La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, llega el martes a la mitad de su mandato, luego de dos años gastados en vanos intentos por remendar las fisuras fiscales del país, con la popularidad por los suelos y una extensa lista de promesas electorales incumplidas.
SAN JOSÉ.- “Definitivamente son dos años perdidos. Y uno podría decir peor: son dos años de retroceso en el manejo de la cosa pública y de pérdida de credibilidad de la ciudadanía hacia la clase política”, dijo el politólogo Víctor Ramírez.
A la vuelta de dos años, una encuesta de la firma Unimer publicada a comienzos de mayo refleja que sólo el 17 por ciento de la población califica como “buena” o “muy buena” la gestión de la mandataria, contra un 44% que la califica de “mala” o “muy mala” .
“Creo que quienes votaron por Chinchilla, en términos generales están profundamente arrepentidos y decepcionados” , expresó por su parte el secretario general de la poderosa Asociación Nacional de Empleados Públicos (ANEP) , Albino Vargas, cuyo sindicato representa a uno de cada 15 asalariados del país.
Un largo y fallido combate del gobierno para subir los impuestos exigió “un exceso de atención en los últimos 8 meses, se invirtió un gran capital político e implicó un desgaste muy grande, al punto de que muchos costarricenses consideran que la situación económica no está tan bien como (en realidad) está” , opina el ministro de Comunicación, Francisco Chacón.
Pero la variopinta oposición de cinco bancadas parlamentarias también arrastra su cuota de ineficiencia, ya que durante un año destronaron al oficialismo del control de la cámara única pero sin haber logrado en ese periodo hacer avanzar ningún proyecto clave.
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