Durante su campaña presidencial, muchas personas de todo el mundo malinterpretaron las declaraciones de Donald Trump
sobre las guerras "innecesarias" y la política exterior
intervencionista de Estados Unidos. Seguidores de Trump aplaudieron lo
que consideraban como una postura egocéntrica, 'América primero' antes
que los demás. Resolver los problemas y las necesidades de EE.UU. antes
que gastar el dinero y los recursos estadounidenses en otros países,
guerras lejanas o en esfuerzos para reconstruir o promover la democracia
en el mundo. Esta postura se veía manifestada en todos los aspectos de
la campaña de Trump.
Por ejemplo, el Acuerdo de París sobre el cambio climático
era malo porque a EE.UU. le tocaba hacer más que otros países (así lo
interpretaba Trump) para mitigar los efectos del calentamiento global.
Entonces, mejor retirarse. Además, el mandatario norteamericano ni
siquiera cree que el concepto del cambio climático es real —dio el
ejemplo de que el territorio estadounidense sufrió un invierno muy frío y
con mucha nieve— así que, obviamente, 'no hay calentamiento global si
hace tanto frío aquí'. Punto. ¿Está claro?
El político estadounidense también cuestionó el propósito de la guerra en Siria
y prometió no involucrar más a su país, una promesa que violó desde su
primer día en la Presidencia. Esa postura fue bien recibida por mucha
gente que pensaba, erróneamente, que Trump era antibelicista. Criticó
todos los acuerdos comerciales en los cuales estaba metido EE.UU. y
prometió salir o renegociarlos en términos más favorables para su país:
asegura que está en proceso, aunque sus socios dirían otra cosa.
Indicó que construiría un hermoso y enorme muro en la frontera con México
para acabar con todos los males que han contagiado a su inocente país
(drogas, crimen, violencia, actividades ilícitas... cosas que jamás se
inventarían aquí) y pagarían los mexicanos. Bueno, ya sabemos como ha
terminado esa historia: México nunca va a pagar ese muro y Trump casi ha
suplicado al Congreso que lo financie. Lamentablemente para su ego, sus
increíbles poderes de negociación se mostraron impotentes.
La política exterior de Trump
Sobre las guerras, Trump dijo que negociaría con Corea del Norte
para lograr la paz. Eso no funcionó muy bien durante su primer año y
casi nos llevó a una catástrofe nuclear. Sin embargo, aún no se pueden
sacar conclusiones porque, según la Casa Blanca, el presidente de EE.UU.
se comprometió a reunirse con Kim Jong-un
en mayo. Sin embargo, esa no es ninguna garantía de paz y, si el
encuentro no sale bien, podría resultar en incluso una guerra peor.
Donald
Trump siempre se quejó del acuerdo que lograron Barack Obama y sus
aliados occidentales para frenar el programa nuclear de Teherán. En
alianza con el ala dura de Israel, el mandatario manifestó (y ha
repetido) que no apoya ese acuerdo y negociaría algo mejor, aunque no
está claro que podría ser, más allá de la destrucción de Irán como
potencia regional a través de un cambio de regimen forzoso o una guerra
con consecuencias impensables. No obstante, hasta ahora ha mantenido y
vuelto a certificar ese pacto, aunque eso podría cambiar muy pronto.
Sobre Rusia,
Trump ha mantenido desde el primer día de su polémica carrera política
que quiere una relación mejor, más colaboradora y de beneficio mutuo.
Aunque lo ha intentado, el 'establishment' de Washington lo ha hecho
imposible. Primero, por las acusaciones de haber coludido con Moscú para
llegar a la Presidencia y, segundo, por las diferencias en política
exterior, que aún mantienen vigente una guerra fría 'de facto' entre
Occidente y Rusia.
Hay unos avances que parecían cumplir con las
promesas de Trump. El hasta ahora secretario de Estado norteamericano,
Rex Tillerson, estaba casi disolviendo al Departamento de Estado y la
diplomacia estadounidense, cosa que parecía en línea con la postura de
Trump sobre la "no intervención". Incluso, en el presupuesto para el
2019 uno de los pilares fundamentales de la política intervencionista de
Washington —la National Endowment for Democracy (NED), que se encarga
de financiar campañas, partidos políticos y ONG para avanzar la agenda
de Washington alrededor del mundo— quedó con menos de la mitad del
dinero para sus actividades injerencistas. La misión de "promover la
democracia" en el globo (o, mejor dicho, interferir, intervenir e
imponer) como componente principal de la política exterior
estadounidense parecía estar camino de la extinción con Trump, lo cual
no sería mal recibido en el mundo.
