Ignacio
Ramonet, doctor en semiología, especialista en geopolítica, director
del periódico Le Monde Diplomatique en español, entre otras
responsabilidades y méritos, realizó este jueves 19 de marzo, en la
sede de Ciespal en Quito, una conferencia titulada Democracia y Medios
de Comunicación.
Con una amplia trayectoria y producción
científica en este ámbito, el destacado investigador reflexionó sobre
el rol de las televisiones públicas, en particular en los países
progresistas de América Latina, frente al desafío del ocaso de la
televisión de masas.
La televisión pública en cualquier
país, tiene vocación, al igual que la educación pública, de contribuir
a la formación de los ciudadanos, y a la transmisión de los valores
humanistas emancipadores, que son valores de paz, de ciudadanía, de
democracia, de respeto, de justicia, de cohesión social y solidaridad;
pero esta tarea de la televisión pública que es tarea de la educación
pública, resulta hoy cada vez más difícil, reflexionó Ramonet.
En
primer lugar por las nuevas prácticas de acceso a los contenidos
audiovisuales, sobre todos entre las jóvenes generaciones. En segundo
lugar por la creciente desconfianza hacia los discursos políticos y las
instituciones que los transmiten, en particular en Europa en este
momento.
El investigador señaló que todos los estudios
realizados en Estados Unidos o en Europa indican que se está
produciendo un cambio rápido, sobre todo entre los jóvenes, que pasan
de un consumo lineal de la televisión a un consumo diferido, a un
consumo a la carta, en una segunda pantalla, no en la pantalla de la
televisión, que puede ser la computadora, la tableta, o el teléfono
celular inteligente. O sea, que de receptores pasivos, los ciudadanos
televidentes están pasando a ser, mediante el uso masivo de las redes
sociales, productores-difusores o productores-consumidores, y ya no
tienen una simple función pasiva.
Con respecto a los
medios públicos, la idea es crearlos y desarrollarlos. En el contexto
latinoamericano, en algunos países hubo que crearlos, y en otros se
trata de que los gobiernos destinen recursos para reforzar estas vías
de comunicación. En muchos países, el monopolio de los medios de
comunicación no les daba la opción de elegir a los ciudadanos,
dependían de la televisión privada. Los gobernantes que han propuesto
que haya medios públicos, esencialmente han buscado proponer otra
opción, ofrecer una mirada diferente.
De acuerdo con los
resultados de investigación de la mexicana Ana Cristina Covarrubias, la
red y el ciberespacio están cambiando los modelos de uso de los medios
de comunicación, y en particular de la televisión.
La
tendencia de consagrar cada vez menos tiempo a la televisión es algo
muy claro. La era digital y la sociedad conectada son realidades
probablemente de todas las capitales del continente, por lo que estas
nuevas formas de consumo no deben ser ignoradas a la hora de establecer
estrategias.
Una de sus principales consecuencias es el
declive del uso de la televisión, y el aumento de otras formas de
consumo. El gran monopolio que era la televisión abierta está dejando
espacio para otros medios en internet.
Los estudios
indican que seguirá habiendo momentos de audiencia masiva para ver la
televisión, pero en circunstancias muy particulares, y habrá una gran
sincronización social entre el momento en que está ocurriendo y el
momento en que la gente lo ve. Habrá millones de telespectadores que
estarán frente a la pantalla, pero en momentos de actualidad, de gran
trascendencia, como pueden ser los resultados de elecciones nacionales,
catástrofes, atentados, eventos deportivos de relevancia nacional o
internacional. Precisa Ramonet, sin embargo, que hay que tener en
cuenta que no se trata solo de un cambio tecnológico y que lo que está
ocurriendo con los medios de comunicación tiene implicaciones diversas.
Algunas
son positivas, por ejemplo, las redes sociales favorecen el intercambio
rápido de información, ayudan a la organización de los movimientos
sociales, permiten la verificación de información, han dado paso a este
fenómeno tan importante como es wikileaks, ha permitido que tengamos
información que estaba oculta, entre otros.
Pero también
hay que considerar el hecho de que internet se está transformando y
está tomando el poder en las comunicaciones de masas las grandes
empresas de la galaxia internet, todas ellas estadounidenses que están
dominando la información planetaria.
Hoy día, con la
crisis de los medios tradicionales, los grandes grupos mediáticos
entran en crisis y se están desmoronando, pero en realidad el control
de las masas pasa ahora a estas grandes empresas que dominan las masas,
el problema no ha desaparecido, sino que se ha desplazado
Como
lo afirman Edward Snowden y Julián Assange, todas estas mega empresas
acumulan información sobre nosotros, cada vez que usamos las redes
sociales. Una información que, o bien la comercializan a otras empresas
para analizar prácticas de consumo, o sencillamente las ceden a
agencias de inteligencia de EEUU, en particular a la NSA, como lo
demostró Snowden.
