Desde el Grupo de Lima, donde se ha concertado un asedio a la
democracia y a las instituciones venezolanas, hay sumas incongruencias
políticas que descolocan el propio hecho democrático en los países que
integran dicha organización.
Los
señalamientos contra las instituciones venezolanas parten en estos
momentos desde el llamado a elecciones presidenciales que han efectuado,
primeramente, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y luego el
Consejo Nacional Electoral (CNE).
Dichas instancias han convocado a elecciones para el 22 de abril,
conforme a un acuerdo previo con los representantes del antichavismo
venezolano, pero que no fue refrendado por la firma de estos en el marco
de los diálogos en República Dominicana.
Esta decisión concurre luego de meses en que la oposición en
Venezuela solicitara un adelanto de las elecciones presidenciales.
También se unieron a esa solicitud, otros actores políticos
antichavistas, como Luis Almagro, secretario general de la Organización
de Estados Americanos (OEA), las vocerías del Departamento de Estado
estadounidense y los países agrupados en el llamado Grupo de Lima.
Ante la inconstitucionalidad en Venezuela de efectuar un recorte del
lapso de mandato presidencial en meses anteriores, la ANC, por su
carácter plenipotenciario, ha establecido ahora una excepción emitiendo
un recurso, una disposición transitoria a la vía constitucional
facilitando la realización de elecciones presidenciales antes del tiempo
constitucionalmente señalado. Luego de esta decisión, por condiciones
de seria precariedad política en el sector opositor venezolano, estos se
rehúsan a ir a elecciones.
Involucrados en esa narrativa y bajo el falaz argumento de que "no
existen garantías electorales en Venezuela", el Grupo de Lima legitima y
tutela a la oposición venezolana, en el marco de una agenda guiada por
el Departamento de Estado. Llevando al entramado político venezolano a
posibles nuevos ámbitos de turbulencia y confrontación y, en
consecuencia, intentando debilitar las instituciones y la democracia
venezolana.
El sistema político venezolano, perfectible, claramente, es por
bastante sólido con respecto a otras referencias en el continente. En
materia política y electoral, hay muchos "muertos en el clóset" en los
países que integran la componenda contra Venezuela. Aquí traemos algunos
odiosos ejemplos en algunos de los referidos países.
1. Donald Trump ganó con menos votos. EEUU, país que
se autocalifica como el estandarte de la democracia mundial, en
realidad posee uno de los sistemas electorales de segundo grado más
retrógrados del mundo. El voto no necesariamente es directamente
proporcional al resultado. En la justa electoral de Trump versus Hillary
Clinton, fue Clinton quien resultó favorecida con mayor cantidad de
votos: 48,18% contra un Trump que octuvo 46,09%.
No obstante, por haber tenido un mayor número de colegios
electorales, acorde a un sistema (denominado D'Hont) que distribuye de
manera desproporcionada las ponderaciones por puntos de cada colegio,
Trump se alzó con la presidencia. Sólo tuvo que ganar en el sur de EEUU y
algunos estados densamente poblados del norte para ser electo
Presidente, con menos votos que su contrincante.
2. Michel Temer llegó al cargo sin un solo voto.
Luego de un polémico y controvertido juicio contra la presidenta de
Brasil (en aquel momento recién reelecta) Dilma Rousseff, esta es
destituída del cargo por la componenda entre el parlamento y el poder
judicial. Aunque en términos estrictamente legales esto era posible, los
vacíos del juicio a Rousseff dieron fundamento para señalar su
deposición como un "golpe de Estado parlamentario", o un episodio de
alto nivel de la judicialización de la política como proceso en América
Latina.
Desde esas instancias, Michel Temer llega al poder. Electo por el
Senado, sólo tuvo que contar con el voto de un puñado de senadores para
alzarse contra la voluntad de decenas de millones de brasileros que
apenas un par de meses antes eligieron a Rousseff. Temer es un
mandatario que no tiene que ampararse sobre la transparencia o no del
sistema electoral de su país. Su nombre fue electo para regir por una
élite y es, quizás, el más cínico de los críticos al sistema electoral
venezolano. Es un mandatario de facto.
3. Ser candidato presidencial puede ser causal de muerte en Colombia.
La historia política colombiana, muy estremecida durante décadas, no
deja de ser polémica, especialmente a la luz del resultado de que
Colombia es un país con verdaderas elites políticas, económicas y
familiares, haciéndose del poder durante generaciones.
¿Con cuál vara democrática los países del Grupo de Lima critican a Venezuela?
Desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, la historia
colombiana ha sido en suma turbulenta y cruenta, dando paso a un
ordenado y riguroso sistema de asesinatos al más alto nivel de la
política contra abanderados de la izquierda, el Partido Liberal (PL), la
Unión Patriótica (UP), el M19 y el Partido Comunista (PC) colombiano.
En 1987 es asesinado Jaime Pardo Leal (UP), en 1989 Luis Carlos Galán
(PL), en 1990 Carlos Pizarro (UP y M19), en 1990 Bernardo Jaramillo Ossa
(UP) y en 1994 Manuel Cepeda Vargas (PC).
Los eventos en Colombia dan cuenta de que efectivamente ese sí es un
país que no brinda garantías electorales. De hecho, ni siquiera pueden
garantizar la vida de quienes se atrevan a disputarle espacio alguno a
los amos locales de la política colombiana.
4. México y el robo electoral. Ya en dos ocasiones
ha sido denunciado el robo de elecciones presidenciales contra un mismo
candidato. Antonio Manuel López Obrador en teoría "perdió" dos
elecciones por márgenes cerrados contra Felipe Calderón y Enrique Peña
Nieto. Esas dos elecciones marcan una tendencia horrenda en la vida
política mexicana, como un mensaje enviado desde las castas del PRI, el
PAN y hasta el mismo PRD, partidos que se han hecho de la vida política
en México: Parece que no hay escape y sólo queda la decepción.
De esa manera se ha deslegitimado la institucionalidad mexicana, que a
muchos mexicanos se les hace prácticamente irrelevante elegir. El
sistema electoral mexicano, manual, poco transparente e inauditable, ha
tenido esta seguidilla de eventos al más alto nivel electoral y ha
permitido que el partido históricamente gobernante en México, el PRI,
con más de 70 años en el poder, sirva como una muy mala referencia a la
hora de construir institucionalidad y un marco electoral justo.
5. En Chile casi nadie vota. Luego de la dictadura
de Augusto Pinochet, la llamada "Concertación", abrió paso a un binomio
histórico de derecha e "izquierda" en el gobierno. Por un lado los
abiertamente neoliberales y por el otro los neoliberales
socialdemócratas pintados de izquierda. En ese marco, los reductos de la
revolución democrática de Salvador Allende quedaron relegados a ser
parte de la izquierda dura en condición minoritaria. Esa evolución
política en el marco del neoliberalismo duro, rigurosamente
instrumentado desde Pinochet al presente, privatizó el hecho político al
punto de que en Chile es prácticamente irrelevante votar. Pues no hay
mucho que elegir entre dos versiones de lo mismo.
En la reciente elección chilena, que pueden calificarse de
mega-elecciones, se eligió al Presidente, a representantes del
parlamento y a parlamentos de regiones y provincias. La asistencia
electoral fue de 45%. Una cifra comparablemente mucho menor a las de las
elecciones venezolanas a gobernadores en octubre de 2017, con una
participación de 61% del Registro Electoral. Chile no es una referencia
en convocatoria electoral.
Siempre gana la abstención en Chile y el sentido democrático del voto
ha perdido cualidad al punto de ser un hecho políticamente irrelevante,
con un escabroso resultado en la estadística. El problema ya tiene
décadas y la política chilena no se ha estremecido para generar un
cambio de situación. Los partidos en el gobierno lucen cómodos en el
ejercicio del poder y desde la Casa Blanca nadie los califica de
ilegítimos.
6. El caso Honduras. Luego del golpe de Estado
contra Manuel Zelaya, Honduras emprendió su camino al infierno. Se abrió
una espiral política que poco a poco, pero con mucha consistencia, ha
socavado toda formalidad en la política hondureña, con el beneplácito de
la OEA y del mismo gobierno de EEUU. El nuevo cenit de la perenne
crisis política hondureña se produjo en las recientes elecciones
presidenciales, muy señaladas de fraude por la oposición política, la
izquierda y centroizquierda de ese país, quienes protagonizaron un
estallido social que aún sigue en vigor.
En el marco de las recientes presidenciales hondureñas, se dilató la
publicación del resultado electoral presidencial definitivo hasta unos
21 días luego de la elección. Un hecho impensable en muchos países del
mundo y que, de ocurrir en Venezuela, sería el pretexto perfecto para
cuestionar las elecciones venezolanas.
Los señalamientos contra el ente electoral hondureño iban desde la
falsificación de actas hasta el desconocimiento total del conteo de
votos. Juan Orlando Hernández, quien siendo Presidente modificó la
Constitución por vía judicial para reelegirse, se alzó por poco margen
contra Salvador Nasralla, integrante de la oposición democrática de
Honduras, con beneplácito de la OEA y EEUU.
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