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viernes, 21 de septiembre de 2018

RINDE HOMENAJE LA OSPAAAL A UNO DE SUS FUNDADORES, EL COMPAÑERO PRESIDENTE SALVADOR ALLENDE



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Allende, tal es la magnitud del legado
Por Lourdes Cervantes*
Es un deber de honor rendir homenaje al Presidente mártir Salvador Allende en el 45 aniversario del golpe fascista contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile.
Corresponde especialmente porque la trayectoria política de Allende --en radical y revolucionario ascenso-- registra su participación, como jefe de la delegación unitaria, subrayo unitaria, del Frente de Acción Popular de Chile en la Conferencia Tricontinental de La Habana en 1966, lo que lo convierte en fundador de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL).
Es muy pertinente hacerlo porque la experiencia chilena encabezada por Allende es precursora en Nuestra América de un camino de disputa del gobierno por la vía electoral burguesa, y de disputa gradual del poder sobre la base de un programa trasformador de la propiedad --esencialmente de los recursos naturales y de la tierra-- y de distribución de la riqueza en favor de los desposeídos; que se legitimará 27 años después, con la victoria electoral del Presidente Chávez en Venezuela en 1998, como un auténtico camino emancipador hacia la justicia, la soberanía y la integración continental.
Lo que en su momento constituyó un suceso político único en 1970, devino en regularidad en los umbrales del siglo XXI. El movimiento telúrico de signo revolucionario y progresista que ha vivido América Latina y el Caribe luego del triunfo electoral de Chávez, al cual siguieron sucesivas victorias progresistas en una decena de países es, probablemente, el mejor homenaje al Presidente mártir en relación con su concepción de lucha contra el neocolonialismo y el imperialismo.
Cuando a la oleada emancipatoria en ascenso en nuestra región se opone la brutal embestida del poder aún más concentrado y transnacionalizado de la oligarquía y el imperialismo, que no perdonan la rebeldía popular latinoamericana y caribeña frente a la perpetuidad de la desigualdad, la pobreza y las injusticias, es muy oportuno recordar a Allende y la experiencia de la Unidad Popular en Chile; porque nada se parece más al preámbulo de guerra no declarada y a aquel golpe fascista sangriento, que los métodos de Guerra No Convencional igualmente criminales que se aplican hoy contra la Revolución Bolivariana, la Nicaragua sandinista, o los golpes de nuevo tipo que han tenido lugar en Honduras, Paraguay y  Brasil, por solo mencionar algunos ejemplos de lo que constituye en el presente la ofensiva contrarrevolucionaria dirigida a derrotar, a barrer, los procesos progresistas nuestroamericanos.
Cuando nuestra lucha y resistencia requiere como nunca de la unidad de todos los sectores y de todos los actores que creemos en un futuro de dignidad, prosperidad y justicia para nuestros hijos, unidad que tiene que construirse sólidamente a escala nacional y continental alrededor de un programa común, es deber moral recordar el legado de un hombre que sin abandonar sus convicciones no pecó de sectarismos, e incluso asumió los riesgos que impone la solidaridad militante, que honró la palabra empeñada a su pueblo, que creyó en la verdad y en la bondad, que tuvo el valor de pagar con su vida propia el error de no concebir la traición.
Tal es la magnitud de su legado.
¡Gloria eterna al Presidente y compañero Salvador Allende!
*Palabras de la Secretaria General de la en el homenaje a Salvador Allende, celebrado en la sede de la OSPAAAL, el 20 de septiembre, con la participación de representantes políticos y diplomáticos de Chile, Colombia, Cuba, Guinea, Palestina, República Arabe Saharaui Democrática, Siria y Vietnam.


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Allende, 45 años
Por Alex Soza Orellana*
Septiembre sigue siendo para mí, mes de fiestas, de victorias, de traiciones, de crímenes, de héroes, de sacrificio, de esperanzas, de historia y memoria viva; que en todo sus contenidos, aciertos y errores, enrumban necesariamente a compromisos para un futuro mejor.
