El
segundo semestre de 2018 ha estado fuertemente marcado por un
incremento de la movilización social en diferentes países de la región.
Diversas marchas, protestas, plantones, paros, huelgas, ocupaciones,
etc. han copado las agendas políticas de los gobiernos de la derecha
regional.
Tanto aquellos que asumieron la
presidencia con la promesa de ‘cambio’ (caso del argentino Gobierno de
Mauricio Macri); como quienes ofrecieron ‘estabilidad’, pero dieron un
giro de 180o con su política económica, social y
geoestratégica respecto del Gobierno anterior (buen ejemplo de ello es
Lenín Moreno, en Ecuador); así como los que representaron opciones
continuistas de sus predecesores (en Honduras, Guatemala, Costa Rica y
Paraguay) hoy son presa de multitudinarias manifestaciones en respuesta a
políticas económicas de ajuste, o a las acciones y omisiones asociadas a
la corrupción de sus propias formaciones políticas.
La inestabilidad política en Argentina,
Ecuador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y Paraguay emerge y lo hace no
de forma coyuntural, sino como producto de un malestar social latente,
que los administradores de la derecha regional no han sabido atajar. No
lo han hecho siquiera en el mediano plazo, como es el caso de los
gobiernos de Mauricio Macri, Lenín Moreno y de Jimmy Morales. Y tampoco
en el corto plazo: en Honduras, Costa Rica y Paraguay los gobernantes
electos entre finales del 2017 e inicios del 2018 ni siquiera alcanzaron
a experimentar la llamada “luna de miel” postelectoral.
Las movilizaciones que amenazan la
estabilidad política de los gobiernos de la derecha regional han tenido
altos niveles de participación de jóvenes y, especialmente, en
Argentina, Ecuador y Costa Rica han movilizado a los sindicatos y
trabajadores públicos, reacios a las medidas de ajuste que afectan
fundamentalmente a las clases medias y a las capas sociales más
vulnerables. Por ello, se puede decir que, a diferencia de otras
movilizaciones que han tenido lugar en la región -las cuales han estado
marcadas por la participación de formaciones y de grupos opositores a
los gobiernos de turno- en las movilizaciones que están teniendo lugar
en Argentina, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Guatemala y Paraguay hay un
componente pluriclasista que define una perspectiva de amplia
participación de la ciudadanía indignada.
Y, a pesar de la amplia participación
social al interior de los países, la repercusión mediática internacional
y el seguimiento por parte de organizaciones supranacionales defensoras
de los derechos humanos y la democracia ha sido menor. Más bien son las
redes sociales y los medios no tradicionales los que marcaron la pauta
informativa. A su vez, se han convertido en espacios de denuncia a las
violaciones de derechos humanos que han tenido lugar después de las
respuestas violentas alentadas por los gobiernos, cuya salida es la
represión, persecución, criminalización y tortura de personas que
demandan un cambio de rumbo.
Este informe tiene como objetivo
analizar la casuística de los países previamente indicados, a fin de
identificar escenarios y perspectivas comunes de la inestabilidad de los
gobiernos de la derecha latinoamericana, que, en un breve periodo de
tiempo, acumulan un importante desgaste, resultado de las políticas
neoliberales y la salvaguarda de la corrupción al interior de sus
propias filas.
Argentina, la gran crisis
El 25 de septiembre se desarrolló el
segundo paro nacional de trabajadores en contra del Gobierno de Mauricio
Macri, que fue respaldado por todos los sectores sindicales,
organizaciones populares y la mayoría de la ciudadanía. Se llegó a este
punto luego de que Macri, en menos de tres años, llevara al país a una
crisis económica fruto de un shock neoliberal, con una
gigantesca brecha interna y endeudamiento externo (31 mil millones de
USD más, sólo en 2018). Esta deriva que facilitó la fuga de capitales,
destruyendo la industria nacional, el consumo interno, generando la
inflación más alta desde el 2002 y una devaluación del peso argentino
que llega al 100,2 %[i].
