En la tercera década
del siglo pasado, Bertolt Brecht expresó que la radio podía jugar un
importante papel en la educación, y apuntó que eso no sucedía porque a
los sectores dominantes no les interesa educar a la juventud en la
perspectiva del colectivismo.
A casi un siglo de distancia, el
poder hegemónico actúa en contra de las mayorías y utiliza los medios de
comunicación para atribuir a los sectores que le adversan la culpa de
sus acciones.
Los medios de comunicación al servicio de las
élites globales han tendido una cortina de humo, logrando ocultar lo que
debe ser evidente: el imperialismo utiliza los más sucios mecanismos
contra los proyectos de desarrollo dirigidos a favorecer a las mayorías.
Como parte del accionar imperialista contra América Latina, se
destaca la prolongación del bloqueo contra Cuba (a pesar de 25
resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas contra esta
medida criminal); la guerra económica contra Venezuela, sostenida con
apoyo de Estados Unidos y de algunas potencias europeas, y la
prolongación de la violencia en Nicaragua (sin obviar la crítica al
gobierno de Daniel Ortega por las medidas neoliberales impulsadas, hay
que decir que el poder imperialista trata de instalar en el gobierno a
las élites que coordinan la subordinación).
Y no se puede
subestimar la importancia de medidas orientadas por los estrategas
imperialistas a favor de la derecha latinoamericana como la persecución
contra los dirigentes progresistas más populares en Brasil (se logró
impedir la presentación como candidato de Lula Da Silva, tras la
destitución con tramposos recursos de Dilma Rousseff) y el intento de
convertir en prófugo de la Justicia al expresidente de Ecuador Rafael
Correa.
La OEA y sus sombras
El objetivo de
frenar el avance político en América Latina, es compartido por la
ultraderecha y por una parte importante de la derecha regional y en este
momento pauta la acción de los servidores del poder estadounidense a
nivel global. Los estrategas yanquis buscan posicionar de nuevo a la
derecha neoliberal para que esta le sirva como agente en la tarea de
disminuir la influencia de China, de Rusia y de la propia Unión Europea
en el Hemisferio Occidental.
No es casual que se hayan hecho
sentir en la región las voces de Luis Almagro, secretario general de la
Organización de Estados Americanos (OEA), y Diego Arria, acaudalado
opositor venezolano (no es justo asociar su nombre al gentilicio, pero
de algún modo hay que decir que nació en Venezuela), quien a finales de
la década de 1960 fue director del Banco Interamericano de Desarrollo.
Almagro
y Arria han solicitado la intervención militar yanqui en Venezuela.
Arria mantiene su posición y la expresa sin pudor en los medios más
recalcitrantes de Miami, y Almagro, por la repulsa que generaron sus
declaraciones, emitidas desde Cúcuta, Colombia, el pasado día 14,
pretendió luego suavizar el pronunciamiento, aunque no puede borrar de
la memoria colectiva lo que dijo.
Arria fue un cercano
colaborador de Carlos Andrés Pérez y dio protección a muchos saqueadores
y delincuentes políticos en Venezuela. Pedirle dignidad es mucho.
Almagro,
procedente del Frente Amplio de Ecuador, renegó y sirve a los intereses
yanquis. Es justa la petición, firmada y difundida por intelectuales
del continente, de que sea retirado de la secretaría general de la OEA,
pero hay que solicitar también que ese organismo sea disuelto y su lugar
sea ocupado por una organización no tutelada por el poder imperial y
que sirva realmente a los intereses de América Latina.
Surgió como ministerio de colonias (conocida frase del guerrillero heroico) y no es posible que se convierta en algo distinto.
Si,
como organismo, no reacciona ahora separando de su silla principal a
Almagro, es porque los dirigentes del sistema, que la han utilizado para
dar apariencia de legalidad a las acciones invasoras, la necesitan
ahora como agente impulsor de las mismas. ¡Qué vergüenza!
Los serviles y el amo…
Cuando
el ultraderechista senador Marco Rubio expresa que entiende necesario
“aumentar la colaboración” entre Estados Unidos y Colombia para actuar
en todos los frentes contra el gobierno de Venezuela, disfraza de
propuesta un proyecto en marcha.
