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martes, 1 de octubre de 2019

Argentina en la trampa de la deuda



“Las deudas se pagan. Las estafas, no” Claudio Lozano, economista y político argentino.
“O comemos o pagamos la deuda” Guillermo Pacagnini, sindicalista argentino.
 
La deuda externa de los países periféricos es sencillamente impagable. Lo saben las organizaciones financieras internacionales y lo sabemos todos. Se trata, como también sabemos todos, de un instrumento de dominación a través del cual esos organismos internacionales imponen sus decisiones que, invariablemente, agudizan las penurias de los pueblos.
Argentina está endeudada prácticamente desde su independencia y a partir de 1976, cuando el golpe cívico-militar, todos los gobiernos la aumentaron.
En realidad la deuda se pagó ya muchas veces y sin embargo continúa agrandándose y ahora, el país ni siquiera tiene recursos para solventar los intereses. Argentina tiene que pagar más de 40 mil millones de dólares anuales en ese concepto y si las cosas le marchan muy bien alcanzará un superávit entre 11 y 13 mil millones de la misma moneda.
Las exigencias del Fondo Monetario Internacional para Argentina son similares a las que imponen en todos los países del mundo que solicitan préstamos: rebaja de salarios, despidos, privatización de empresas estatales, reformas laborales y jubilatorias, etc.
Además se trata de una deuda ilegítima, ilegal, odiosa e insostenible como han demostrado insistentemente, varios economistas a lo largo de los últimos años. El mismo FMI violó sus estatutos al prestar dinero al país en una situación de fuga de capitales.
En otras palabras, la deuda es una estafa al pueblo. El macrismo no destinó ni un dólar de todo el dinero que pidió al FMI a solucionar los innumerables problemas de las clases populares. Contrajo deuda para pagar deudas anteriores y también sirvió para la fuga de capitales (el 70% de lo recibido se fugó).
Con Macri Argentina aumentó la pobreza hasta límites inconcebibles. Casi el 40% de la población está en esa situación y el 15% directamente en la indigencia. Más de la mitad de los niños sufren hambre y desnutrición y hubo que declarar al país en emergencia alimentaria. La desocupación subió hasta superar el 10%, el peso sufrió una devaluación brutal y llegó a 60 pesos por dólar lo que repercutió en los precios al consumidor e hizo inaccesible para la mayoría los alimentos esenciales.
Sería interminable repasar la lista de calamidades a causa de las medidas neoliberales aplicadas por el gobierno de Macri que no son otra cosa que el fiel cumplimiento de las exigencias del FMI.
Para resumir digamos que el pueblo sufre las consecuencias de esta deuda fraudulenta y los beneficios van a otros bolsillos.
La esperanza que no se pierde
Ante semejante panorama la decisión de Cristina Fernández de volver a presentarse para las elecciones del 27 de octubre, renovó la ilusión de la mayoría que no encuentra otra salida mejor para aliviar su sufrimiento. La expresidenta eligió a Alberto Fernández para encabezar la lista y ella se ubicó de candidata a vicepresidenta. Un gesto dirigido a tranquilizar a los inversores , al mercado, acreedores varios y especialmente al FMI. El candidato a presidente dejó una frase reveladora en ese sentido: “Hay que honrar la deuda”, dijo.
¿Hay que honrar la deuda?
Ambos Fernández se empeñan en declarar que pagarán las deudas rigurosamente. No dicen cómo. Solo anticipan que renegociarán con el FMI. Tampoco dicen bajo qué condiciones. En todo caso de ninguna manera sería una solución, sino un aplazamiento del dolor. Una pausa para tomar aire y seguir soportando penurias.
Esta deuda tramposa e impagable ¿no merece siquiera una auditoría? Una deuda llena de irregularidades donde, por ejemplo, el acuerdo con el FMI no pasó por el parlamento y que el gobierno no estaba facultado legalmente para hacerlo ¿no sería conveniente separar la deuda legal y legítima (si la hubiera) de la fraudulenta? ¿No sería conveniente poner término a la tremenda injusticia que significa hacer pagar la deuda a quienes precisamente son perjudicados por la deuda?.
¿Cómo es posible que se diga que hay que honrar tanta injusticia y tanto daño a los sectores populares a los que se supone quieren representar? ¿Cómo se puede honrar lo ilegal e ilegítimo?
Frases para la desesperanza
Alberto Fernández declaró en Entre Ríos a favor del agronegocio transgénico, causa de graves enfermedades para la población.
Cristina Fernández, en Misiones, apoyó con entusiasmo al extractivismo y dijo que “Vaca Muerta es una oportunidad fantástica para agregar valor a toda la cadena de valor y desarrollo” Y para que no haya dudas de sus intenciones agregó: “Quieren hacer creer acá dentro del país o afuera que estamos en contra de las multinacionales. Fui yo la que hice el contrato entre YPF y Chevrón”
Alberto Fernández anticipó que “ya estamos trabajando para que las inversiones de producción de litio cuenten con un marco legal que brinde seguridad jurídica”
Además el candidato a presidente pidió a los trabajadores que reclaman justicia en las calles de todo el país, que abandonen esa lucha, que ya vendrán tiempos mejores.
No viene mal recordar que Alberto Fernández llegó al Parlamento, hace unos años, porque integraba una lista electoral que encabezaba nada menos que Domingo Cavallo, uno de los peores recuerdos de todos los argentinos. Aunque hay que admitir que algunas personas suelen cambiar.
Por su parte Cristina Fernández hace alarde de ser más capitalista que Macri ¿es posible que crea que se pueden encontrar soluciones para los oprimidos dentro del capitalismo dependiente?
Y en un asunto tan importante como la legalización del aborto, CF opinó que había que unir los pañuelos celestes (los que se niegan a legalizarlo) con los pañuelos verdes (que solicitan un aborto legal, gratuito y seguro). O sea revueltos pero juntos. Una ambigüedad que minimiza la lucha feminista de años.
Hacerle el juego a la derecha
No se puede hacer otra cosa. Esto es lo que hay. Las cosas son así. Es Cristina o es Macri. Es lo menos malo. No le hagamos el juego a la derecha. Son justificaciones a las que se aferra la gente en estado de desesperación. Y es absolutamente comprensible.
Pero ¿no es mejor saber de qué se trata? ¿No es aconsejable entender cuáles serán los límites que habrá que enfrentar para poder empujar con mayor criterio hacia una sociedad justa y auténticamente democrática?.
No se trata de estar en contra de Alberto y Cristina Fernández por cuestiones ideológicas. Ni de un cuestionamiento de ultra izquierda, como se suele acusar a estos planteamientos. Sino de conocer mejor a los candidatos para que la esperanza no sea vana. Y de paso, es bueno también saber que hay otras opciones de izquierda que le darían al Congreso un carácter más abierto. Se trata de que la triste historia de las decepciones no se vuelva a repetir.

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