De forma ágil, el Gobierno Macri avanzó
en la estrategia de quitar derechos individuales y sociales para ampliar
el margen de ganancia de los capitales, con la promesa de ‘lluvia de
inversiones’ extranjeras. Bajar salarios, dolarizar las tarifas de
servicios y borrar los avances en materia de distribución de la riqueza
durante los gobiernos progresistas de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández fue la receta inicial de una promesa de ‘cambio’.
Desde 2016, es evidente el incremento de
la movilización social en respuesta a las medidas económicas que van
afectando a más ciudadanos. Las movilizaciones contra las tarifas de
servicios domiciliarios se han multiplicado (el servicio de energía
eléctrica ha subido 1.300% y el de gas 1.000%[ii]).
Las movilizaciones en contra de la abrupta disminución del presupuesto
de educación pública (que ha golpeado duramente el salario de maestros y
profesores de la educación básica) han alcanzado a aglutinar cerca de
medio millón de personas.
El punto más alto de esas movilizaciones
fue contra la reforma previsional, a finales del año 2017, cuando, de
forma transversal, la sociedad se expresó en masivas protestas para
tratar de impedir el ataque al poder adquisitivo de los jubilados.
Dichas marchas fueron duramente reprimidas por la policía e ignoradas
por la mayoría parlamentaria macrista. Sin embargo, significaron un
punto de inflexión en la imagen del Gobierno y el respaldo ciudadano a
esas movilizaciones logró la primera derrota simbólica para el macrismo[iii].
Durante todo el año 2018, cada sector
social afectado por el ajuste ha desarrollado movilizaciones por el
salario y contra las políticas neoliberales. También se ampliaron las
movilizaciones feministas, que venían creciendo desde años anteriores y
llegaron a un punto histórico con tres grandes y multitudinarias
manifestaciones: el paro feminista del 8 de marzo y las vigilias de
junio y agosto frente al Congreso en respaldo a la ley de legalización
de la interrupción voluntaria del embarazo[iv].
El impacto social de las políticas
económicas del Gobierno no sólo es visible en las calles, también lo es
en el rechazo –incluso de una porción de votantes del macrismo– a su
gestión: el 61% la desaprueba, el 19% aprueba algunas cosas y sólo el
16% aprueba toda la gestión[v].
Lo que falta y lo que viene
El ajuste neoliberal no termina, el
Gobierno de Macri anunció nuevas y peores medidas en contra de la amplia
mayoría social. Este fin de año será de mayor conflictividad, la
inflación no cede, la devaluación continúa de la mano de la especulación
financiera y la actividad industrial se desploma. Macri advierte que
vendrán tiempos para ‘poner el hombro’, es decir, que la situación para
las y los trabajadores empeorará. La respuesta seguirá siendo de
movilizaciones que podrían escalonarse, en la medida en que la comida
falte en la mesa.
La situación empieza a parecerse más a
la década de los noventa. Con los fantasmas de la hiperinflación y del
corralito financiero, el Gobierno tendrá que lidiar con el 2019, año de
la elección presidencial y de una parte del Congreso. El escenario
político sigue estando abierto, pero las condiciones favorables para el
Gobierno, con la gran ayuda del blindaje mediático, se deterioran. En la
actualidad el oficialismo sólo cuenta con el respaldo del núcleo duro
de la derecha argentina y del Poder Judicial que está haciendo la tarea
para impedir la unificación de la oposición, en la ex presidenta
Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo la mejor posicionada en las
encuestas.
