En plena crisis económica, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña, Francia y España iniciaron el sábado pasado una invasión militar a Libia que ya despierta un creciente rechazo a nivel mundial.
Los bombardeos desatados implican civiles muertos, aunque el Pentágono lo niegue, y un cada vez más claro objetivo de conseguir al precio que sea el petróleo de esa nación del norte de África.
Pero el despliegue de fuerzas imperialistas también comienza a mover los engranajes del “negocio de la guerra”, aunque en lo interno los países que encabezan el ataque atraviesen serias dificultades económicas y sociales.
Con índices de desocupación pocas veces visto en la historia, como el caso de Estados Unidos (más del 9%) y España (20%), y avalando recortes a presupuestos y gastos sociales para paliar el déficit, las potencias occidentales no se detuvieron en los problemas estructurales y desataron una guerra de agresión que implica utilizar millones de dólares.
Tanto el presupuesto fiscal 2012 presentado por el presidente de Estados Unidos Barack Obama, como el anunciado por el ministro británico de Economía, George Osborne, para el mismo período, incluyen reducciones en sectores como la educación y la salud, y el aumento de impuestos.
En el caso del gobierno estadounidense, uno de los pocos puntos del presupuesto que aumentó drásticamente es el relacionado a Defensa, que alcanza a 671.000 millones de dólares, aunque el Pentágono todavía exige 708.300 millones de dólares, donde 160 millones son destinados para las invasiones en Irak y Afganistán
En el caso británico los salarios sufrirán un descenso durante dos años, se congelarán los beneficios sociales destinados a la infancia y se esperan reducciones de puestos laborales en el sector público.
La revista National Journal calculó que en el primer día de ataques contra Libia, Estados Unidos gastó más de 100 millones de dólares y que el operativo podría superar los 1.000 millones.
La publicación detalló que los buques norteamericanos lanzaron en esa primera jornada un total de 112 misiles de largo alcance Tomahawk, cuyo costo por unidad oscila entre un millón y 1,5 millones de dólares.
En tanto, el Centro para Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias calculó que en la “etapa inicial” de la invasión, las fuerzas imperiales podrían tener un gasto de entre 400 millones y 800 millones de dólares.
National Journal agregó que el costo de la vigilancia de la zona de exclusión aérea podría ser de entre 30 millones y 100 millones de dólares semanales.
Si los ataques se mantienen por un largo período, el Pentágono podría solicitar al Congreso estadounidense fondos suplementarios, más allá de su presupuesto anual.
En tanto, la cadena BBC señaló que cada misil lanzado por Gran Bretaña costó 700.000 dólares, mientras que la salida del avión de combate Tornado se sitúa en unos 40.000 dólares.
Si las declaraciones del secretario estadounidense de Defensa Robert Gates son ciertas, acerca de que la agresión militar a Libia no tiene una fecha límite, el gasto comenzará a erosionar los ya reducidos presupuestos, pero será un nuevo espaldarazo para el complejo militar-industrial que todavía sigue facturando por sus “buenos servicios” en Afganistán e Irak.
Leandro Albani / AVN
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