En guatemalteco, la expresión
de a sombrerotiene varias acepciones. Puede aludir al que
nada le pide al cuerpo, sólo ir a recoger el cheque, o el que espera que le paguen sin ir a trabajar. O bien, el colado que concurre a un acto para armar bronca, tal como en días pasados lo hicieron Andrés Pastrana y Jorge Quiroga, ex gobernantes de Colombia y Bolivia a los que Cuba deportó por correveidiles de la CIA.
Optando por las dos primeras me pregunté, entonces, cuántos presidentes
de a sombrerohabían desfilado por las
Cumbres de las Américas(CA), desde la primera que tuvo lugar en Miami (diciembre de 1994). Así, y excluyendo a Pedro
el breve(el payaso que en abril de 2002, durante el golpe fallido contra Hugo Chávez, duró menos de 48 horas en el cargo), conté 84 presidentes
de a sombrero.
Del registro excluí a los dignos jefes de Estado o de gobierno del
Caribe anglófono y francófono, y a los seis que lo harán por primera vez
en la octava CA de Lima, prevista para el mes entrante: Jovenel Moise
(Haití), Mauricio Macri (Argentina), Michel Temer (Brasil), Lenín Moreno
(Ecuador), Pedro Pablo Kuczcinsky (Perú). Y, cómo no, al único que lo
fue en la realidad y la ficción: el gran Jimmy Morales, presidente de
Guatemala y actor principal de la película que dirigió: Un presidente de a sombrero (2007).
Naturalmente, a los 84 contados, hay que añadir y distinguir a los 13 presidentes que no fueron a las CA
de a sombrero: Bertrand Aristide (Haití), Lula da Silva (Brasil), Néstor Kirchner y Cristina Fernández (Argentina), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia), José Mujica (Uruguay), Fernando Lugo (Paraguay), Daniel Ortega (Nicaragua), Manuel Zelaya (Honduras), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Hugo Chávez y Nicolás Maduro (Venezuela).
Impulsada por el Departamento de Estado y su ministerio de colonias,
la OEA, los presidentes de la primera CA suscribieron un fantástico
pacto para el desarrollo, la prosperidad, y la conservación y fortalecimiento de la democracia. Allí estaban Carlos Menem (Argentina), Ernesto Zedillo (México), Violeta Chamorro (Nicaragua), Ernesto Samper (Colombia), Rafael Caldera (Venezuela), Alberto Fujimori (Perú), Gonzalo Sánchez de Lozada (Bolivia), Eduardo Frei-Ruiz Tagle (Chile), etcétera, y el fallecido dinosaurio Joaquín Balaguer, de República Dominicana, excelentemente pintado en la insidiosa novela de Mario Vargas Llosa, La fiesta del chivo (2000).
Sin embargo, aquella primera de las CA tuvo como telón de fondo la
espectacular irrupción del neozapatismo en el año que México ingresó al
TLC por la puerta de la cocina (enero). Junto con los magnicidios del
candidato presidencial Luis Donaldo Colosio (marzo), y del secretario
general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu (septiembre), y la
restitución en Haití del presidente Aristide, con ayuda del portaviones USS Eisenhower.
Convencidos del
fin de la historiay las ideologías, los presidentes
de a sombreroque fueron a Miami descontaban que
prontocaería la revolución cubana. Pero en proyección, ninguno supo vislumbrar el profético
por ahorade Hugo Chávez, luego del fallido golpe del 4 de febrero de 1992. Así como el sobreseimiento que el presidente Caldera le otorgó al líder de la revolución bolivariana, en marzo de 1995.
Dos años después, en víspera de la segunda CA (Santiago de Chile,
abril de 1998), el escenario político regional andaba medio estremecido
por la poblada contra el increíble presidente Abdalá Bucaram, a quien el
Parlamento de Ecuador destituyó por
insania mental(febrero de 1997). Tercer alzamiento popular que, por aquellos años, contaba con antecedentes similares: Fernando Collor de Melo, en Brasil (diciembre de 1992), y Carlos Andrés Pérez, en Venezuela (mayo de 1993).
Tapándose los oídos, los presidentes
de a sombrerobarajaron en Chile las recetas para la
preservación y fortalecimiento de la democracia, la
justicia y derechos humanos, la
integración económica y libre comercio, la
erradicación de la pobreza y la discriminación.
Sin embargo, en febrero de 2000, otra poblada terminaba con el presidente de Ecuador Jamil Mahuad, responsable del famoso
feriado bancario, la dolarización, y el consentimiento para que el Pentágono instalase una base militar en el puerto de Manta. Y a todo esto, en noviembre del mismo año, el Parlamento de Perú destituía al genocida Alberto Fujimori, por
incapacidad moral para ejercer el poder.
En la tercera CA (Quebec, abril de 2001), los presidentes
de a sombrerose lucieron discutiendo en torno a 18 temas, y adoptando nada menos que 254
mandatos(sic), destinados a ser letra muerta: democracia, derechos humanos, justicia, seguridad hemisférica, sociedad civil, comercio, gestión de desarrollo, desarrollo sostenible, desarrollo rural, crecimiento con equidad, educación, salud, igualdad de género, pueblos indígenas, diversidad cultural, infancia y juventud.
Todo eso pour la galerie. Pero en letra chiquita, el garrote del intervencionismo yanqui escondido: la mañosa
Carta Democráticade la OEA, en la que se afirma que un gobierno elegido en comicios libres y limpios, podía caer, en su ejercicio, en actitudes
antidemocráticasy
autoritarias.
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