Resalta sobremanera en este mes la figura de nuestro presidente Salvador Allende, que un 4 de septiembre y por cuarta vez asumía la responsabilidad de ser el candidato a la presidencia de la República por una coalición unitaria de partidos y organizaciones políticas llamada Unidad Popular. Continuidad, si se quiere, de otras instancias y con el mismo protagonista: Frente del Pueblo y Frente de Acción Popular.
En cada uno de esos momentos históricos la candidatura de Salvador Allende era respaldada por un programa popular, antimperialista y antioligárquico, donde primaban medidas y acciones de justicia social, de bienestar y prosperidad para la mayoría de los chilenos, fundamentalmente para la clase trabajadora. Un programa que era la base de la unidad, resumen colectivo de años de lucha del movimiento social y popular del pueblo chileno. Así resulta entonces que el 4 de septiembre de 1970, hace 48 años, el Doctor Salvador Allende triunfaba en las urnas por un estrecho margen, contra el candidato derechista Jorge Alessandri y Radomiro Tomic del Partido Demócrata Cristiano.
El triunfo  de 1970 y el proceso revolucionario encabezado por Salvador Allende no hubieran sido posibles sin el desarrollo previo de un poderoso movimiento popular, resultado de años de empeños para construir una unidad de las fuerzas políticas de izquierda, movimientos sociales y organizaciones progresistas; pero en el que fue determinante la unidad comunista-socialista, fuerzas que representaban lo más aguerrido y consciente de la clase obrera chilena; y por supuesto la tenaz y consecuente presencia de Salvador Allende.
Nosotros, los comunistas chilenos, somos allendistas y hacemos nuestro el legado y mandato de su obra. Allende durante esos últimos 20 años ejerció un claro liderazgo, con una indoblegable consecuencia, siempre fiel a sus ideas, que lo llevaron en más de una ocasión a discrepancias en su propio partido. Fue un constructor de movimientos sociales. Siempre reiteraba que el cambio revolucionario es una necesidad para llevar adelante las demandas del movimiento social, del pueblo de Chile, y para ello era esencial una alianza política amplia.
Si revisamos la historia del Partido Comunista de Chile, se puede constatar la vocación unitaria de nuestra organización. La historia de nuestro partido es historia de grandes alianzas populares, amplias, para conseguir avanzar en la construcción de una sociedad profundamente democrática y justa para todos, dan fe de ello el Frente Popular, la Alianza Democrática, el Frente del Pueblo, el Frente de Acción Popular y la Unidad Popular. Después del 11 de septiembre se mantiene esa política, con el Frente Antifascista y otras instancias en la que participamos en tiempos de dictadura y en los gobiernos concertacionistas.
En ese andar, acompañamos a Salvador Allende desde 1952, cuando aún estábamos en la ilegalidad. Un Allende que no tenía el total apoyo de su partido, que en ese momento de dividió y un segmento “populista” apoyó a Carlos Ibáñez del Campo, que fue el electo. Entonces Allende alcanzó solo el cuarto y último lugar con unos 52 mil votos. Fue una campaña intensa y agotadora, recorrió todo el país, acompañado de nuestro camarada Elías Lafferte con el lema “El pueblo a la victoria con Allende”. No se logró la victoria, no era probable alcanzarla, pero se sembró la semilla con las consignas de: Por el pan y la libertad, Por el trabajo y la salud, Por la paz y la cultura contra el imperialismo, Por la reforma agraria y la industrialización del país, Por la democracia, contra la oligarquía y las dictaduras, que reflejaban los cuatro pilares fundamentales de su programa: independencia económica y comercio exterior, desarrollo de la economía interna, profunda reforma agraria, y mejora de las condiciones de vida de las clases populares.
