Bruno Sgarzini
De Lula hacia la derrota de los otros liderazgos
Lula señaló
a AFP que la recomendación que le dio a Maduro fue la de "evitar el
aislamiento de Venezuela", sin que el presidente venezolano
"adoptara" sus indicaciones enviadas en una carta al recién fallecido
Chávez. Sobre el Comandante, Lula, por otra parte, señaló que lo
admiraba, pero sin embargo mantenía diferencias que lo habían llevado a
transmitirle "su experiencia sindical porque Chávez tenía la cabeza un
poco militarizada".
En el mismo tono, el brasileño expresó que varias veces le dijo a
Chávez que "no debía ser voluntarista y tratar a Venezuela como si fuera
suya". Al igual que hablara menos de "Simón Bolívar y más de
industrialización", como si una cosa quitase la otra, o si referirse más
a las fábricas de acero y aluminio hiciese que crecieran como samanes
regados con palabras.
Declaraciones no muy felices, por cierto, del ex presidente brasileño
que obligan un poco a pinchar la burbuja de condescendencia y los
masajes a su ego que existe en el ámbito de análisis y pensamiento
progresista. Desde Pepe Mujica hasta Lula se ejerce una especie de libre
derecho a la crítica a Nicolás Maduro por cómo afronta la guerra
política regional que tiene a la mayoría de los liderazgos desplazados
del poder. Según este sentido común, Maduro aísla al país, y Diosdado
obligó a Donald Trump a ordenar el bloqueo contra Venezuela.
Entonces de plano hay que empezar por decir que las palabras de Lula
provienen de un dirigente al borde de la muerte política, que según sus
propias palabras se mantiene en el ruedo para evitar que eso suceda por
la sobrevivencia de su figura y la de su partido. A todo lo que llegó
por obra y gracia de sus propias acciones, y errores, agudizados por una
estrategia política consistente a largo plazo dirigida a eliminar
cualquier tipo de alternativa política a la dictadura financiera y
esclavista que hoy gobierna Brasil. En ese sentido, y revirtiendo su
sentencia, no fue Maduro quien lo aisló de la vida política de su país.
De errores estratégicos y críticas al chavismo
Por eso es importante particularizar en Lula la disección del
derrotero de los liderazgos latinoamericanos, dado que en reiteradas
veces ha centrado la crítica hacia el chavismo en la administración de
la economía, y la falta de alternancia política con sus adversarios. En
esta dirección, el error siempre remarcado es que el chavismo no ha
puesto en el centro de la política la administración técnica del Estado.
Sin particularizar que en el caso de Lula su legado administrativo se
encuentra prácticamente destruido con el arribo de Michel Temer a la
presidencia de Brasil.
Sobre esto, vale la pena recordar que tras su retiro de la
presidencia, Lula se dedicó a la actividad privada para hacer giras
internacionales en pos de los negocios de transnacionales brasileñas.
Hoy, años después de esa salida del poder, estas empresas se encuentran
judicializadas, y su figura, junto a la de su partido, al borde de la
proscripción. Su proyecto de Brasil potencia se chocó contra una
realidad que sus discursos no anunciaban: Nunca fueron bienvenidos en el
convite de las potencias y los negocios internacionales por lo que
largamente abogó para calmar a los mercados antes de llegar a la presidencia.
¿Altanería o política de apertura con fuerzas aliadas?
Lula quedó preso de esta realidad que lo obligó a volver al ruedo
para intentar, al menos, salvar lo que quedara posterior a la ola
privatizadora y desreguladora abierta con Temer. En ese sentido, el
imaginario del Brasil próspero, con el PT adherido a la estructura de
partidos, fue una quimera que reveló una verdad incuestionable: la nula
construcción de un esquema de poder que blindase lo logrado y defiendese
al PT de una posterior asfixia política. Una debilidad que entrecruza a
la mayoría de la dirigencia progresista.
Donde existen liderazgos que se vanaglorian de un pasado de
conquistas sociales y económicas, totalmente desprotegido en los hechos.
Lamentablemente, Lula no puede señalar con el dedo al chavismo de no
haber atendido la administración técnica del Estado cuando en su terruño
difícilmente pueda decir que tenga algo que mostrar, más allá del
lamento por el presente penoso y el pasado glorioso por no haber
construido nada que blinde lo logrado. Peor aún, la altanería de sus
palabras con Venezuela demuestra una falta total de autocrítica.
Los errores del pasado y la subestimación del chavismo
El problema de las palabras de Lula entonces es desde donde se
enuncian, porque fácilmente se puede decir que Venezuela atraviesa por
un difícil momento económico, como consecuencia de la asfixia externa
agudizada por los errores en la administración del Estado. Sin embargo,
lo que sucede en Venezuela, a través de un cerco y asfixia económico
desde fuera y dentro, en Brasil se da por el mandato de una dictadura
que controla el aparato del Estado, sin que ni el PT ni sus aliados
tengan una base de poder sólida que permita revertir esta situación en
lo inmediato. Después de todo, en Brasil se prepara un modelo de control
social para evitar que cualquier tipo de cambio de rumbo se dé en el
corto plazo.
Por eso, si se parte del lugar de enunciación de sus recomendaciones, difícilmente
Lula puede arrogarse una posición de superioridad para darle consejos a
Maduro sobre cómo afrontar la situación actual del país. Simplemente,
porque esta subestimación recurrente del chavismo en el ámbito del
progresismo olvida que difícilmente se puede conservar una posibilidad
de sostener el rumbo de una nación, sin edificar un piso mínimo de poder
que permita un margen de maniobra contra los mismos enemigos que se
aprestan a sacrificarlo en Brasil.
Sin embargo, lo más dañino de este tipo de subestimación con el
chavismo es que, por izquierda, lo niegan como un interlocutor político
válido al considerarlo como una fuerza inferior a la que es necesario
darle lecciones. Un error político de extrema gravedad, dado que es lo
que se observa en la total descoordinación entre los liderazgos
regionales, respecto a Venezuela y los problemas del continente. Lo que
de facto niega un nivel de articulación mínimo con el principal Estado
que, aún y con todo, se enfrenta a los tratados de libre comercio en la
región. Todo en pos de no quedar pegados ante la opinión pública con lo
que ha quedado homologado como "la dictadura" de Maduro.
Lo que, además, les impide valorar la capacidad de inventiva y
adaptación a la realidad del chavismo, reflejada en cómo el presidente
Maduro ha revertido las coordenadas del conflicto interno a su favor.
Precisamente, esta fórmula chavista para afrontar el difícil momento
regional es lo que, a veces, entre líneas, se evita ser tomado en cuenta
por liderazgos que lamentablemente no están en posiciones de dar
lecciones. En ese sentido, mucho mejor sería dejar la altanería, y
sustituir las declaraciones en forma de titulares rimbombantes con una
política de apertura con fuerzas aliadas.
Después de todo, Lula debería recordar que gran parte de su capital
político proviene de la derrota del ALCA en 2005, y el envión posterior
dado por el Comandante Chávez a los grandes acuerdos regionales. Todo lo
contrario a este contexto en el que cada uno de los liderazgos
progresistas camina por su lado, como si sus propios países fueran islas
alejadas unas de otras.
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