Ecuador: el final de la luna de miel de Lenín Moreno
La luna de miel del Gobierno de Lenín
Moreno ha terminado y, paulatinamente, Ecuador se ha insertado en un
escenario de efervescencia social. La Confederación de Nacionalidades
Indígenas del Ecuador (CONAIE), el Frente Unido de Trabajadores (FUT) y
la Unidad Popular –hasta hace poco aliados de Moreno– fueron los
primeros en mostrar públicamente su descontento por el escaso resultado
de los diálogos y la capitulación a los poderes económicos. Ya
anunciaron movilizaciones. El correísmo, por su parte, concretó la
tercera marcha y se posiciona como la principal fuerza de oposición,
rompiendo un cerco mediático de tremendas dimensiones, e inédito en la
historia contemporánea del país.
A pesar de haber construido un discurso
de ‘diálogo’, Moreno se aleja de la base social y con ello erosiona su
popularidad. Dentro de su estrategia para descorreizar el país,
no supo cómo sintonizar con las grandes mayorías, ni pudo articular un
movimiento anti-Correa de izquierda. Prefirió repartir rápidamente el
poder entre la derecha y las antípodas del correísmo.
En este escenario el Gobierno se
encuentra huérfano, tanto de coherencia ideológica con el plan de
gobierno de Alianza País, como de una visión programática y de gestión
del país. En 16 meses Moreno ha gestionado el Estado, aprovechando la
institucionalidad que dejó Correa, pero sin impronta propia. Su plan
estrella “Toda una Vida” es una continuación de lo que fue la Revolución
Ciudadana durante los 10 años.
Sin embargo, el Gobierno fundamenta su
visión en la crítica al modelo anterior. En principio, la crítica no es
mala en tanto y en cuanto exista una destrucción creativa, en
los términos de Sombart. No obstante, Lenín Moreno ‘avanza’ recuperando
las políticas previas a la Revolución Ciudadana y restableciendo viejos
equilibrios de poder. Es un Gobierno anacrónico que no ofrece una visión
de futuro en ningún ámbito.
En lo económico las incoherencias son
aún más claras. Abandonó los postulados del progresismo y, rápidamente,
dio luz verde para una agenda de austeridad a la carta: despidos a
funcionarios públicos, subida de los combustibles y, al mismo tiempo,
rebaja y perdón de impuestos a los más ricos, y contratación de deuda
pública para financiar a los importadores. Éstas y otras medidas colocan
a Moreno como neoliberal en lo económico y conservador en lo político.
Los poderes que lo apoyan pensaron que
con la persecución judicial a Correa y un escándalo mediático semanal
podrían dar oxígeno a la gobernabilidad. Las cifras le dan la espalda y
se acerca peligrosamente a un escenario de ingobernabilidad. Moreno
evita, por ahora, una caída libre de la popularidad porque tiene un
paracaídas: el cerco mediático de las corporaciones de la comunicación.
¿Qué se espera a futuro?
El caso de Ecuador es sui generis
porque, a diferencia de los otros países, el ejercicio del poder del
Gobierno de Moreno no responde a un conflicto clásico de disputa
gobernante-grupos de presión. Moreno no sólo es un político con ausencia
de liderazgo, también muestra signos de no querer ejercer el poder;
prefirió delegarlo. Tácitamente él deja entrever que su vida política
termina en 2021. En esta repartición del poder es donde el escenario se
oscurece: Lenín Moreno se posiciona como un político descartable, pero
al mismo tiempo encarna el puente hacia un nuevo equilibrio político,
por ahora desconocido. ¿Quién verdaderamente gobierna? ¿Hacia dónde se
dirige el nuevo equilibrio político en Ecuador?
Hace unos días el Movimiento CREO, de
Guillermo Lasso, denunció el cobro de diezmos por parte de asambleístas
–de diferentes bancadas– a sus asesores. El Partido Social Cristiano
(PSC) y la presidenta de la Asamblea han declarado que esto es un
intento por desestabilizar la Asamblea. Parece ser que la grieta dentro
de la derecha política se agranda con un Lasso disminuido (por motivos
de salud) y un Nebot que opera oficialmente dentro del Gobierno. En el
medio, el grupo Ruptura de los 25 (ex socio de Rafael Correa y hoy en la
derecha) cobra protagonismo y juegan desde el oficialismo a ser una
bisagra entre Carondelet y los diversos operadores políticos que se
disputan el poder. En este ejercicio, Ruptura compite a la interna con
amigos personales de Moreno, entre ellos Gustavo Larrea.
