Página/12
Adital
Por
Javier Lorca
No bien
amainaron los aplausos que lo recibieron en el Teatro Cervantes, Noam Chomsky,
serio y concentrado, comenzó a leer lo que sería la conferencia magistral del
Foro por la Emancipación y la Igualdad. Con retórica clásica, lo primero que
hizo fue presentar su tema: un balance histórico y geopolítico a 70 años del
final de la Segunda Guerra Mundial.
"Uno de los desarrollos más espectaculares
de este período se produjo en América latina. Por primera vez en 500 años,
América latina ha dado pasos significativos hacia su liberación del dominio
imperial”, dijo el intelectual y militante de izquierda estadounidense, en la
única digresión de su discurso, que fue también la única concesión a la
tribuna, y a los palcos, donde no se podía encontrar una silla vacía. "Son
desarrollos de un significado histórico muy profundo –siguió–, que incluyen
pasos importantes hacia la integración y hacia enfrentar problemas internos
extremadamente graves que habían impedido el crecimiento saludable de lo que
debería ser una de las regiones más dinámicas y prósperas del mundo.”
Chomsky,
de 86 años, propuso una mirada global, pero enfocada en el lugar de los Estados
Unidos, su auge y su declive, que ilustró a partir del contraste entre dos
conferencias regionales, la de Chapultepec (México) en 1945 y la de Cartagena
de Indias (Colombia) en 2012, que "fueron radicalmente diferentes”, un índice
de los profundos cambios históricos que mediaron entre ambas.
Al
final de la Segunda Guerra, mientras las que habían entrado en ese conflicto
como grandes potencias salían "muy dañadas”, los Estados Unidos comenzaron a
crecer exponencialmente, alcanzaron a concentrar "la mitad de la riqueza del
mundo”, multiplicaron su poderío bélico (la bomba atómica) y expandieron su
control sobre el continente y los dos océanos. Sobre esa base, la dirigencia
norteamericana (Chomsky habló concretamente del personal del Departamento de
Estado) se dispuso a "organizar el mundo para satisfacer las necesidades de los
sectores dominantes de EE.UU., es decir, de los sectores corporativos”. Y
lograron "detentar un poder indiscutido”, que intentaba obstruir la soberanía
de otros estados que pudieran competir con Norteamérica.
La
reorganización del globo tuvo entre sus objetivos "restaurar el orden en
Europa”, lo que implicaba "destruir la resistencia antifascista comprometida
con la democracia radical”. Para establecer "las reglas de juego en América
latina” se convocó la conferencia de Chapultepec, en el ’45, donde se promovió
"la eliminación del nacionalismo económico, con la excepción del de Estados
Unidos”, para asegurar el rendimiento de las inversiones norteamericanas.
Latinoamérica era, para los gobiernos estadounidenses, "nuestra pequeña región
de por acá”, según recordó Chomsky la definición de Henry Stimson, entonces
secretario de guerra de EE.UU.
Otra
relación de fuerzas describió el lingüista y profesor del MIT para comienzos
del siglo XXI. En la conferencia de Cartagena, en 2012, no hubo declaración de
consenso porque Estados Unidos y Canadá quedaron en una posición de
aislamiento, cercados por la postura mayoritaria de la región sobre tres
cuestiones. Cuba, la lucha contra el narcotráfico y el reclamo argentino por
las Islas Malvinas. "Todo esto era impensable hace algunos años”, advirtió
Chomsky. "La comparación de estas conferencias permite observar la decadencia
de los Estados Unidos.” ¿Cómo se produjo ese declive? Para Chomsky, es el
resultado de un largo proceso que ya estaba en germen en 1945, en el
presupuesto tácito de que EE.UU. era el dueño del mundo. "La decadencia era
inevitable a medida que el mundo industrial se recomponía (después de la
guerra) y avanzaba el proceso de descolonización.”
Noam
Chomsky intentó luego mostrar la impostura norteamericana esbozada para
justificar el despliegue militar y la amenaza latente de nuevas incursiones
bélicas. "¿Qué pasó cuando terminó la Guerra Fría?”, se preguntó. Los sucesivos
gobiernos estadounidenses mantuvieron la presión militar "no para enfrentar a
la Unión Soviética, sino para enfrentar a las potencias del Tercer Mundo”. La
idea dominante en los Estados Unidos sigue siendo la misma y Chomsky la
describió con sutil ironía como "una preocupación por el nacionalismo radical que
sucumbe a la falacia de que los principales beneficiarios de la riqueza de un
país deben ser los ciudadanos de ese país y no los inversores de los Estados
Unidos”.
Desde
fines de la década del ’70 esa ideología se tradujo en "un ataque neoliberal,
un ataque mundial sobre los derechos humanos”, y en una ingeniería burocrática
organizada para proteger a los grandes bancos y corporaciones de las
recurrentes crisis del capitalismo, cuyos costos se transfieren al conjunto de
la sociedad. "América latina –evaluó– ha estado a la vanguardia de la lucha
contra el ataque neoliberal.”
El
final de la conferencia estuvo marcado por la postulación de riesgos
apocalípticos. "La especie humana está al borde del precipicio. Dos sombras se
ciernen sobre la humanidad: la guerra nuclear y la catástrofe ambiental. En los
últimos años, estas amenazas están creciendo. Para la primera, conocemos la
respuesta: hay que eliminar las armas nucleares”, dijo Chomsky, entre aplausos.
Pero recordó que EE.UU. ha anunciado una millonaria inversión para modernizar
su armamento nuclear. Y tampoco fue optimista sobre los problemas ambientales
generados por la actividad del hombre (se refirió en particular a la extracción
de combustibles fósiles): "No está claro que sepamos cómo superar la catástrofe
ambiental”, pero es imprescindible abordarla, si es que el hombre quiere seguir
viviendo sobre la Tierra.
Fuente: Página|12
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