Vivimos en una sociedad conectada, y
estamos contentos de haber avanzado a una nueva tecnología; pero no
debemos olvidar que una sociedad conectada es una sociedad espiada, y
una sociedad espiada, es una sociedad controlada.
Evidentemente
nos damos cuenta que nos hemos lanzado a usar las redes sociales como
una solución fácil y agradable de una nueva sociabilidad, como un nuevo
terreno ganado de nuestra libertad; y que cada vez que usamos estas
redes estamos dando a instituciones lejanas las cadenas para que nos
mantengan encadenados y depender de ellos.
Todo esto,
como decía al principio, aumenta la desconfianza de los individuos
hacia el discurso de las instituciones, ya sean económicas, políticas,
sociales, aunque estas instituciones sean democráticas, como está
sucediendo en España, y antes sucedió en Grecia.
En
algunos países, los fenómenos de corrupción, están nutriendo la
abstención a la hora de votar, o bien el voto va a los partidos
extremistas de derecha. Sectores enteros de la población, y entre ellos
la mayoría de los jóvenes, no se sienten representados y ya no creen en
la palabra de muchos de sus dirigentes. Estos dirigentes aún son
legales, porque han sido elegidos democráticamente, pero para muchos
ciudadanos son cada vez menos legítimos, aquellos que practican unas
políticas antipopulares, que practican una austeridad con sadismo
económico y con gran desastre y sufrimiento social.
En
ese contexto tan rápidamente cambiante, y cada vez más apremiante,
tanto desde el punto de vista tecnológico como sociológico, es que
deben pensarse las políticas de la televisión pública, dirigidas en
particular a la juventud. En una perspectiva emancipadora, la
televisión pública tiene que encontrar un equilibrio entre sus 4
grandes misiones. Primero: la transmisión de conocimiento. Segundo: la
educación a los valores cívicos. Tercero: la iniciación al arte y a la
cultura; y cuarto: la formación a un pensamiento crítico.
El
sistema mediático privado, masivamente controlado por las grandes
corporaciones aún hoy día, no se propone ninguna de estas cuatro
misiones. Incluso, podemos afirmar que promueve, implícita o
explícitamente, valores que están en contradicción completa con las
antes citadas; son los antivalores del neoliberalismo: el
individualismo, la admiración de la fuerza, el elogio de la violencia y
el culto del dinero.
En lo que, debido a la evolución de
las prácticas culturales, se ha convertido en un mercado sin fronteras
del consumo audiovisual, las televisiones públicas deben competir en
todas las plataformas con los medios privados mucho más poderosos, e
incluso deben enfrentarse a una situación de competencia desigual, dada
la proporción de recursos financieros entre los dos sistemas.
¿Cómo
ganar esta batalla? ¿Cómo pueden las televisiones públicas ganar esta
batalla en este contexto tecnológico, político, sociológico?
No
existen fórmulas únicas, a partir de un diagnóstico adecuado, se deben
usar todos los recursos de las nuevas tecnologías digitales, formatos,
géneros, juegos, cine de animación e incluso las series. Las
televisiones públicas deben privilegiar un tema al que los jóvenes son
muy sensibles: el del imperativo ambiental ante los peligros del cambio
climático que amenaza el futuro del planeta.
Para las
televisiones públicas, enfrentadas a una competencia feroz, que es a
menudo de excelente calidad, el reto es colosal. Para vencerlo se
requieren recursos financieros, que el Estado debe esforzarse por
procurar, pero quizá no sea este el principal problema. Lo que importa,
ante todo para el éxito de una TV pública, es la capacidad de movilizar
equipos de creadores, que den rienda suelta a su capacidad e
inteligencia creativa.
Los imperios han comprendido desde
siempre que la conservación de su hegemonía se hace a través de la
conquista de las mentes. De la misma manera que los pueblos colonizados
utilizaron los instrumentos políticos del colonizador para combatirlo
mejor y derrotarlo, las televisiones públicas no deben dudar en tomar
algunas herramientas de la industria del entretenimiento dominante para
promover sus valores emancipadores.
Esta lucha es
nacional e internacional. Por eso, desde CIESPAL, hacemos un llamado
para que se constituya en América Latina algo que no existe: una
alianza de las televisiones públicas. ATEPUNA se llamaría: alianza de
las televisiones públicas de nuestra América. Esta alianza debe lanzar
la contraofensiva cultural que se impone. Esa contraofensiva deberá así
mismo movilizar a los creadores de todos los países de la región.
Huelga decir que canales como Telesur, Canal 22, Canal Encuentro, de la
televisión pública argentina, Bolivia TV, Ecuador TV, entre todos, son
y serán cada vez más vectores privilegiados de esta naciente y
necesaria emancipación de las mentales, tanto en Ecuador como en toda
América Latina.
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