A pesar de que hoy todos los grupos
tienen el mismo objetivo, borrar el legado de Rafael Correa, este
equilibrio se proyecta como efímero. Pronto los grupos a la interna
deberán disputar el espacio vacío que ha dejado Moreno. Por su parte,
los poderes económicos, tanto de la costa como de la sierra, parecen
alcanzar un equilibrio estable al ser parte del frente económico, y
continuarán pujando por achicar el gasto público y los impuestos para
regresar al Estado del 2006.
Honduras, inestabilidad en una democracia restringida
Honduras mantiene un ambiente político
de inestabilidad desde el proceso electoral culminado en diciembre de
2017, que concluyó con la reelección presidencial de Juan Orlando
Hernández (JOH), en medio de un proceso que fue declarado como
fraudulento por todas las fuerzas políticas opositoras, grupos de
observación internacional independientes y hasta por la misión de
observación electoral de la OEA.
Las movilizaciones y el malestar de la ciudadanía se mantienen por la acción principal de la Convergencia Contra el Continuismo[vi],
del Partido Libre y de otros movimientos sociales y de trabajadores,
que en todo el territorio nacional se han expresado en contra del fraude
y de la continuidad del actual presidente. Las últimas movilizaciones
masivas congregaron a miles de manifestantes el pasado 30 de agosto y el
16 de septiembre, con una respuesta represiva y de estigmatización
estatal en contra de la ciudadanía[vii].
El presidente Hernández logró imponerse a
la fuerza y con el apoyo principal de los EE. UU. y la OEA, sobre la
alianza opositora liderada por Salvador Nasralla. Éste, en medio de las
masivas movilizaciones postelectorales, abandonó la alianza con el
Partido Libre y decidió participar en un diálogo propuesto por el
reelecto presidente, un intento de gobernabilidad que no logró disminuir
el enojo de la ciudadanía por la represión, el apresamiento de
manifestantes y el asesinato de líderes ambientales. Todo ello en medio
de un creciente escándalo de corrupción estatal que alcanza a un amplio
grupo de legisladores del Partido Nacional y el Partido Liberal, y que
también involucra a Hernández y su familia, después de los informes
realizados por la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en
Honduras-MACCIH[viii].
El resultado de todo ese proceso es un
modelo de empobrecimiento neoliberal que utiliza la fuerza policial y
militar para ahogar las voces alternativas[ix],
y que cuenta con un aparato estatal al servicio de esa continuidad,
como lo demostró el Tribunal Supremo Electoral, que a la fecha no ha
logrado explicar con claridad la desaparición de actas electorales y la
denuncia de fraude. La ciudadanía, las organizaciones estudiantiles, el
campesinado, grupos ambientalistas y sectores políticos siguen en las
calles reclamando otro orden social, ampliando una grieta institucional
abierta desde el golpe contra el presidente Zelaya (2009). Tal escenario
que puede catalogarse como de ‘democracia restringida’, donde el poder
presidencial y de las fuerzas policiales termina subyugando los derechos
ciudadanos a la libre expresión, a la protesta social y a la demanda
por justicia social.
Guatemala, se profundiza la crisis institucional
Una salida de las élites guatemaltecas a
la crisis institucional desatada por los escándalos de corrupción
terminó convirtiéndose en un eje articulador y transversal de
movilización popular por el enojo y la indignación de la sociedad
guatemalteca. El presidente Jimmy Morales llegó al Gobierno en el 2015
con el objetivo de conjurar la grave situación institucional que supuso
la renuncia del ex presidente Otto Pérez Molina, producto de las
evidencias de corrupción demostradas por la Comisión Internacional
Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)[x].
