Elecciones en Costa Rica
Domingo. Las horas
pasan más lentas, afloran, en la cabeza, los temas que el día a día
barre debajo de la alfombra. Hay elecciones dentro de 15 días. Hay
oportunidad de votar (nadie está obligado a hacerlo, ni es más tonto, ni
más irresponsable, ni menos patriota si no lo hace). Pero hay una
oportunidad. No voté en el primer turno. No estaba en el país pero, si
estuviera, tampoco estoy seguro de que hubiese votado.
Va a ser diferente el 1 de abril. Voy a votar. Me parce que el país se ha crispado, pero de mala manera.
No solo el país. En todas partes se cuecen habas. En Brasil, donde
desde el golpe contra el gobierno constituido han avanzado contra todos
los derechos y contra el sentido mismo de nación, la gente se ha vuelto a
conmocionar. Mataron, la semana pasada, a una concejal, mujer
proveniente de las favelas y opuesta a la intervención militar para
acabar con la violencia en Rio de Janeiro.
No voy a discutir aquí
este contrasentido. Permítanme solo citar el texto del exministro de
Justicia Eugenio Aragão, publicado en su blog a raíz del asesinato de la
concejal Marielle Franco y su chofer, Anderson Pedro Gomes. Aragão se
refiere a los habitantes del complejo de la Maré, de donde venía
Marielle. Una enorme zona marginal y empobrecida, entre el aeropuerto y
el centro de Rio. Lo cito porque me parece que viene al caso que nos
preocupa aquí.
“Tiempo para hacer política, para instruirse, para
participar en debates, no tienen. Despiertan temprano, se apretujan
sudados en pésimo transporte público, se alimentan mal y llegan muy
tarde en la noche del trabajo diario para que, después, herederos del
esclavismo adinerados, o gobernantes que no les permiten pensionarse,
los llamen vagabundos, atorrantes, bandidos”.
Se han dicho cosas
terribles sobre la misión de los militares en el apaciguamiento de Rio.
Pero no me voy a extender aquí en eso. Vuelvo a lo nuestro.
Aquí
han surgido (algunos piensan que como de la nada, pero creo que no es
así) los vendedores de la salvación. Se montan en una ola que nosotros
mismos creamos. Decían que lo político estaba resuelto, que no había
alternativa y que la política se definía ahora en el terreno de los
valores. El gobierno de Luis Guillermo no es ajeno a esto.
Es
cierto que no podía hacer mucho. La composición de la Asamblea no se lo
permitía. Pero gobernar no es solo lo que se puede, es también lo que se
quiere. Y si lo que se quiere no se puede (por ahora), hay que decirlo,
educar. Educar políticamente. El gobierno de Luis Guillermo no lo hizo.
Es lo que más resiento.
Ese afán de hacerse dueño de todo solo
le deja a los excluidos la opción de la otra vida. Es el mundo del que
se alimentan los estafadores, los apóstoles, los profetas, que piensan
que ha llegado a la hora de gobernarnos a todos.
No puedo estar de acuerdo con eso. Que nos gobiernen estafadores –a los
que se les han sumado toda clase de oportunistas–, no le hará bien a
nadie, ni al país. Es una coalición devastadora, como lo muestra el caso
de Brasil.
¿Carlos podrá revertir todo esto?
No, por
supuesto que no. Ojalá sea capaz de poner de nuevo la política en su
lugar. En las actuales circunstancias, sería casi suficiente. Pero va
rodeado de fuerzas conservadoras. Algunas son las mismas que han llevado
el país por ese camino de los que sueñan con hacerse dueños de todo.
Pero esa es la realidad política de Costa Rica. Desde hace casi 40 años
se han ido adueñando de todo, revirtiendo lo que hizo de este país algo
distinto a sus vecinos: comenzaron privatizando el sector bancario y
siguieron con todo lo demás: la salud, la educación, las
telecomunicaciones, los seguros y van por la energía.
Nos toca a
nosotros resistir. Pero, para eso, hay que convencer, hablar,
organizarse. Si no queremos, dentro de cuatro años, estar en esta misma
disyuntiva, hay que empezar ahora. Los períodos electorales no son
buenos para hacer coaliciones. Hay que hacerlas antes.
Yo hice
un par de intentos: hace doce años y, después, hace ocho. No tuve ningún
éxito. Pero creo que vale la pena volver a intentar. Y volver de nuevo,
hasta lograrlo. We shall overcome, some day...
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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