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jueves, 27 de septiembre de 2018

El eterno Poema de Amor de los salvadoreños


En su búsqueda por fundirse con lo que creemos podríamos llamar el espíritu nacional, el poeta salvadoreño Roque Dalton creo su Poema de Amor. En él, el poeta sintetiza toda una realidad que reduce a los salvadoreños a vivir en un mundo aparte. Un mundo de tipo darwiniano que, cómo él escribió, hace de los salvadoreños: los hace lo todo, los come lo todo. Los primeros en sacar la cuchilla o que mueren cruzando la frontera o de fiebre amarilla en las selvas. En las que llenan los burdeles o que, en la lejanía, lloran borrachos cantando el himno nacional. Siendo a esos salvadoreños que Roque Dalton, en el momento culminante de su poema, les llama: «los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos».
Roque Dalton, con su poema, refleja (denuncia) entonces toda una realidad erigida en sistema dominante; bajo el control, casi total, de una alianza política-económica ampliamente codiciosa, arribista, rapaz. Peculiaridad que la lleva hasta el extremo de manipular, de podrir, con el fin de lograr sus objetivos de enriquecimiento rápido, toda ley, toda institución. Y que, por el hecho mismo, es esa alianza política-económica la que, como seres desechables, arroja a los pobres del país a una especie de limbo social; en donde, para ellos, el existir se convierte en el más grande problema de la vida misma.
Es entonces esa realidad social (prácticamente organizada para destruir, para pervertir toda forma de humanismo), que Roque Dalton sitúa en el centro de su reflexión creadora. Pero él, no se queda en el lamento sentimental del poeta. Al contrario, diríamos, que fue ella (la realidad) la que le llevo a mutar su poesía en acción revolucionaria. Y con ambas en su poder intentar, como él escribiera: que del pus naciera la flor. Flor añorada que desde el exilio le hacía escribir, en otro de sus poemas: volveré con mi ojo de lince, con mis purgantes, con mis botellas de aguarrás, para sanear, para lavar de tantas inmundicias a ese país. Para hacer después de él, un país nuevecito. ¡Ahí, donde se cura el jiote!
Diríamos pues que en la persona de Roque Dalton y su obra (no solo poética sino que también histórica, política y sociológica) se puede seguir casi paso a paso, las contradicciones de un sistema elitista dominante que, en su momento, saltarían por los aires para darle vida, forma a una de las guerras civiles más sangrientas de la historia de la América latina.
Y pasando ya de lo particular a lo general, diríamos entonces que Roque Dalton perteneció a toda una generación de intelectuales salvadoreños que, en sus análisis, ponían en el centro de sus polémicas, reflexionar sobre las causas que, desde siempre, han hecho de El Salvador, un país inviable para sus mayorías. Es claro que la crítica contenía en sí las propuestas que, según esos intelectuales, sacarían a El Salvador de su estado de perpetua agonía.
Destacamos que, con el correr del tiempo, la idea que hegemonizaría en la política nacional de inspiración popular sería la del cambio estructural-revolucionario; visto como el camino a seguir para resolver, de manera real y permanente, los problemas más acuciantes de la nación. Acto histórico en donde «los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos» serían los grandes hacedores del nuevo proyecto político nacional; con el cual, ellos esperaban ponerle fin a la barbarie oligárquica para después, era la creencia, reconstruir un país en donde sus necesidades, sus anhelos pasarían a ser parte esencial de la nueva agenda política nacional.
Pero sucedió que el conflicto socio-político que, en sus comienzos tenía aspiraciones puramente reformistas, se radicaliza. Y, con ello, una implacable e interminable guerra civil atraviesa al país entero. Pero es de destacar que, a pesar de todo el terror organizado desde el Estado hecho de guerra sucia, de guerra psicológica, de estrategias militares de tierra arrasada, la resistencia de los campesinos, de los obreros, de los estudiantes y otros sectores populares no cedía. Al contrario diríamos que, a más represión, a más brutalidad militar, la resistencia popular, utilizando la acción directa como método de lucha principal, se volvía cada vez más desafiante más radical.
Lo que en otros términos significa, que fue la resistencia-determinación popular la que, en primer momento, desarmó políticamente a la alianza oligárquica-militar. Para, en un segundo momento, esa resistencia popular mutada ya en un pueblo en armas, sentar en la meza de negociaciones a una de las dictaduras más malvadas, más carniceras de la América latina.
Ante esa larga secuencia de dolor, destrucción y muerte en donde los unos luchaban por conservar sus atávicos privilegios mientras que los otros luchaban por hacer de El Salvador un país más humano más equitativo nos preguntamos: ¿Después de todo ese esfuerzo colectivo hecho de muertos en combate, de desaparecidos por los escuadrones de la muerte, de heridos y mutilados de guerra, de torturados y exiliados que, en su conjunto, se cuentan en centenas de miles, qué es lo que realmente cambio en ese país? Y la respuesta más idónea, viendo el desarrollo de las cosas desde una perspectiva popular, parece ser que nada realmente cambio. Y prueba de ello es que, El Salvador, sin transición alguna, pasó de la guerra civil a la guerra social(1).
Por sus altos niveles de pobreza y violencia, El Salvador de ayer y de ahora continúa siendo entonces el descrito por Roque Dalton en su Poema de Amor. Pero entre El Salvador de ayer y el de hoy existe una diferencia abismal. Puesto que para Roque Dalton (que su vida de militante revolucionario fue dedicada a expandir la fe, la confianza en la revolución) todo indica que para él, los las salvadoreños (ñas) como proletarios, con la revolución, solo perdían sus cadenas.
Roque Dalton le cantaba, luchaba entonces por esa esperanza, por ese nuevo amanecer. E igualmente en El Salvador muchos y muchas inspirados en ese ideal vieron sintieron el motivo suficiente para consagrarse a una causa noble. Por la cual valía la pena vivir de pie pero nunca (y en ello, se iba la vida misma) de rodillas.
Ese sería El Salvador de inspiración popular de ayer que, como planteado, no tiene nada, absolutamente nada que ver con El Salvador de hoy. En dónde después de una larga y sangrienta guerra civil, la paz y la democracia pactadas por la ARENA y el FMLN en 1992 no contenían otra cosa que los gérmenes de una nueva matanza; que hace de El Salvador, según las estadísticas, uno de los países más violentos del mundo.
Pero más allá de ese nuevo caos, nosotros no perdemos de vista que, algún día, los salvadoreños, viviendo su eterno Poema de Amor, recuperaran su memoria, su rebeldía histórica. Y que en esos momentos otros Roques deseosos de limpiar, de lavar a ese país de tantas inmundicias, aparecerán en el horizonte. Y con «los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos» recomenzaran a buscar otros molinos de viento, para continuar deshaciendo los entuertos hechos: A los hace lo todo, a los come lo todo de El Salvador.
Referencias

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