Mientras el G20 se pone de acuerdo en cómo medir las crisis, una ola de protestas sociales recorre el mundo. El incendio social se muestra incontenible desde Marruecos hasta Yemen, en el mundo musulmán, hasta Wisconsin, en el corazón del imperio estadunidense. En muchos de los casos, los levantamientos populares encuentran su explicación en los desequilibrios económicos mundiales que han derivado muchas veces por la vía de la especulación inescrupulosa, en un alza escandalosa de los alimentos o en la falta de libertades políticas. Esta realidad ha llegado a golpear las puertas de las reuniones internacionales, como la del G20, efectuada en París el 19 de febrero. Los ministros de finanzas tuvieron que escuchar al presidente del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, aseverar algo que todos sabían: por el alza en el precio de los alimentos, el mundo está llegando a un peligroso punto de inestabilidad política, y en los próximos dos años, podrían producirse disturbios y caer gobiernos.
A pesar de que ha sonado la alarma mundial, todo parece indicar que para los organismos internacionales (organismos gubernamentales, OG) tomar conciencia no significa actuar en consecuencia. Hasta ahora, las medidas anticrisis tomadas por el G20, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sólo son paliativas. Las disposiciones de los OG han sido tomadas a destiempo. Por increíble que parezca, los ministros de Finanzas del G20, tras negociaciones con los países emergentes encabezados por China y Brasil, sólo han logrado ponerse de acuerdo en cómo medir los desequilibrios de la economía mundial. Por supuesto, existen tecnicismos atrás de este compromiso, pero la realidad sigue rebasando por mucho los convenios alcanzados. La prueba es que se prevé que la avalancha de protestas sea aún mayor de lo que se ha visto. Ello por el aumento de precios de los alimentos, que ya ha provocado que 44 millones de personas hayan sido incorporadas a la pobreza. Según el BM, entre octubre de 2010 y enero de 2011, los costos de los alimentos aumentaron 15 por ciento. Cabe recordar que el Banco Mundial sitúa el umbral de pobreza en unos ingresos de menos de 1.25 dólares al día. Desde abril de 2010, el BM se hace cargo del Programa Mundial para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria, por mandato del G20, pero cuestiones como el déficit, la guerra de divisas o la reforma financiera lo habían sacado del foco de atención de los dirigentes internacionales. Esto significa que hay razones más importantes que el hambre del pueblo, a pesar de que, según este Programa, el trigo ha sido uno de los alimentos básicos que más ha subido, duplicando su precio entre junio de 2010 y enero de 2011. También el maíz ha experimentado un vertiginoso ascenso, con una subida del 73 por ciento, según la institución con sede en Washington. Además de ello, según otro estudio elaborado por el mismo organismo, los precios de los cereales seguirán “volátiles” y por encima del promedio histórico hasta, al menos, 2015.
¿Hasta dónde llegará el descontento social y en qué región del mundo se encenderá la mecha de la inconformidad? En nuestro continente, Latinoamérica parece tranquila, ya que ahí se han dirimido la mayoría de las inconformidades sociales por la vía electoral. La explicación se encuentra en que los gobiernos regionales han tomado disposiciones económicas que han dado resultados positivos a la crisis financiera internacional. Así lo ha señalado recientemente la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (Cepal) al considerar que “los efectos negativos de la crisis económica y financiera global, la peor desde la década de 1930, sobre América Latina y el Caribe han sido bastante menores a los que inicialmente se habían temido. Si bien en 2009 se interrumpió un periodo de expansión y el producto regional se contrajo un 1.9 por ciento, el impacto de la crisis fue acotado debido a la aplicación de políticas fiscales y monetarias contracíclicas por parte de muchos gobiernos de la región”. La Cepal espera también que la tasa de desempleo regional baje 0.6 puntos porcentuales, del 8.1 por ciento registrado en 2009 al 7.5 por ciento en 2010. El más reciente boletín de la Cepal, Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe, agrega que “la mejora de las condiciones comerciales y financieras internacionales, así como el repunte de la demanda interna impulsada por las políticas macroeconómicas hacen posible que las estimaciones de crecimiento de la economía de la región para 2010 se sitúen, según diversas fuentes, en torno al 6 por ciento”.
Por otra parte, al Norte de América Latina, la inconformidad reaparece. En México, en donde el salario mínimo es de menos de 5 dólares al día, la tortilla de maíz, el alimento nacional de base, ha aumentado hasta llegar a prácticamente 1 dólar el kilogramo –un aumento del 15 por ciento–. La especulación no es ajena a este proceso inflacionario, pues para los industriales del ramo el aumento del precio de este producto no se justifica, ya que las grandes empresas tienen las bodegas llenas de la cosecha primavera-verano. Es así como en este país la situación alimentaria se deteriora rápidamente, pues entre enero y febrero de 2010 los productos de la canasta básica aumentaron casi 80 por ciento, por lo que los habitantes de la capital del país llegan a destinar casi 10 días del salario mínimo para comprar los 27 productos de la canasta básica.
En Oaxaca se desató una protesta en la segunda semana de febrero por la visita del Ejecutivo, la cual fue duramente reprimida por fuerzas locales y federales, como en 2006, cuando hubo muertos y desaparecidos.
Mientras tanto, en Estados Unidos, como lo señala la prensa internacional, se prende la llama de la protesta en Wisconsin. Desde mediados de febrero, se calienta la región de los grandes lagos. Wisconsin es la cuna de uno de los sindicatos más grandes de funcionarios públicos y enfermeras del país. A partir de enero de este año, Wisconsin es gobernado por Scott Walker (republicano). Éste, al inicio de su gestión, otorgó de inmediato una amnistía fiscal a empresas multinacionales y estatales, que costó a las arcas del estado 170 millones de dólares. Aunado a ello, el gobernador decidió unilateralmente suspender los derechos de negociación de todos los sindicatos de trabajadores públicos y doblar la cantidad de contribuciones que éstos hacen al fondo de pensiones. En forma paralela, convocó a la Guardia Nacional para sofocar cualquier conato de protesta. Sin embargo, los ciudadanos de Wisconsin han salido a la calle para desafiar el estado de sitio impuesto por el gobernador. El jueves 17 de febrero, 30 mil estudiantes fueron a la huelga. El viernes 18, más de 70 mil funcionarios públicos volvieron a protestar en Wisconsin contra ley antisindical y la ciudad de Madison, sede del gobierno estatal.
Parece que el G20 y los organismos internacionales no tienen prisa en ordenar lo que ellos desordenaron. Ese trabajo es de otras instancias. Así nos encontramos en vísperas de una posible invasión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a Libia, noveno productor entre los 12 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. País que exportó a Europa, en 2010, una media de 1.06 millones de barriles diarios, según la Agencia Internacional de la Energía. Por el momento, el brote de manifestaciones en contra y a favor del gobierno libio ha hecho subir el barril de Brent del Mar del Norte hasta 105.08 dólares en el Inter Continental Exchange de Londres, un precio que no se veía desde el 25 de septiembre de 2008, cuando inició la crisis económica mundial. Mientras tanto, el G20 se ocupa de medir las crisis.
*Doctor en derecho de la cooperación internacional por la Universidad de Toulouse I, Francia
No hay comentarios:
Publicar un comentario