Sin embargo, sus actuaciones se encaminaron a la continuidad del
régimen político del que hacía parte su antecesor y buena parte de los
poderes Legislativo y Ejecutivo.
La CICIG viene demostrando la anterior
afirmación con sendos procesos de investigación y denuncias que apuntan
hacia Jimmy y su familia. Ante tal situación, el presidente trató de
expulsar a la CICIG, apoyado por las bancadas de los partidos de
gobierno. Intentó escabullirse del antejuicio solicitado por la Fiscalía
que lo acusa de financiamiento electoral ilícito. Ambas intenciones de
Morales fueron revertidas por la enorme movilización social y por la
persistencia de la Fiscalía[xi].
En las calles de Guatemala se está cambiando el escenario político
nacional, que en el 2017 había favorecido a Morales cuando el Congreso
se negó a desaforarlo por una primera causa de corrupción electoral,
investigada por la Fiscalía y apoyada por la CICIG.
Las movilizaciones no cesan: desde hace
semanas las plazas de ciudad de Guatemala son el escenario de
manifestaciones ciudadanas, indignadas y cansadas de la palpable
corrupción, y de un sistema de partidos que facilita el continuismo de
quienes hasta ahora han gobernado ese país. De las consignas por la
defensa de la CICIG y de su comisionado, el jurista colombiano Iván
Velásquez (a quién Morales trató de impedir su entrada a Guatemala), las
movilizaciones pasaron a exigir la renuncia del presidente, apoyadas
por un sector del Poder Judicial que reconoce un 98% de impunidad en las
causas judiciales por corrupción.
Sin que ningún sector político
alternativo a las élites se perfile como canalizador de este
descontento, las movilizaciones siguen creciendo y recibiendo apoyos de
sindicatos, de organizaciones sociales y de una pequeña parte de la
opinión pública internacional. Por ahora, las movilizaciones ciudadanas
han logrado que se inicie el antejuicio a Jimmy Morales en el Congreso y
que la CICIG continúe su labor de apoyo al Ministerio de Justicia. Si
el clima de tensión social aumenta en las calles es posible que para
Morales los días como presidente estén contados.
Costa Rica: ¿fracturada otra vez?
Tres meses después de su elección, el
presidente Carlos Alvarado enfrenta una prolongada huelga, luego de que
abriera paso a una regresiva reforma fiscal, con medidas como: 1) la
instauración del IVA al 13% destinado a servicios[xii]; 2) el impuesto sobre la canasta básica del 2%; 3) el impuesto a las medicinas del 4%,[xiii]
y; 4) el impuesto sobre organizaciones cuyos alquileres superen a dos
salarios mínimos (1.490 USD), el cual ha generado críticas de
Restauración Nacional debido a la afectación que sufrirían las iglesias
evangélicas[xiv].
El ‘Combo Fiscal’ –como se le denomina popularmente– deja al Ministerio
de Hacienda como el ente que definirá el destino del presupuesto
gubernamental si la deuda del Gobierno central fuera del 50% del PIB,
generando amenazas para programas sociales fundamentales para la
población menos favorecida[xv].
Ante el desalentador panorama, la Unión de Centrales Sindicales[xvi]
convocó una huelga nacional para el pasado 10 de septiembre. Desde sus
inicios fue declarada como indefinida, en tanto el Gobierno no saque del
debate legislativo el ‘Combo Fiscal’. En términos generales, la huelga
fue muy amplia y sostenida principalmente fuera de la Gran Área
Metropolitana[xvii].
Además del paro de labores, se han llevado a cabo marchas, bloqueos de
carreteras, puentes y puertos, claves para la economía. Según la Unión
Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial (UCCAEP),
las pérdidas alcanzan los 120 mil dólares semanales, siendo los
principales afectados los agronegocios de piña y banano, dada la
imposibilidad de transportar sus mercancías, que ahora deben ser
tratadas como desechos[xviii].
