Las elecciones del 11
de marzo marcan importantes giros e hitos en el terreno político
colombiano, el amplio resultado de la consulta de la extrema derecha, la
votación histórica de Gustavo Petro, la importancia de los grandes
electores en el terreno legislativo, el avance de la derecha pero
también de la izquierda, entre otros. Sin embargo hay un importante
hecho al que se le ha hecho poco eco y que celebramos los que apoyamos
el proceso de paz, la participación política de las FARC en el campo
electoral.
Los primeros análisis han sido certeros en señalar la
derrota del movimiento exguerrillero y su marginalidad en el campo
político colombiano, sin duda su votación estuvo por debajo de sus
proyecciones, donde los más pesimistas de sus cuadros esperaban un
mínimo de 100 mil votos y los más ingenuos pelear una hipotética sexta
curul. Estos resultados dejaron en entredicho los miedos infundidos por
los sectores del NO entorno al “le regalaron el país a la guerrilla”,
pero también el campo de legitimidad en el que se ha movido el
movimiento insurgente y que le permitió llegar a un proceso de
negociación.
Estos análisis se han reducido al componente
numérico de una contienda electoral, desconociendo el contexto y
elementos de orden cualitativo que explican los resultados. Estoy
convencido que las FARC políticamente ha sido y es mucho más grande que
los 52 mil votos señalados por la Registraduría y planteo esto no con la
intención de infundir miedo sino de rescatar los campos de legitimidad
de la ex organización guerrillera .
El pobrísimo desempeño electoral de las Farc lo asocio a cuatro elementos contextuales y errores de la organización política. La primera razón
tiene que ver con la incapacidad de consolidar las denominadas bases
sociales y territorios donde históricamente han tenido influencia y
afinidad con el movimiento guerrillero; desaparecida las FARC en armas,
muchos procesos campesinos han venido siendo cooptados (cuando no es por
otros grupos armados) por la política tradicional dejando en entredicho
el nivel de conciencia formado bajo la sombra de la organización
guerrillera. Sin embargo otros pueden ser los resultados para las FARC
cuando se trata de movilización social y defensa de la implementación de
los acuerdos de paz, esto en materia de sustitución de cultivos,
reforma agraria integral o planes de desarrollo.
El segundo elemento
se refiere al inadecuado artefacto político que crearon y por
consiguiente a la nula generación de propuestas que pudiera enamorar o
atraer a nuevos electores, las FARC se ha enclaustrado en la
implementación de la paz, lo cual es apático o indiferente para la gran
mayoría de la población, como se vio en el plebiscito, quienes sus
mayores preocupaciones se concentran en la seguridad, la corrupción, la
salud, el empleo y el medio ambiente. En este mismo sentido los
excombatientes dejaron en segundo plano a los líderes sociales y
juveniles que abogaban por un cambio en las formas de hacer política y
quienes no se cansaron de rogar por un nuevo eslogan y discurso a
organización que les permitiera un margen mayor de acción y la
reconexión con el país urbano.
La tercera razón la
ubicamos como factor exógeno a la organización guerrillera (y tal vez la
causa estructural), esta tiene que ver con el incumplimiento del
gobierno en materia de implementación, la falta de financiación, el
sabotaje a la campaña política, la estigmatización y odio que sigue
reproduciendo sectores políticos y medios de comunicación, el
desmantelamiento de las zonas veredales e incluso los hechos de
violencia que se vienen presentando en los últimos meses no solamente
contra excombatientes sino contra líderes sociales. No hay que ser de
las FARC para saber que desde diversos sectores ilegales y del
establecimiento continua la guerra sucia contra la organización y contra
el movimiento social que representa.
Finalmente como elemento articulador
se encuentra lo inoportuno, improcedente e innecesaria campaña
electoral. Las FARC en el afán de medirse, darle aire a su estructura y
el mal asesoramiento, se dejaron llevar a un campo donde saldrían
derrotadas. El costo político de esta desacertada posición pone en jaque
lo que se buscaba defender y es la legitimidad de la organización.
Muchos sectores cercanos prefirieron dar su voto a organizaciones
políticas afín a los acuerdos de paz, pero cuya presencia estaba en
riesgo en el legislativo, que apostarle un voto a quien en el terreno
práctico no lo necesitaba.
De esta primera contienda electoral
es mucho lo que los excombatientes deben aprender, como consejo el
siguiente paso debe ser hacer una excelente labor en el legislativo,
ampliar el espectro político, buscar convergencias con otros sectores de
izquierda, alternativos o independientes, segur apostándole al
denominado trabajo de masas y a la movilización social y finalmente
construir un nuevo tipo de relación hacia la sociedad que mine los odios
y genere nuevas legitimidades.
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