François Houtart visita Amazonia contaminada por Chevron como antesala al Foro Social Mundial 2015
Como
antesala a su participación en el Foro Social Mundial (FSM) 2015, a
realizarse en Túnez, entre el 24 y el 28 de marzo, el intelectual
Francois Houtart visitó la selva ecuatoriana para constatar los daños
medioambientales causados por la petrolera Chevron, tras ser invitado
por el abogado del juicio del siglo, Pablo Fajardo, con el propósito de
llevar un mensaje a los pueblos en el FSM.
Promotor de la Teología de la Liberación y activista de la lucha de los pueblos para la construcción de Otro Mundo Posible, el intelectual destacó que la lucha por la Amazonía “es de todos”, especialmente en los actuales momentos cuando un 20% de esta vasta región suramericana ha sido destruida, corriendo el peligro de convertirse en un valle si llegara a alcanzar un 40% de degradación.
Voces que no se dejan silenciar
La fauna y la diversidad de la selva nos brindan un escenario de impresionante belleza. Pero bajo la superficie, el olor y el color negro del petróleo nos hace ver otra realidad: las manos sucias de Chevron. Nos encontramos en Lago Agrio, unas de las puertas centrales de la selva noreste de Ecuador: hogar de las poblaciones indígenas cofanes y secoyas y una de las áreas con mayor biodiversidad del mundo. Pero el origen del nombre Lago Agrio no se refiere a esta riqueza, sino a Sour Lake en Texas, en honor al primer pozo petrolero que Texaco perforó en la región. En 1964 cuando Ecuador se encontraba en plena dictadura militar, la compañía estadounidense Texaco Petroleum Company (absorbida por Chevron en el año 2001) empieza a explotar el oro negro de la selva ecuatoriana. Siendo un hecho característico de la injerencia estadounidense en América Latina, un gobierno dictatorial instalado por la CIA facilitó la explotación y la extracción de las venas abiertas de Ecuador. Este es el comienzo de una de las tantas historias sobre la violencia ejercida por las empresas transnacionales en América Latina, pero con un matiz distinto: la transnacional petrolera de norte no se salió con la suya.
23 años después de la salida de Chevron-Texaco, no hace falta cavar más que 20 centímetros bajo tierra para encontrar aún grandes charcos de petróleo, derramados de forma irresponsable por la transnacional petrolera. Las voces silenciadas de los afectados hablan en presencia del abogado Pablo Forjado, el intelectual Francois Houtart -quien recientemente cumplió 90 años-, el investigador del IAEN Ricardo Restrepo y un grupo de estudiantes mexicanos.
Cuando Chevron-Texaco comenzó a explotar el petróleo, las comunidades indígenas se vieron obligadas a dejar sus hogares acosadas por las actividades petroleras, que contaminaron sus ríos, arrasaron la selva y aniquilaron su forma de vida. Pero la compañía también introdujo el alcohol para pulverizar cualquier tipo de resistencia y organización indígena y tomó mujeres para prestar servicios sexuales a los obreros de la transnacional petrolera.
Gran parte de las comunidades indígenas no sabía que el petróleo era tóxico y Chevron, frente a los frecuentes derrames, las engañaba asegurándoles que el petróleo era saludable y que curaba enfermedades como el reumatismo. Algunas personas en su buena fe se cubrían con el petróleo. Donald Moncayo uno de los activistas del Frente de Defensa de la Amazonía, que aglutina a más de 30 mil afectados por las actividades de Chevron, relata: “Nos decían que el petróleo era bueno para la salud, porque supuestamente teníamos malaria, pero lo que tenemos es plomo en la sangre”. Debido a ello y hasta el día de hoy, a los pobladores no se les permite donar sangre.
El saldo más cruel dejado por Chevron en la Amazonía ecuatoriana ha sido la desaparición total de dos pueblos indígenas, los teetetes y sashauaris.
Evasión de responsabilidades
Chevron niega su responsabilidad en los daños ocasionados a la Amazonia ecuatoriana. Es más, dice tener pruebas de que no existen efectos contaminantes del petróleo y asegura que estas denuncias se tratan de un fraude por parte de los abogados y demandantes del caso. El “Informe Independencia judicial en la reforma de la justicia ecuatoriana”, publicado por el abogado peruano Luis Pásara el 29 de julio de 2014 denuncia la falta de independencia judicial durante el mandato de Rafael Correa, en concordancia con lo expuesto por la transnacional petrolera en su defensa. No obstante, el investigador del IAEN, Ricardo Restrepo, asegura que “Luis Pásara pertenece al Centro Wilson y lo que he encontrado es un nexo preocupante entre este centro y Chevron (…) en el mismo edificio está la agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), de acuerdo a la misma página Web del edificio, también está el departamento de comercio de Estados Unidos, la asociación de energía a la cual pertenece Chevron y el Centro Wilson, entonces hay este nexo físico entre todas estas dependencias del gobierno de Estados Unidos, con compañías y la supuesta academia”. De igual manera los hechos hablan por sí solos. Más allá de este informe, basta remover un poco la tierra de la Amazonía ecuatoriana para hallar las pruebas irrefutables de uno de los mayores crímenes ecológicos de la historia y que la empresa transnacional intenta ocultar.
