No es una interrogante
difícil de responder porque es una realidad cotidiana en estos tiempos
convulsos que vive Nuestra América y el mundo. Los derechistas tienen un
perverso odio por los derechos de sus conciudadanos.
Sin
llegar al poder incluso, los representantes del conservadurismo
comienzan a vociferar que impondrán recortes sociales, y lo hacen, les
quitan la salud y la educación a sus pueblos, anuncian y materializan la
privatización de todo, y lanzan a las fuerzas de seguridad para las
calles a reprimir y asesinar, si lo estiman conveniente, a cuantos se
les ocurra desafiarlos.
Ejemplos hay, desde el electo, pero
todavía no presidente de Brasil Jair Bolsonaro, hasta los de Argentina,
Mauricio Macri, y de Chile, Sebastián Piñera, quienes además se
comportan de manera violenta, y gustan de las armas de fuego, similar al
actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.
Sí, imitan a
Trump, o mejor dicho son sus cachorritos, con el respeto que merecen
los animales, como también lo es el secretario general de la
Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, uno de los
empleados más perverso y sumiso de Washington.
Aunque el
mandatario de Estados Unidos los desaire públicamente, como ocurrió
recientemente con Macri en la Cumbre del G-20 en Buenos Aires, esos
señores se arrodillan a los pies de quien se cree es el emperador de la
tierra, y también del cielo.
Pero la animadversión de tales
derechistas por los derechos de los humanos trasciende las fronteras de
sus países porque sin el menor respeto se inmiscuyen constantemente en
los asuntos internos de otras naciones.
Financian y apoyan
acciones subversivas y violentas contra Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y
por si fuera poco hablan hasta de golpes de Estado para derrocar a
gobiernos legítimos, como el de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo
Morales, que, por cierto, si se preocupan por sus compatriotas, y son
ejemplos de solidaridad internacional, al igual que Cuba.
En
nombre de la “democracia” oligárquica, por supuesto la de los ricos,
acusan a los líderes populares de la Patria Grande de lo que se les
ocurra, los agreden continuamente y mienten sin vergüenza alguna.
Claro, ahora los cachorritos de Trump están muy enfadados tras la
ascensión a la presidencia de México de Manuel López Obrador, un hombre
digno que dejó bien claro en su reciente toma de posesión el camino por
donde transitará su influyente país en los venideros años.
Nada
de corrupción, injusticia, y neoliberalismo salvaje a favor de los
oligarcas y en detrimento de los más desposeídos, precisamente las
adicciones malignas que tienen los derechistas y por las que siempre han
transgredido los derechos humanos de sus pueblos.
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