Tegucigalpa, 21 may (PL) El caos y la muerte generalizados en Honduras no resultaron del empobrecimiento o del desempleo, sino de la muerte del aparente Estado con el golpe de 2009, afirma hoy el analista Ollantay Itzamná.
Los artífices del madrugonazo contra Manuel Zelaya rompieron material y simbólicamente con el mínimo orden establecido en el imaginario colectivo, violaron sus propias leyes, y a sus criminales les premiaron con la impunidad y puestos principales en las instituciones estatales, denuncia.
No existe ni tan siquiera un solo investigado por el delito del golpe de Estado y los centenares de asesinados, que ahora se cuentan por decenas de miles desde aquel fatídico acto, confirma en una crónica el intelectual latinoamericano, vinculado a los movimientos sociales en Centroamérica.
Bajo el título Honduras: La resignación y el pánico se apoderan de lo que queda del país, el autor expresa que el pánico y muerte prevalecientes evidencian la derrota intelectual y moral de las rústicas élites que por más de 190 años regentaron el Estado aparente en Honduras.
Recuerda que los gobiernos de Estados Unidos nunca dejaron de intervenir en el territorio, después de los ingleses. Desde finales del siglo XIX, las bananeras yanquis gobernaron (esquilmaron) el país en nombre del desarrollo que jamás llegó, expresa.
Luego, bajo la mentira de la lucha anticomunista, y ahora antidrogas, se establecieron bases y escuelas militares norteamericanas en el territorio, agrega el abogado y teólogo.
En Honduras existen tres bases militares, bajo la vigilancia de la IV Flota de la armada estadounidense, para garantizar el flujo de la cocaína hacia el Norte, asegurar el caos y el pánico en la población y desarticular a la sociedad organizada, según Itzamná.
Concuerda con quienes afirman que la oligarquía hondureña carece de la capacidad de compresión de la realidad del país y por ello recurre a los dictados de Washington o de seguidores fieles de estos.
El narcotráfico y las iglesias, con pequeñas excepciones, son apenas algunas de las organizaciones o instituciones que optimizan la violencia generalizada y la resignación de la población, opina.
La primera, con sus tradicionales prédicas de sumisión y culpabilidad para quienes procuran revertir ese estado de hecho. El segundo, porque fluye su cargamento, divisas y armas con total seguridad, y por rutas marítimas, terrestres y aéreas bien establecidas.
Dolorosa es la realidad de Honduras, cuyo nombre hace honor a un pueblo que se quedó sin Estado, sin instituciones, sin proyectos, ni esperanzas, ni sentido, lamenta el abogado y teólogo, lamenta el autor.
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