Esa semilla rindió frutos después de cuatro septiembres y dio paso a la posibilidad  real de llevar adelante el cambio revolucionario en beneficio de la mayoría del pueblo chileno. La tarea no se vislumbraba fácil a la luz de los hechos que se fueron dando antes y después de ese 4 de septiembre. Nuestro presidente Allende afirmaba en aquella madrugada victoriosa “si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria”.
Realmente el gobierno de Salvador Allende, que duró aproximadamente mil días, fue el periodo histórico más democrático de Chile. Se llevaron adelante importantes transformaciones como la nacionalización del cobre y la reforma agraria, entre muchos otros avances. Naturalmente, provocó desde sus inicios una reacción de los imperialistas, de transnacionales, de los intereses de las fuerzas oligárquicas nacionales, de los sectores de la derecha, incluidos algunos sectores de la Democracia Cristiana.
El triunfo y sus perspectivas llamaron la atención a nivel internacional, tanto en el campo socialista y países progresistas, como en el capitalista. Fue un hecho único, por primera vez ocurría que un socialista-marxista llegaba al gobierno, no vamos a decir a poder, por una vía electoral y se planteaba la construcción del socialismo por una vía no armada, tampoco vamos a decir no violenta. De los primeros, concitó simpatía y solidaridad, la necesidad de estudiar y estar al tanto de tal proceso. Los segundos,  muy por el contrario, percibieron el peligro del proyecto que se iniciaba.
Mucho antes de aquel 4 de septiembre, Allende estaba en la mira de los “vigilantes” del imperialismo, comenzaron a llevar a la práctica con mayor descaro planes para obstaculizar el camino del gobierno de la Unidad Popular. Son conocidos el desabastecimiento, el boicot bancario y la fuga de dinero. Los atentados y sabotajes terroristas, la guerra mediática y psicológica, y la violencia provocados por organizaciones de derecha financiadas por multinacionales norteamericanas. El propio gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, con sus instituciones: la CIA, el FBI, el Pentágono y otras, propició la creación de comandos paramilitares, desestabilizar justificar una intervención de la Fuerzas Armadas. Resaltan entre las manifestaciones más reaccionarias, la marcha de las cacerolas en diciembre de 1971, muy violenta y agresiva; el paro de los camioneros en octubre de 1972; la huelga de los mineros de El Teniente por demandas salariales; los asesinatos del General Schneider, del ex ministro Perez Zujovic, del Edecán Naval de Allende el Comandante Arturo Araya. No faltaron las acusaciones al Presidente Allende y a algunos ministros por parte de la Cámara de Diputados por conducta en permanente de violación constitucional. Cuántas coincidencias!
A un escenario tan hostil se sumaron, lamentablemente, los problemas de la unidad dentro de la Unidad Popular. Todo marchó bien hasta que empezaron las críticas al programa, la dispersión de las fuerzas políticas, el sectarismo, las intenciones de acelerar el proceso, las tomas de fundos, pequeñas empresas que no estaban previstas en el programa, hecho que hizo distanciar a importantes sectores de la clase media. Equivocada identificación o comprensión acerca de dónde estaba el enemigo principal.
Mucho más significativo fue que realmente el pueblo, los trabajadores, los campesinos y otros sectores que heroicamente se empeñaban en llevar adelante el programa popular, concentrados en la solución de graves problemas, no vislumbraron una forma real y concreta de defender al gobierno, de defender las conquistas. Allende tenía mucha confianza en el papel constitucional y democrático de las Fuerzas Armadas y es una conclusión valedera decir que independientemente de todas las acciones de los detractores del gobierno popular y de Salvador Allende, nacionales e internacionales, los partidos y el movimiento popular chileno no se prepararon para defender sus conquistas. Claro que hubo algunos empeños, pero no determinantes, no significativos, recursos mínimos que hubiesen terminado en una brutal, sangrienta e innecesaria matanza, cuando efectivamente se dió el golpe de Estado, cívico y militar, el 11 de septiembre de 1973, con sus nefastas consecuencias hace 45 años.
