares’ que pretenden instalar
tanto Sebastián Piñeira como Mauricio Macri -entre otros
reposicionamientos que pueden observarse en la región- la propuesta
uruguaya pareciera indicar otra dirección. Tampoco es un detalle que el
proyecto de reforma de la Ley Orgánica Militar tome estado parlamentario
en un año en el que, por primera vez, se pusieron en discusión social
los privilegios del Servicio de Retiros y Pensiones Militares, y el
propio Presidente definió el arresto por 30 días del Comandante en Jefe
del Ejército, Guido Manini Ríos, “por múltiples situaciones que
merecieron en su momento apercibimientos, las que contravienen
reglamentaciones y artículos constitucionales”[ii].
Los militares y la democracia uruguaya
Uno cuantos meses antes de que Bolsonaro
se colocara en el centro de la escena política latinoamericana y los
militares en Brasil volvieran a asumir un manifiesto protagonismo
político –con la ayuda de Michel Temer desde la Presidencia-, un grupo
de militares retirados uruguayos organizó, en diciembre del año pasado,
el movimiento Unidos Podemos, con el objetivo declarado de asegurar “la
defensa de los legítimos derechos de la familia militar, de las Fuerzas
Armadas, para ocuparse e incidir en las soluciones a los grandes
problemas que los afectan, al igual que a la mayor parte de la
sociedad”, según el inaugural documento organizacional[iii].
En el centro de los reclamos
constitutivos del grupo, que renovó su presencia con el conflicto
agropecuario de principios de este año con declaraciones públicas y
posicionamientos en general, estarían las modificaciones impulsadas por
el Gobierno de Tabaré Vázquez para terminar con los privilegios de su
exclusivo régimen jubilatorio (Servicio de Retiros y Pensiones
Militares), un proyecto con aprobación en el Congreso y que todavía debe
revisar algunos cambios.
Desde su creación durante la década del
´60, la asistencia financiera estatal ha sido fundamental para el
funcionamiento de la ‘caja militar’; si hasta el golpe de Estado de 1973
el subsidio rondó entre 50-60% del total, ese porcentaje no ha parado
de crecer gradualmente (con algunas oscilaciones) llegando, con los
aumentos de los sueldos y jubilaciones dispuestas por los propios
gobiernos del Frente Amplio desde el 2005, a que la asistencia
financiera estatal alcanzara un 85% en el 2015 (con tan sólo un 15% de
aporte de los activos) [iv].
Ello representa un déficit para las cuentas públicas, para los próximos
tres años, de más de mil millones de dólares, un detalle no menor para
un país como Uruguay y para una opinión pública que, al ponerse en
evidencia muchos de los privilegios[v] que ocultaban esos números, comenzó a ver con beneplácito las modificaciones en el régimen.
El Gobierno fue ‘administrando’ el tema
durante este año, logrando aplacar el tono de los reclamos de la
corporación militar al punto tal que, cuando se determinó el arresto del
comandante del Ejército G. Manini Ríos (precisamente por sus
comentarios desfavorables al proyecto de reforma de Servicio de Retiros y
Pensiones Militares), no hubo ni una situación de ingobernabilidad
política ni de alarma institucional; ni siquiera la figura pública del
propio Manini Ríos logró mayores adhesiones públicas (tan sólo un
precandidato presidencial lo ha propuesto como ministeriable en un
futuro Gobierno[vi]).
Ley de Reforma Orgánica militar
La modificación de la Ley Orgánica
Militar, desde un punto de vista conceptual, termina con la denominada
Doctrina de Seguridad Nacional, que todavía seguía incrustada en las
disposiciones vigentes (desde 1974), y con la noción de ‘obediencia
debida’, al señalar que “ningún militar debe cumplir órdenes
manifiestamente contrarias a la Constitución y las leyes vigentes, o que
impliquen la flagrante violación o ilegítima limitación de derechos
humanos fundamentales”. En términos simbólicos, la reforma también
termina con la existencia de órganos como la Junta de Comandantes en
Jefe y el Estado Mayor Conjunto, de preponderante funcionamiento durante
la última dictadura.
Este cambio se propicia luego de ser
aprobada ocho años antes, con un amplio consenso político, la Ley de la
Defensa Nacional, marco desde el que deben comprenderse los cambios del
organigrama planteados ahora, bajo los principios de la ‘no
discriminación’, ‘equidad’ y ‘el respeto a la dignidad de las personas’.
Así, por ejemplo, hay una rebaja para los cargos oficiales superiores
–en el caso del Ejército, pasará de 180 a 145, en las otras dos fuerzas
será de un 10%-, criterios comunes para las sanciones y castigos
disciplinarios, y se promueve decididamente la ‘profesionalización del
personal militar’ a partir de los concursos (además de las otras
variables de ascenso: antigüedad y sistema de selección) en los que
todos los oficiales serán promovidos a través de concursos en las tres
fuerzas –no como hasta ahora que valía sólo para el Ejército-. Además,
en las justificaciones del proyecto, se insiste con claridad que “la
población no debe considerarse amenaza”, una consideración muy oportuna
para estos momentos latinoamericanos en los que vuelve a posicionarse el
argumento de la ‘conmoción interna’ como justificación para medidas de
control y represión por parte de los organismos del Estado[vii].
Conclusión
Según un reciente estudio de
Latinobarómetro, el apoyo a la democracia de los uruguayos tuvo en 2018
su punto más bajo desde que ese indicador es medido: tan sólo el 61% de
los consultados respondió que “la democracia es preferible a cualquier
otra forma de Gobierno”. No es un excepción en la región, sino todo lo
contrario: en muchos otros países las cifras son aún peores.
Es importante estar atentos a los
desdoblamientos que traen consigo las modificaciones planteadas por el
Gobierno de Tabaré Vázquez en lo que respecta a las Fuerzas Armadas,
siendo que en Uruguay también han vuelto a manifestarse en la escena
democrática. Para ver si es una tendencia de expansión o si con los
cambios propuestos hay otros encauzamientos, la llegada de Jair
Bolsonaro en Brasil merece las alertas del caso.
[v] https://www.tiempoar.com.ar/nota/el-escandaloso-privilegio-de-los-militares-jubilados-en-uruguay
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