La presidenta argentina se la jugó. El Senado aprobó su proyecto de ley para la estatización del 51% de las acciones de la empresa Repsol-Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), una de las compañías energéticas en manos españolas más importantes del país. Esta empresa fue fundada como estatal en 1922, privatizada por el presidente Menem 70 años después, y ahora en el 2012, vuelta a estatizar. Esto puede leerse desde distintas miradas. Lo primero es lo simbólico: Menem privatizó esta empresa siguiendo las directrices definidas desde el Consenso de ashington.
Carolina Escobar Sarti
Nacionalizarla
de nuevo implica tomar distancia de ese referente, lo cual nos lleva a
la segunda mirada, que es la ideológica. Solo interesa aquí decir que
en el contexto político-ideológico de la Argentina actual, existe una
gran mayoría —incluso en la oposición— que apoya políticas de
estatización como la que acaba de promover el gobierno de la presidenta
Fernández Kirchner. Allí tenemos al Menem de hoy votando por la
estatización y a un Alfonsín diciendo: “Entre Repsol y el Estado, me
quedo con el Estado. (…) Repsol ha saqueado la Argentina, porque el
Estado lo dejó”.
La tercera mirada es la energética. Se produjo en Argentina un encarecimiento significativo de los combustibles durante los últimos dos años, ya que ese país estaba desabastecido de petróleo y los niveles de importación eran intolerables. En esto tuvo mucho que ver YPF, ya que estaba a cargo de más del 60% del mercado de combustibles e involucrada en el proceso de fijación de sus precios internos. La empresa ya no invertía en exploración, porque la inversión de esta etapa es altísima y no ofrece rendimientos seguros, así que se dedicó a explotar desmedidamente los pozos petroleros más rentables. ¿Hasta dónde afectaba esto la sostenibilidad energética del país en el mediano plazo?
Dado el primer paso, lo que viene no será fácil. En lo político-diplomático, las relaciones entre Argentina y España, y en consecuencia con la Unión Europea, viven fuertes tensiones y acomodamientos, a los cuales se suman las posiciones de organismos como el del Fondo Monetario Internacional, distante como nunca de Argentina y en desacuerdo con la estatización. Por otra parte, la empresa ahora estatal, necesitará una gestión eficiente, sólida y transparente que rompa con la tradición latinoamericana de privatizar o estatizar empresas, desde cualquier vertiente ideológica, para responder a intereses sectoriales, corporativos o clientelares de la clase política de turno.
Además, se habla de una YPF en crisis, así que para recuperarla y levantarla, hará falta una enorme inversión económica y mucha voluntad porque, al final, lo que importa es que el país pueda autoabastecerse energéticamente en un futuro no muy lejano. No cabe duda de que la presidenta argentina se la jugó de nuevo, y le puso la plana al presidente boliviano, Evo Morales, quien anunció hace un par de días la nacionalización de la Empresa Transportadora de Electricidad, manejada por Red Eléctrica Internacional, filial del Grupo Red Eléctrica de España. El sur, de nuevo, hace fuertes contrapesos en el continente americano.
La tercera mirada es la energética. Se produjo en Argentina un encarecimiento significativo de los combustibles durante los últimos dos años, ya que ese país estaba desabastecido de petróleo y los niveles de importación eran intolerables. En esto tuvo mucho que ver YPF, ya que estaba a cargo de más del 60% del mercado de combustibles e involucrada en el proceso de fijación de sus precios internos. La empresa ya no invertía en exploración, porque la inversión de esta etapa es altísima y no ofrece rendimientos seguros, así que se dedicó a explotar desmedidamente los pozos petroleros más rentables. ¿Hasta dónde afectaba esto la sostenibilidad energética del país en el mediano plazo?
Dado el primer paso, lo que viene no será fácil. En lo político-diplomático, las relaciones entre Argentina y España, y en consecuencia con la Unión Europea, viven fuertes tensiones y acomodamientos, a los cuales se suman las posiciones de organismos como el del Fondo Monetario Internacional, distante como nunca de Argentina y en desacuerdo con la estatización. Por otra parte, la empresa ahora estatal, necesitará una gestión eficiente, sólida y transparente que rompa con la tradición latinoamericana de privatizar o estatizar empresas, desde cualquier vertiente ideológica, para responder a intereses sectoriales, corporativos o clientelares de la clase política de turno.
Además, se habla de una YPF en crisis, así que para recuperarla y levantarla, hará falta una enorme inversión económica y mucha voluntad porque, al final, lo que importa es que el país pueda autoabastecerse energéticamente en un futuro no muy lejano. No cabe duda de que la presidenta argentina se la jugó de nuevo, y le puso la plana al presidente boliviano, Evo Morales, quien anunció hace un par de días la nacionalización de la Empresa Transportadora de Electricidad, manejada por Red Eléctrica Internacional, filial del Grupo Red Eléctrica de España. El sur, de nuevo, hace fuertes contrapesos en el continente americano.
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