La respuesta gubernamental fue la
represión, la no escucha y la negativa a postergar de Combo Fiscal. Han
sido distintos los conatos de violencia propiciados por la policía, que,
para repeler al movimiento, ha utilizado gases lacrimógenos, el arresto
de trabajadores y la violación de la autonomía de la Universidad de
Costa Rica.
Por su parte, Carlos Alvarado y Rodolfo
Piza (ministro de la Presidencia) sostienen que la huelga es
injustificada e ilegal, por lo que iniciaron un proceso con los
Tribunales de Trabajo para declararla como tal. En paralelo, se instauró
una mesa de diálogo, con la mediación de la Iglesia católica. Este
proceso ya ha sido identificado como largo y poco conciliador, pues
ambas posturas son profundamente contrarias. Esto ratifica el escenario
de inestabilidad social de cara a los próximos meses. De acuerdo a la
encuesta más reciente del Centro de Investigación y Estudios Políticos
(CIEP), el 65% de ciudadanos apoya la huelga. Además, la respuesta del
Gobierno de Carlos Alvarado respecto a la Huelga Nacional, es valorada
con un 4.3, en una escala del 1 al 10 (donde 1 es la mínima valoración y
10, la máxima)[xix]“.
Paraguay, la política escrachada
Pasaron tan sólo unos días de la
elección presidencial en Paraguay del 22 de abril, cuando se dio
comienzo a un proceso de movilización colectiva que ha tenido un fuerte
impacto en la dinámica política del país. La ciudadanía, indignada ante
la falta de probidad de los congresistas y la inoperancia de la
Justicia, promovió la movilización para repudiar la impunidad otorgada
al diputado colorado José María Ibáñez.
Su renuncia, tras días de escraches y
protestas callejeras, fue el primer triunfo de un movimiento que se ha
saldado con la salida del órgano legislativo del también político del
partido Colorado, Óscar González Daher.
Las movilizaciones impulsadas por el
autodenominado Grupo de Ciudadanos Indignados (GCI), para limpiar las
cloacas de la política paraguaya continúan, y lo hacen no sólo en contra
de los políticos del Partido Colorado (que contiene en sus filas un
importante contingente de corruptos[xx]),
sino que también han permeado las filas de otros partidos, como UNACE,
con la renuncia de Jorge Oviedo Matto al Senado, así como el Liberal,
con la creciente presión sobre el diputado Carlos Portillo (a quien el
presidente del partido, Efraín Alegre, solicitó la renuncia).
El escenario del presidente Mario Abdo
(Partido Colorado) fue anunciado por la Misión de Observación Electoral
de la Unión Europea, que criticó encontrar candidatos imputados en las
listas electorales que se presentaron el 22 de abril. En efecto, los
comicios se desarrollaron en un contexto de malestar creciente de la
ciudadanía frente a la clase política, y una demanda generalizada de
cambio, ambos, signos de una crisis de representación que se sigue expresando en un aumento de la conflictividad social.
El panorama no ofrece una perspectiva de
estabilidad para un presidente que empieza su Gobierno con una bancada
legislativa manchada por la corrupción y que pone en aprietos la gestión
de un país altamente polarizado. Abdo se mueve cautelosamente en una
interna partidaria dividida y con escasa gobernabilidad parlamentaria:
su partido no cuenta con una mayoría propia en el Senado: tiene 17 de 45
escaños, 11 le son fieles y el resto son del movimiento contrario,
Honor Colorado, que lidera Horacio Cartes.
En Paraguay el espacio de la lucha
anticorrupción está siendo copado por los ciudadanos que se organizan
ante la insostenible situación. La oposición continua sin avanzar en la
articulación y la capitalización de estas demandas. Por lo pronto,
ningún actor político se constituye como liderazgo alternativo que
consolide en los próximos cinco años una comunidad política capaz de
arrebatar la hegemonía al coloradismo, cuya formación está lastrada por
la corrupción y las prácticas clientelares y, más recientemente, por las
prácticas nepóticas del presidente Abdo[xxi].