Cambios en su gabinete
En realidad, Donald Trump no es antiguerra ni antiintervencionista. De hecho, su concepto de 'América Primero' es hasta más intervencionista que una política globalista,
porque busca imponer la visión y voluntad de 'su América' (EE.UU.) por
todo el mundo y, a quien no le guste, no podrá hacer negocios con los
'Estados Unidos de Trump'. Las guerras son buenas para Trump cuando
avanzan su agenda y se pueden ganar; son malas solo si se pierden. Y eso
es realmente lo que dijo durante su campaña: que no se involucraría en
una guerra que "no se puede ganar", pero no que no promovería o se
metería en una guerra "ganable": un concepto absurdo, disociado e
irracional.
Por eso, antes de celebrar el
retiro de las garras imperiales y el fin de las guerras injustificadas,
hay que tomar nota de que Donald Trump se ha lanzado por la vía rápida y
dura. Sacó a Tillerson (vía Twitter) —considerado suave en comparición con los tradicionales halcones de Washington— y lo cambió por Mike Pompeo, el hasta ahora director de la CIA y un halcón de carrera, que fue congresista por el ala más ultraderechista y belicista
del Partido Republicano durante tres mandatos, aboga por comenzar una
guerra contra Irán y defiende políticas mucho más agresivas hacia Corea
del Norte, Rusia, China, Cuba y Venezuela, entre otros países. Su lugar
en la CIA lo ocupará la torturadora de oficio Gina Haspel, una veterana de la agencia con más de 30 años de servicio clandestino
en la división antiterrorista, donde desarrolló su especialidad en las
"tácticas de interrogatorio extremas", una bonita expresión para evitar
el término 'tortura'.
Si no fuera suficiente, el 'Gabinete de Guerra' de Trump estará coronado nada más y nada menos que por John Bolton,
el más belicista de los belicistas, que formó parte de los entornos más
poderosos de los gobiernos de Ronald Reagan y Bush padre e hijo. Cuando
era embajador de EE.UU. ante la ONU (sin haber sido confirmado por el
Senado), se hizo famoso por declarar que podrían eliminar 10 pisos de la
sede de ese organismo y no pasaría nada. Está totalmente en contra de
la cooperación internacional y a favor de la acción unilateral,
fue proponente y arquitecto de las guerras en Irak durante los dos Bush
y mintió descaradamente sobre la presencia de armas de destrucción
masiva para justificar la destrucción total de ese país de Oriente Medio
y la masacre de sus ciudadanos.
Además,
es miembro fundador del nefasto Proyecto para un Nuevo Siglo Americano
(PNAC, por sus siglas en inglés), un plan imperialista y neoconservador
que pretende acabar con todos los enemigos y adversarios de EE.UU. para
controlar los recursos estratégicos del mundo. De hecho, ha promovido
abiertamente la guerra contra Irán —escribió un famoso artículo de
opinión titulado 'Para acabar con la bomba en Irán hay que bombardear a
Irán'— y un ataque nuclear a Corea del Norte. En definitiva, es de la
línea más dura.
La misión principal de John Bolton es restablecer
el imperio estadounidense e imponer su poder en el mundo a través de la
fuerza, cuando sea necesario. Estuvo en contra del restablecimiento de
relaciones con Cuba que logró Obama y ha indicado que
tomaría una línea aún más dura que Trump contra esa isla. También ha
tenido fuertes palabras sobre Venezuela y todo indica que Caracas estará más en la mira de la Casa Blanca.
Como
asesor de Seguridad Nacional, será quien más accederá a solas a Donald
Trump y, probablemente, el presidente de EE.UU. le escuchará, porque
comparte mucho de su visión machista e imperialista, es fuertemente
antimusulmán y se trata de un ideólogo ultraderechista respetado en
Washington. Pensar que Bolton controlará todo el sistema de seguridad
estadounidense debería poner al mundo en alerta máxima.
Ese Trump
antiintervencionista que algunos creían que existía (no me incluyo) ha
sido enterrado. Ha surgido del infierno dorado de 'Trumplandia' el
Gabinete del Terror. Otra decisión desastrosa anunciada por Twitter que
podría tener consecuencias catastróficas para la humanidad.
Las
declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva
responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de
vista de RT.
No hay comentarios:
Publicar un comentario