Eva Golinger
RT
La
primera vez que disparé un arma tenía 15 años. Mi madre me llevó a un
campo de tiros para aprender y practicar cómo disparar una pistola. Su
motivo era la auto-defensa. Siendo mujer y pequeña en tamaño, quería
enseñarme como defenderme de cualquier agresor. Desde luego, las armas
no se escaparon de mis obsesiones (confieso que tengo el defecto de
apasionarme por algo y enfocarme intensamente en el tema hasta
agotarlo). Durante varios años seguí con el entrenamiento, aunque nunca
adquirí un arma en Estados Unidos. Siempre utilizaba las pistolas y las
9mm semi-automáticas que tenían disponibles en el campo de tiros. Nunca
me convertí en miembro de la Asociación Nacional de Fusiles (NRA por sus
siglas en inglés), ni me asociaba con gente con armas. Estoy en contra
de la caza de animales, porque amo a los animales y soy vegetariana
desde los 14 años. Para mí, el derecho de tener armas, o de saber
utilizar armas, era un tema de la auto-defensa. La
auto-defensa como mujer y la auto-defensa como ciudadana frente a
posibles agresores –que sean criminales o autoridades abusando su
poder–.
En la universidad estudiaba mucho sobre la historia de
movimientos sociales en Estados Unidos con particular énfasis en las
Panteras Negras, la organización de afro-estadounidenses que promovía el
poder negro y los derechos de la igualdad –económica, social y
política– de la comunidad afro-estadounidense. Debido a la
desproporcionada cantidad de brutalidad policial que sufrieron en su
comunidad, ellos promovían el derecho de tener armas, y portaban armas
largas en público como una muestra de su seriedad. La segunda enmienda
de la Constitución de Estados Unidos ha sido interpretada como una
garantía de poseer armas y cualquier ciudadano tiene el derecho de
reclamarla. Los activistas sociales que portaban armas en aquel tiempo
en Estados Unidos (los años sesenta y setenta) lo hacían como un acto de resistencia
frente a las constantes violaciones de sus derechos fundamentales. Lo
hacían para advertir a los racistas –autoridades y otros ciudadanos– que
estaban dispuestos a defenderse de cualquier manera, que ya no eran ni
esclavos ni subordinados que podrían ser maltratados y abusados.
Yo admiraba su firmeza y su
valentía. El arma era símbolo de su resistencia frente a un sistema
injusto que no solamente los reprimía, sino también los asesinaba
indiscriminadamente. Finalmente, ni con las armas eran capaces de parar la brutalidad policial.
Los líderes y los miembros de las Panteras Negras que no fueron
encarcelados terminaron asesinados por fuerzas del Estado (policía y/o
FBI). El hombre negro portando un fusil en público para defenderse fue
convertido por los medios en el agresor, el malo, el demonio. Muchos
municipios, ciudades y estados cambiaron las reglas sobre el porte de
armas en público después de esos años.
Felizmente dejé la obsesión
de las armas durante años. No volví ni a tocar una hasta vivir en
Caracas (Venezuela) y recibir amenazas de muerte debido a mi trabajo y
perfil público. No obstante, admito que el tener un arma en mi posesión
no me hacía sentir más segura, más bien me daba temor que pudiese ser
utilizada en mi contra. Fue un alivio cuando me separé de la pistola y
de todos los posibles escenarios de violencia y muerte que venían con
ella.
Ahora soy madre de un hijo pequeño y veo los riesgos de las
armas en todas partes. No solamente son las matanzas en las escuelas que
suenan más en las noticias, que causan dolores impensables y trágicos.
Según el Centro de Control de Enfermedades (CDC) del gobierno
estadounidense, al menos 19 niños mueren diariamente en Estados Unidos a
causa de las armas. La mayoría son accidentes en casa o en la calle,
donde son víctimas inocentes de disparos. Tener un arma puede ser un
derecho en Estados Unidos, pero es un peligro enorme para nuestros niños
y nuestras vidas.