A la luz de las experiencias más actuales en nuestro continente latinoamericano, se hacen más comprensibles los hechos ocurridos en Chile durante el gobierno popular, el golpe del 11 de septiembre de 1973, y la dictadura militar. Tenemos mejores posibilidades de valorar altamente el ejemplo y el mandato de nuestro Presidente Salvador Allende, un sólido mandato ético, de consecuencia y lealtad a la palabra empeñada al pueblo chileno, y también un mandato de unidad que siempre esgrimió como esencial para llevar adelante los cambios revolucionarios.
Hoy más que nunca su ejemplo, su pensamiento, las experiencias de su gobierno, incluidas deficiencias y errores, son valiosos instrumentos para enfrentar la compleja situación en que se halla nuestra región, para confrontar al “gigante de las siete leguas” que nos está ganando la batalla con recicladas maniobras intervencionistas, mediáticas, con golpes judiciales, con golpes parlamentarios y con renovadas amenazas guerreristas.
En lo que respecta a Chile, tenemos nuevamente un gobierno de empresarios, de derecha neoliberal que naturalmente se pliega a la política del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, el resultado de una izquierda dividida. Por todo ello, y con la memoria viva de nuestro Presidente Allende, tenemos fe en que se superen las divergencias, las incomprensiones entre nuestras fuerzas de izquierda, partidos políticos, movimientos sociales y todas la organizaciones democráticas y antineoliberales; y en que logremos una unidad opositora al gobierno derechista para defender los logros alcanzados en educación, en Derechos Humanos, en seguridad social, en derechos de las mujeres, en el proceso hacia una nueva Constitución, para detener la arremetida neoliberal, la institucionalización de la impunidad que favorece a los encarcelados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura.
Hacemos nuestras las reflexiones y conclusiones del último encuentro de partidos y organizaciones políticas de izquierda del Foro de Sao Paulo en La Habana, se hace necesariamente imperativa la unidad ante la ofensiva de la derecha en la región. Unidad de acción de nuestros pueblos, unidad de acción en nuestras propias realidades.
La unidad fue uno de los empeños más importantes del quehacer político nacional e internacional de Allende. En 1966, durante la Primera Conferencia Tricontinental señalaba: “es fuerte y poderoso el imperialismo pero, en conjunto, los pueblos oprimidos son mucho más fuertes que él y están en condiciones de vencerlo. De ahí el por qué valoramos nosotros, extraordinariamente, la lucha antiimperialista de todos los pueblos del mundo y la sentimos como nuestra”.  Y seguidamente afirmaba: “unidad basada en la lucha intransigente que lleva a la derrota a las fuerzas que obstaculizan el avance de los pueblos de Asia, África y América Latina hacia la democracia, el socialismo y la paz; unidad para pasar con decisión a la ofensiva y conquistar la independencia económica y la soberanía política de nuestros pueblos; unidad para darle al hombre la dignidad que hoy se le niega; unidad para terminar con el hambre, la enfermedad y la miseria moral y fisiológica; unidad para estructurar la nueva sociedad sin explotados y explotadores; unidad para construir el socialismo.”
La heroica batalla que libró nuestro presidente Allende en la Moneda nos conmina inevitablemente a continuar lo que inició. Su gobierno, el desarrollo y cumplimiento de su programa, sus ideas no se acabaron, se interrumpieron, y es inexcusable hacerlo, pero hacerlo mejor. Con inteligencia, con una cultura nueva, surgirán nuevos héroes, que como aquellos que trabajaron junto a él, que se sintieron protagonistas de su propia historia, que se sintieron dignos de su condición obrera, campesina e intelectual, y que estaban convencidos de que estaban haciendo historia y futuro. Los hombres nuevos serán capaces de romper los candados que impiden seguir por esas grandes alamedas que les ofrendó el Compañero Presidente.
Septiembre, septiembre sigue siendo también el mes de Salvador Allende.
*Representante del Partido Comunista de Chile en el Secretariado Ejecutivo de la OSPAAAL

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