Guatemala
Para evitar una fiscalización del quehacer público, se torpedea la nave del conocimiento |
La estrategia no puede
ser más transparente: restar a la educación y abonar al ejército. Es
decir, preparar las condiciones para la perfecta dictadura. En medio
queda el juicio ciudadano, el cual a los grupos en el poder les sirve
como tapiz para limpiarse la suela de los zapatos. En realidad, la
calidad educativa en Guatemala ha experimentado los embates del más
feroz sistema político-económico del que se tenga registro. Los estudios
de organismos internacionales y nacionales no pueden evitar poner en
evidencia las deficiencias de este pilar fundamental para la calidad de
vida y así aparecen los vergonzantes indicadores sobre baja escolaridad,
abandono escolar, analfabetismo y pobres resultados en las pruebas del
sector académico.
Como si la escasez de material didáctico moderno,
así como los obstáculos para la preparación profesional de maestros y
catedráticos no fuera suficiente, también está la infraestructura
ruinosa de escuelas e institutos públicos, carentes de lo más elemental
para realizar una jornada digna y productiva. Algunos carecen de
pupitres, otros de servicios sanitarios y las niñas, niños y
adolescentes que acuden a ellos son obligados a soportar los rigores del
clima y las malas condiciones de sus establecimientos educativos.
Sumado a todo ello está la actitud adversa de muchos padres de familia a
la educación de las niñas, a quienes por costumbre relegan a las
labores domésticas o del campo, condenándolas de ese modo a un futuro de
privaciones, maltrato, sumisión y escasez de oportunidades. Es decir,
un contexto en el cual no tienen modo alguno de escapar a toda una vida
de servidumbre. El sistema, si es que así puede llamarse a la carencia
de principios, reduce las perspectivas de desarrollo de las nuevas
generaciones, pero también las del país en su conjunto.
El
sector educativo, empezando por su ministerio y pasando por sus
sindicatos, ha sido un protagonista principal en todos los planes de
gobierno. Sin embargo, su protagonismo se ha orientado hacia objetivos
ajenos a brindar a la población estudiantil un sistema blindado contra
las manipulaciones políticas y del sector económico. La educación sigue
acatando instrucciones de entidades religiosas y de empresarios cuya
idea de educación consiste en generar cuanta mano de obra barata sea
posible, sin reparar en el daño que eso ocasiona a un sector tan
importante como la niñez y la juventud, pero también al país en general.
Por el contrario, el pequeño segmento de altos ingresos goza
de todos los privilegios por ser heredero de la cúpula económica
gobernante y, aunque cuenta con acceso abierto a una educación de primer
nivel, esta rara vez se refleja en una modernización del quehacer
público y mucho menos en una humanización de sus políticas. Más bien
queda plasmado en una mayor concentración de la riqueza y la
consiguiente profundización del abismo que lo separa del resto de la
población.
El desarrollo de un país es imposible sin un pueblo
educado y consciente de la importancia de su participación en la vida
pública. Para hacer esto posible, todo el esfuerzo del Estado se debe
enfocar a proporcionar las condiciones ideales para dar acceso a las
aulas a toda la población infantil sin excepción alguna; crear
institutos técnicos y vocacionales para restar fuerza al poder del
crimen organizado; romper el estereotipo sexista y trabajar a nivel de
las familias para evitar la discriminación contra las niñas y, por
último, elevar la calidad del profesorado ofreciendo capacitación y
mejores salarios en el marco de una institucionalidad sólida y
transparente.
La educación es la piedra fundacional de una sociedad desarrollada, equitativa y justa.
Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com
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