TeleSur / Rebelión
Una triada de
actores ha logrado, como nunca antes, instalar en todo el mundo una
imagen distorsionada de la realidad venezolana, o al menos de las
razones de lo que allí ocurre. Un manipulado sentido común que fue
impuesto por: a) la gran prensa cartelizada; b) el poder político que
comanda la ofensiva, principalmente EEUU y sus gobiernos súbditos; y c)
la creciente diáspora venezolana, de amplia mayoría antichavista.
La
primera tarea de cualquier diagnóstico que se pretenda honesto pasa
entonces por perforar el cerco desinformativo, desmontar el linchamiento
mediático y las falsas matrices de la “crisis humanitaria” y “la
dictadura”. El otro reparo es evitar caer en el relato negacionista,
tendencia repetida en la estrategia comunicacional oficial.
Venezuela
se ha convertido, en este siglo, en el centro de gravedad regional, en
la ficha estratégica de la disputa continental. Por tener la principal
reserva petrolera mundial y por ser escenario del proceso que más se
animó a transformar. Pero, ¿qué es lo que realmente está pasando hoy?
¿Cuál es la dimensión real de la crisis? ¿Quiénes son sus responsables y
sus objetivos de fondo? ¿Cómo se explica que, aun ante el deterioro de
las condiciones de vida, el chavismo siga triunfando en el terreno
político? ¿Qué harán los sectores opositores que decidieron abandonar la
vía electoral? Si no es por los votos, ¿cómo? ¿Cuál es el rumbo
económico que está tomando el gobierno? ¿Cómo se están canalizando las
contradicciones y tensiones al interior del proceso? ¿Hasta cuándo el
pueblo venezolano podrá aguantar esta guerra no convencional que le
montaron?
Sin pretensiones de responder este torbellino de
interrogantes, van algunas percepciones -nacidas al calor de conversas,
caminatas y escuchas en tierras venezolanas- que intentan aportar pistas
al análisis y desafíos de una revolución que está herida pero no
acabada.
Dilema 1: el éxito de la “guarimba” económica
“La
campaña de presión está funcionando. Las sanciones financieras que
hemos impuesto al Gobierno venezolano lo han obligado a comenzar a caer
en default (…) Y lo que estamos viendo es un colapso económico total en
Venezuela. Entonces nuestra política funciona, nuestra estrategia
funciona”(1). El sincericidio de Francisco Palmieri, subsecretario para
el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EEUU, despeja
cualquier duda.
Ya ni el propio gobierno norteamericano disimula
el plan de desestabilización que hay detrás del bloqueo financiero. Si
las políticas de Obama estaban más enfocadas en lo político-simbólico,
la administración Trump comandó acciones que afectan de lleno el
financiamiento del Estado Venezolano, limitando su capacidad de obtener
divisas, recibir pagos y negociar préstamos.
El sabotaje a la
economía ha logrado caotizar todos los ámbitos de la vida cotidiana. Así
como antes fue el desabastecimiento de productos básicos, hoy el
principal flanco de ataque es la hiperinflación inducida, la disparada
descontrolada de precios que vuelve casi simbólico cualquier salario
formal. La manipulación del dólar paralelo -un dólar fantasioso,
disparatado, un dólar político operado desde Cúcuta- es la ficha clave
de este boicot económico, que obliga a la población a salir en busca de
divisas para poder sobrevivir. El otro drama cotidiano es la escasez de
efectivo, apropiado por las mafias que operan en la frontera colombiana.
Las consecuencias son graves: éxodo masivo de los trabajos formales y
del país en general, complicaciones de salud por la falta de o por los
precios de las medicinas, masificación del “rebusque”, la reventa, la
usura y el contrabando. Por supuesto que hay experiencias admirables de
respuestas colectivas, de producción local, de salidas comunitarias,
pero prima la tendencia a la resolución individual. El peligro del
“sálvese quien pueda”.
Este golpe por asfixia, este asedio
financiero internacional, es una realidad fáctica. Su objetivo es claro:
desmoralizar, alimentar el descontento, quebrar el vínculo entre pueblo
y gobierno, demostrar que el socialismo es inviable, el desgaste
paulatino hasta lograr el colapso económico, social, moral, psicológico.
Descomponer la sociedad hasta volver al país invivible para justificar
la intervención extranjera.
Ahora bien, ¿son los EEUU y la
burguesía importadora los únicos responsables? No. Hay sectores dentro
del propio gobierno que forman parte de la trama. Por acción u omisión.
Por complicidad o ineficacia. Con mucha lucidez, hace poco Maduro
calificó a la corrupción como el principal enemigo del proceso; la
detención de los principales responsables del defalco de PDVSA fue una
buena señal, aunque pareciera insuficiente ante la magnitud del
problema.
Atacar estas debilidades propias y estabilizar la
economía -o al menos mostrar un plan claro para hacerlo más allá de la
buena jugada de la criptomoneda Petro-, es una necesidad vital para que
siga habiendo futuro. Es la madre de todas las batallas. En la guerra
económica se juega el destino de la revolución: por ahora se resiste a
punta de conciencia, pero a la larga, como decía Napoleón, “un ejército
se mueve por su estómago”.