Reflexiones finales
Los gobiernos de la derecha regional
avanzan en un clima de alta inestabilidad política y social. La
implementación de políticas de ajuste económico, la ausencia de diálogo
con los principales actores sociales y sindicales, la falta de claridad
en cuanto a una hoja de ruta del accionar político e institucional y la
corrupción como factor inherente a sus formaciones políticas son las
tres variables que fundamentan la situación de conflictividad social.
La comunidad internacional atiende de
forma insuficiente la situación de emergencia social que viven los
países citados en este trabajo. El mutismo frente al aumento de la
pobreza en Argentina, que cerrará 2018 afectando al 30 por ciento de la
población -más de 13 millones de personas, cuando a fines de 2017 se
encontraba, tras dos mediciones a la baja, en un 25,7 por ciento[xxii]-,
o la omisión de la represión violenta a los manifestantes en países
como Honduras, ponen en duda el papel de los medios de comunicación
internacionales y de las instituciones supranacionales en cuanto a su
compromiso con la democracia.
La tensión social es latente y se
instala en diversos sectores de la sociedad, por ello no se evidencian
perspectivas de alivio en el corto plazo. Esto servirá para socavar aún
más la legitimidad de las derechas entre la ciudadanía, generando que
los gobiernos que dieron continuidad a la avanzada conservadora en la
región sean mucho más frágiles e inestables que los que lideraron la
década ganada. Para algunos de ellos –los conservadores en lo político y
neoliberales en lo económico– la carrera apenas comienza; otros ya
llevan encima el desgaste de varios años que lastran el camino a la
reelección. La clave de la disputa estará entre las opciones políticas
capaces de capitalizar el hartazgo colectivo desde una perspectiva de
impugnación a quienes acabaron con la paz social.
[iii] http://www.consensopatagonico.com.ar/nota/4004-Reforma-previsional-El-gobierno-tuvo-una-derrota-politica-muy-fuerte
[v] https://vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_716/id_7535/el-61-de-los-argentinos-desaprueba-la-gestion-de-macri
[vi]http://www.conexihon.hn/index.php/opiniones/776-el-30-a-nos-convoca-la-convergencia-popular-contra-el-continuismo
[vii]https://www.hispantv.com/noticias/honduras/388282/opositores-reprimidos-protesta-independencia-hernandez-injerencia-eeuu
[x]La
CICIG opera bajo el mandato de las Naciones Unidas, avalada por un
convenio con el Estado de Guatemala firmado en el año 2006.
[xi]https://mundo.sputniknews.com/americalatina/201808291081559791-congreso-guatemala-antejuicio-presidente-jimmy-morales/
[xii] Extendiéndose a compras por internet así como otros servicios –Netflix y Spotify-.
[xiii]Tales
como: reducción del monto a la dedicación exclusiva, anualidades, pago
de horas extra y los nuevos incentivos serán modificados solamente por
la Ley. Todos los derechos anteriores son denominados como privilegios
por parte del Gobierno, sin que este considere a la brecha que sea crea
con las personas interinas –personas trabajadoras que no cuentan con una
plaza de trabajo-.
[xv]
Según el Instituto Nacional de Estadística (INEC) la pobreza disminuyó
en un 1,2% por Puente al Desarrollo, proyecto social estrella de la
administración Solís Rivera.
[xvi] La cual nace en 2018.
[xvii]
El centro urbano costarricense, conformado por: San José, Heredia,
Alajuela y Cartago. Es importante destacar que estas provincias cuentan
con espacios rurales también.
[xviii]https://www.prensalibre.com/economia/costa-rica-huelga-sindicatos-perdidas-economicas-sealan-empresarios-se-normaliza-abastecimiento-de-combustible
[xix] https://www.ucr.ac.cr/noticias/2018/09/21/encuesta-del-ciep-costarricenses-proponen-renegociar-el-proyecto-fiscal.html
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