En realidad, a Iván Duque le ha
sido asignado el papel de vecino hostil, en cuyo desempeño realiza
pronunciamientos, busca consenso diplomático para subir el nivel de las
acciones de agresión y ofrece apoyo económico y logístico a los
conspiradores venezolanos.
“No vamos a dejar que nuestro país
caiga en las fauces del populismo, que tantos males les ha traído a los
hermanos venezolanos” dijo tras ser proclamado candidato a mediados del
año pasado.
El pasado 17 de agosto, se reunió con James Mattis,
el siniestro secretario de Defensa de Estados Unidos, llamado el Perro
Rabioso, por las acciones cometidas bajo su dirección en diversos
escenarios de guerra.
“Venezuela es un problema de seguridad”,
manifestó ante la prensa con el asentimiento de Duque el hombre a quien
se le atribuye el arengar a los soldados yanquis con frases como: “Es
divertido disparar a la gente…”.
El propio Trump pronunció el
apodo al anunciar su nombramiento: "Vamos a nombrar a 'Perro Rabioso'
Mattis como nuestro secretario de Defensa".
Iván Duque, de
seguro tuvo el mismo pensamiento al seleccionar a Guillermo Botero en el
mismo cargo en Colombia. Guillermo Botero, el anfitrión formal de
Mattis, no es un militar, pero sí un dirigente empresarial (preside
desde hace 13 años la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco)
allegado al criminal expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Fue difundida también la conversación de Duque con Mike Pence sobre la necesidad de derrocar el gobierno de Venezuela.
Hay
que agregar a esto que Duque posó junto al presidente de Paraguay,
Mario Abdo Benítez, y junto a Juan Carlos Varela, presidente de Panamá,
jurando luchar contra el gobierno de Venezuela.
Estas gestiones
han sido la antesala de la reunión anunciada con el propio Donald Trump
para el próximo martes en Estados Unidos, y permanece también el anuncio
de que en noviembre se reunirán de nuevo siendo Trump el visitante.
Se
evidencia ahora que el papel que ha asignado a Colombia el poder
estadounidense en la jornada de agresiones a los gobiernos progresistas
de América Latina, ha obligado a los dos sectores rivales del
ultraderechista Centro Democrático (el dirigido por Uribe y el
encabezado por Juan Manuel Santos) acepten la alternabilidad en la
presidencia.
El entendimiento es una imposición para dar continuidad a la tarea impuesta por el amo… Agresores y serviles.
En
la tarea de criminalizar la rebeldía, los medios de comunicación han
realizado históricamente un eficaz servicio a la clase dominante.
En
un orden mundial incapaz de condenar en forma vinculante las peores
acciones del poder, la guerra económica es un arma contra los pueblos, y
encuentra terreno fértil la propaganda imperialista alrededor de la
emigración numerosa y de las carencias.
En un acto de descaro sin
precedentes, Donald Trump utilizó hace unos días en la campaña a favor
del Partido Republicano el nombre de Venezuela. Acusó a los demócratas
de socialistas radicales y de intentar sacrificar a los estadounidenses
para financiar los servicios a los inmigrantes, y dijo que es necesario
lograr mayor presencia republicana en los organismos legislativos,
porque, de lo contrario, Estados Unidos se convertirá en otra Venezuela.
La politiquería tiene el mismo rostro en los países pobres que en los centros de dirección del capitalismo.
Y los saqueadores se pueden organizar por categorías, pero tienen las mismas señas.
La delincuencia del poder hegemónico es de tal magnitud que le alcanza para sembrar carencias y aprovecharse de ellas.
Si
Bertolt Brecht observó que los sectores dominantes se niegan a formar
en el colectivismo a la juventud, Malcolm X, décadas después, resumió la
misma idea en una sencilla advertencia: “Si no estáis prevenidos ante
los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al
oprimido”.
A pesar de esto, la efectividad de la propaganda tiene
un límite, y hay que apostar a la conciencia de nuestros pueblos y a su
capacidad para vencer los obstáculos que impiden la articulación
efectiva de la Patria Grande.
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