Dilema 2: mantener el gobierno, legitimar el poder político
Hace
pocos menos de un año, durante el intento insurreccional opositor, se
le contaban las horas al gobierno y se anunciaba la muerte del chavismo.
Pero la apuesta de la Asamblea Constituyente logró neutralizar el golpe
y reencauzar la disputa al terreno democrático. Mientras el montaje
mediático internacional invertía los roles e instalaba la tesis del
gobierno represor, el pueblo venezolano -incluso la base social
opositora- reprobaba la escalada de violencia callejera, que llegó al
salvajismo de quemar personas vivas por parecer chavistas.
Contra
todos los pronósticos, el gobierno impuso la paz social y recuperó la
iniciativa política. Y con ese empujón, arrasó en octubre en las
elecciones a gobernadores y en diciembre en las de alcaldes. La derecha
entró en una fase de implosión, rupturas, deslegitimación de sus
dirigentes y desconcierto estratégico.
En este escenario se llega a
las presidenciales del 20 de mayo, en las que Maduro parece caminar
hacia la reelección aunque las miradas también estarán puestas en el
porcentaje de votos que obtenga y en el nivel de abstención. Enfrente
estará Henri Falcón, quien “saltó la talanquera” y se fue del chavismo
para sumarse a la MUD en 2010, cuya candidatura es apoyada por su
partido Avanzada Progresista, el MAS y el tradicional democristiano
Copei.
Pero la gran incógnita es cuál será la estrategia de la
gran mayoría opositora que desistió de participar ante una probable
derrota. Se sabe que la toma de sus decisiones es dirigida desde
Washington, por lo que el desconocimiento de la realidad venezolana y la
incomprensión del proceso bolivariano los llevó a fracasar una y mil
veces. ¿Volverán a intentar por la vía insurreccional-paramilitar?
¿Quedará todo en manos del plan de ocupación foránea?
Dilema 3: el peligro de una intervención extranjera
Ante
la incapacidad de la oposición local, el frente internacional se
convirtió en la carta principal para abortar la experiencia bolivariana.
Cada vez de forma más evidente y agresiva, el curso de las acciones
contra Venezuela se define fuera de sus fronteras, especialmente al
norte del Río Bravo. Entre las múltiples tácticas combinadas, gana peso
la idea de una intervención estadounidense de características inciertas,
quizá tercerizada, a partir de los ejercicios conjuntos con los
ejércitos de Colombia, Brasil y Perú, el mayor despliegue de fuerzas
paramilitares, las giras de altos funcionarios de EEUU y la creación del
Grupo de Lima que ahora busca excluir a Venezuela de la Cumbre de las
Américas.
El desconocimiento de los gobiernos de derecha al
próximo mandato de Maduro irá en esa línea. Satanización mediática,
bloqueo económico, aislamiento diplomático: un combo de tácticas
simultáneas para ganar preparar el terreno y avanzar hacia el asalto
final, por la fuerza, con la excusa de la “intervención humanitaria”.
Ana
Esther Ceceña, economista mexicana experta en geopolítica, explica: “Es
muy importante entender que las guerras son menos bélicas, tiene cada
vez más otras características. No se prevé que va a ser de una manera
específica, sino de muchas posibles (…) Venezuela es el punto
estratégico y mayor desafío que tienen en el continente. Lo están
trabajando con políticas de largo, mediano y corto plazo, no solamente
porque quieren controlar Venezuela, sino porque quieren controlar el
continente” (2).
Dilema 4: el horizonte estratégico
El
chavismo siempre tuvo la madurez de cerrar filas ante cada coyuntura de
mayor asecho imperial. Como contrapartida, suelen ser pocos los
momentos propicios para poner en primer plano las contradicciones
internas, las críticas, los desvíos de rumbo que va tomando la
conducción del proceso. Se nota un claro malestar en el chavismo popular
por ciertas medidas económicas, la permanencia de la corrupción y el
desinterés por la construcción comunal. Parecieran estar ganando la
pulseada los sectores reformistas. Un desafío importante será entonces
revertir esa correlación de fuerzas internas para retomar el horizonte
estratégico planteado por Chávez, resumido en la idea-fuerza de “Comuna o
nada”.
El pueblo venezolano está dando una inmensa lección de
conciencia política, resistiendo heroicamente una cotidianeidad
insoportable y entendiendo que, aun en las peores condiciones, sólo con
un gobierno chavista habrá chances de mantener viva la idea de construir
el socialismo bolivariano.
Gerardo Szalkowicz: Periodista. Editor de Nodal. Colabora en diversos medios como Tiempo Argentino, TeleSUR, Rebelión, ALAI y otros. Coordinador, junto a Pablo Solana, del libro “América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista”. Conduce el programa radial “Al sur del Río Bravo” por Radionauta FM.
Publicado originalmente en: http://www.telesurtv.net/opin ion/Venezuela-cuatro-dilemas- de-una-crisis-inducida- 20180319-0019.html
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