Raúl Zibechi
En periodos de caos sistémicoglobal es fácil confundir la realidad con los deseos. Más aún cuando hay datos fehacientes que dan pie a pensar que lo que anhelamos durante largo tiempo parece estar acercándose de forma inminente. Sin embargo, aquí aparecen los problemas, las desviaciones ópticas que nos llevan a conclusiones erradas. De algún modo, todos caemos en simplificaciones que a la larga se muestran incorrectas.
Deseamos, por lo menos yo deseo, el fin de este sistema, imperialista, colonial patriarcal y capitalista. Pero sería erróneo creer que existen leyes que conduzcan al sistema a la ruina. Miremos apenas unos años atrás, cuando analistas serios y bien documentados vaticinaban el peak oil, el pico de los descubrimientos de petróleo, que llevaría inevitablemente al fin de la civilización basada en los hidrocarburos.
Pensábamos que a partir de la primera década del siglo comenzaría un declive inexorable y que los precios serían tan elevados que provocarían cambios abruptos y revolucionarios. Como sabemos, eso no está sucediendo. Estados Unidos se ha puesto a la cabeza de la extracción por fractura hidráulica ( fracking), una técnica muy contaminante, y está batiendo todos los récords de producción llevando los precios a niveles muy inferiores a los de tres o cuatro años atrás.
Es apenas un ejemplo, entre muchos. Quienes nos formamos en Marx aprendimos –gracias a los malos divulgadores y al deseo de creerles– que el capitalismo está condenado a desaparecer por supuestas leyes que gobiernan la economía y que lo llevarán al colapso. Estos debates se produjeron un siglo atrás y aún perviven. No me refiero a quienes están oteando el horizonte y ven nubarrones acercándose, sino a los que hacen previsiones desde un escritorio guiados por alguna teoría.
Quiero poner dos ejemplos, uno que avala la tesis de la decadencia de Estados Unidos y otro que la contradice.
El economista David P. Goldman sostiene en un documentado trabajo en Asia Times, que la imposición de aranceles al acero y al aluminio, no tiene ninguna posibilidad de rejuvenecer la base industrial de Estados Unidos (goo.gl/1yVxNy). Su análisis es contundente. Asegura que a partir de la década del 2000 hay un declive en la innovación y productividad en EU, porque el capital de riesgo dejó de invertir en la industria manufacturera.
La causa es típicamente capitalista: aversión a los riesgos por la caída de la tasa de ganancia. China hizo lo contrario, porque no es un capitalismo salvaje sino un capitalismo de Estado, que se dedica a proteger y subvencionar las industrias estratégicas para que la nación no vuelva a ser humillada, como sucedió con las tres invasiones que la postraron (las guerras del opio en el siglo XIX y la invasión japonesa en el siglo XX).
Las inversiones en tecnologías de punta han caído estrepitosamente en EU, siendo apenas un quinto de las que tenía a principios de 2000. La participación de Estados Unidos en las exportaciones mundiales de alta tecnología han caído desde 20 por ciento en 1999, a poco más de 5 por ciento en 2014, mientras China aumentó de 3 a 26 por ciento en el mismo periodo, señala Goldman (goo.gl/1yVxNy ).
Asegura que EU nunca enfrentó un competidor como China. Washington se limita a poner impuestos, como el que colocó a los paneles solares, pero Pekín sigue ganando simpatías al ofrecerse como adalid de la libertad de comercio. Los papeles se han invertido y ahora EU se está convirtiendo, en palabras de Goldman, en un productor y exportador de productos agrícolas y materias primas o semielaboradas con una base industrial atrofiada.
El segundo análisis fue publicado días atrás en el diario El Economista y muestra que EU se convertirá a partir de octubre en el primer productor de petróleo, desplazando a Arabia Saudita y a Rusia, y colocando a la OPEP a la defensiva. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), gracias al fracking la nueva producción de EU cubrirá más de la mitad del crecimiento mundial de la demanda de petróleo hasta 2023 (goo.gl/foDSzg).
Con 10 millones de barriles diarios, EU consigue una sólida independencia energética y además se convierte en gran exportador. Según la AIE, en 2019 los países que no pertenecen a la OPEP (como Canadá, EU, México, Rusia y Brasil, entre otros) producirán 60 por ciento del petróleo mundial (goo.gl/1ywm16).
Mientras la producción de petróleo de Venezuela cae a los niveles de 1940, la de EU bate todos los récords históricos y, cuestión más sorprendente aún, las exportaciones crecen de forma geométrica (89 por ciento en 2017), al punto que se estima que 40 por ciento de la demanda de las refinerías asiáticas quedará cubierta con petróleo estadunidense (goo.gl/ecjQMp). De haber sido un país históricamente dependiente de las importaciones petroleras, se ha convertido en muy pocos años en la gran potencia energética global.
Llegados a este punto, parece necesario hacer algunas precisiones.
La primera, es que creo que efectivamente EU es una gran potencia en decadencia. Este es el principal aspecto de la cuestión. Pero el declive no es lineal ni rápido, tiene contratendencias, como la que señalo arriba. Esto quiere decir que la transición hacia la hegemonía de China será más larga y compleja que la que podíamos prever años atrás y, seguramente, en el camino habrá acuerdos y crisis, que acelerarán y retardarán, a la vez, tanto la decadencia como el ascenso de nuevas potencias.
La segunda cuestión se relaciona con los modos de comprender y analizar lo que está sucediendo. Es muy habitual caer en la tentación de eliminar aquellos datos que contradicen nuestras previsiones y, sobre todo, nuestros deseos. Hasta cierto punto es una tendencia inevitable, pero deberíamos estar alertas para minimizar este riesgo.
La tercera, es que no hay leyes objetivas capaces poner fin a este sistema de muerte. Sólo la actividad humana, colectiva y organizada puede, a la vez, sofrenar esta barbarie y abrir grietas en el muro de la dominación.
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