La matanza en la escuela
secundaria en Parkland, Florida, que resultó en la muerte de 17
personas, la mayoría adolescentes, a manos de otro adolescente con un
fusil semiautomático que nunca debió poseer, ha llevado el debate sobre
el control de armas al centro de la política estadounidense una vez más.
Mientras un gran porcentaje de la población estadounidense está a favor
de mayores controles y limitaciones sobre la adquisición y posesión de
las armas, la poderosa NRA y su fan (o político pagado) número uno,
Donald Trump, tienen otras ideas.
Trump ha propuesto armar a los
maestros y profesores en las escuelas como una medida preventiva y
defensiva frente a los tiroteos en las escuelas. Se parece a una
caricatura de máxima estupidez e insensatez. ¿A qué clase de ser humano
se le ocurre que es una buena idea armar a un(a) educador(a) con una
pistola para protegerse de un posible ataque de un niño armado? ¿No
sería mejor idea impedir de cualquier manera que los niños y los
adolescentes tengan acceso a las armas? ¿Realmente traer más armas a las escuelas es una buena solución a las matanzas con armas en las escuelas?
Cuando te das cuenta que Trump, quien es un sociópata sin empatía ni
razonamiento humano, no está pensando en las vidas y el bienestar de los
niños, sino en los millones de dólares que le ha suministrado la NRA,
pues todo tiene sentido.
Y para la NRA, cuyos miembros no
solamente son ciudadanos comunes que reclaman sus derechos a armarse
sino los dueños de las empresas productoras y vendedoras de armas, la
idea de armar a las escuelas es un buen negocio. Claro, ahora venderán
dos armas en lugar de una: al asesino y a la víctima. Imagínense el
negocio que pueden hacer armando a todas las escuelas del país. En los
días después de la matanza en Parkland, Trump hizo una declaración muy
reveladora. Parafraseando exactamente al jefe de la NRA, el polémico
mandatario dijo que deberíamos tratar a las escuelas como tratamos a los
bancos. Armarlas hasta los tuétanos. Es una idea terrorífica y
vergonzosa. Un presidente recomendando armas en las escuelas.
Y finalmente, no le interesa ni siquiera las vidas de nuestros niños,
sino el dinero que podría generar la venta de tanta armas, y las
contribuciones y el apoyo de la NRA a su gobierno y sus futuras
campañas.
Personalmente no conozco a nadie
que apoye la idea de armar a los educadores en las escuelas. No
enviaría a mi hijo a una escuela donde hay armas. He disparado un arma.
He cargado un arma. He poseído un arma. Entiendo cómo las armas pueden
ser utilizadas para defenderse. Pero también veo claramente que las
armas son para matar. Y creo firmemente que las armas atraen más armas,
la violencia atrae más violencia.
Hay más de 300 millones de armas en Estados Unidos
que han comprado personas, según datos oficiales. Eso significa que hay
al menos un arma por persona –adultos y niños– en el país. Claro, todos
no poseemos armas. De hecho, es una minoría de la población la que
posee armas, pero tienen muchas.
La industria de las armas en Estados Unidos gana más de 32.000 millones de dólares cada año
con la venta de armas a nivel doméstico. Y a nivel internacional,
Estados Unidos también es el principal productor y vendedor de armas,
generando casi 76.000 millones de dólares de ganancias en 2017.
A
Estados Unidos no le interesa la paz mundial porque la guerra es un
negocio mejor. Y ahora sabemos que tampoco la paz y la seguridad
doméstica son una prioridad, porque el negocio de las armas es más
importante y lucrativo.
Entonces, cuando la próxima matanza acaba
con las vidas de nuestros niños inocentes en Estados Unidos no
preguntamos por qué. Ya sabemos que es el dinero el que manda.
Las
declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva
responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de
vista de RT.
No hay comentarios:
Publicar un comentario