Chevron ha invertido millones de dólares en una campaña mediática contra el gobierno ecuatoriano y contra los abogados y los demandantes del caso. La empresa asegura haber utilizado la más alta tecnología de la época. No obstante, tres años antes de la llegada de Texaco-Chevron a Ecuador, técnicos de la misma empresa publicaron un informe acerca de cómo minimizar la contaminación relacionada con la explotación petrolera, que nunca se aplicó. La empresa tenía conciencia plena de los daños que causaría, de este modo se puede afirmar que la contaminación ocasionada no responde a un accidente, como el producido por BP en el Golfo de México en el año 2010, sino un acto intencional.
¿Conociendo los efectos dañinos de sus métodos, por qué no aplicaron otros de mayor seguridad ambiental? Moncallo nos cuenta las razones: en primer lugar por sed de ganancia, puesto que resultaba mucho más rentable contaminar que cumplir con dichas medidas de seguridad. Otra de las razones es el racismo, ya que la empresa no reconocía a los pobladores como seres humanos dignos de estas tierras, eran los nadies, de los que habla Eduardo Galeano.
Chevron, a pesar de su campaña masiva de millones de dólares, no ha logrado silenciar las voces de miles de personas a las que afectó su contaminación. A través de su coraje y fuerza, estos pueblos ganaron una batalla histórica en la larga lucha contra la empresa transnacional. El juicio del siglo, donde Chevron fue condenado a pagar 9,5 mil millones de dólares, no solo es una victoria para el pueblo ecuatoriano, constituye también un punto de inflexión en la historia de los pueblos del mundo en sus luchas y resistencias contra los abusos de las empresas transnacionales, que hasta ahora habían disfrutado el saqueo y el enriquecimiento en plena impunidad. No obstante, ante la negativa de Chevron de asumir su responsabilidad, la lucha para alcanzar la justicia y hacer efectiva la condena a la empresa petrolera sigue vigente.
Los logros alcanzados por el abogado Pablo Fajardo representan un hito histórico, aunque aun falta mucho camino por recorrer. Para acabar con la impunidad y obligar a las empresas transnacionales a rendir cuentas por sus daños ambientales y sociales, es necesario que esta batalla se multiplique y que los pueblos del mundo se unan para juntos caminar la senda de la justicia. Hagamos que Ecuador sea la primera de las batallas para poner fin al largo reinado de las transnacionales, transitar hacia el gobierno de los pueblos y salvar a la madre tierra.
Promotor de la Teología de la Liberación y activista de la lucha de los pueblos para la construcción de Otro Mundo Posible, el intelectual destacó que la lucha por la Amazonía “es de todos”, especialmente en los actuales momentos cuando un 20% de esta vasta región suramericana ha sido destruida, corriendo el peligro de convertirse en un valle si llegara a alcanzar un 40% de degradación.
Voces que no se dejan silenciar
La fauna y la diversidad de la selva nos brindan un escenario de impresionante belleza. Pero bajo la superficie, el olor y el color negro del petróleo nos hace ver otra realidad: las manos sucias de Chevron. Nos encontramos en Lago Agrio, unas de las puertas centrales de la selva noreste de Ecuador: hogar de las poblaciones indígenas cofanes y secoyas y una de las áreas con mayor biodiversidad del mundo. Pero el origen del nombre Lago Agrio no se refiere a esta riqueza, sino a Sour Lake en Texas, en honor al primer pozo petrolero que Texaco perforó en la región. En 1964 cuando Ecuador se encontraba en plena dictadura militar, la compañía estadounidense Texaco Petroleum Company (absorbida por Chevron en el año 2001) empieza a explotar el oro negro de la selva ecuatoriana. Siendo un hecho característico de la injerencia estadounidense en América Latina, un gobierno dictatorial instalado por la CIA facilitó la explotación y la extracción de las venas abiertas de Ecuador. Este es el comienzo de una de las tantas historias sobre la violencia ejercida por las empresas transnacionales en América Latina, pero con un matiz distinto: la transnacional petrolera de norte no se salió con la suya.
23 años después de la salida de Chevron-Texaco, no hace falta cavar más que 20 centímetros bajo tierra para encontrar aún grandes charcos de petróleo, derramados de forma irresponsable por la transnacional petrolera. Las voces silenciadas de los afectados hablan en presencia del abogado Pablo Forjado, el intelectual Francois Houtart -quien recientemente cumplió 90 años-, el investigador del IAEN Ricardo Restrepo y un grupo de estudiantes mexicanos.
Cuando Chevron-Texaco comenzó a explotar el petróleo, las comunidades indígenas se vieron obligadas a dejar sus hogares acosadas por las actividades petroleras, que contaminaron sus ríos, arrasaron la selva y aniquilaron su forma de vida. Pero la compañía también introdujo el alcohol para pulverizar cualquier tipo de resistencia y organización indígena y tomó mujeres para prestar servicios sexuales a los obreros de la transnacional petrolera.
Gran parte de las comunidades indígenas no sabía que el petróleo era tóxico y Chevron, frente a los frecuentes derrames, las engañaba asegurándoles que el petróleo era saludable y que curaba enfermedades como el reumatismo. Algunas personas en su buena fe se cubrían con el petróleo. Donald Moncayo uno de los activistas del Frente de Defensa de la Amazonía, que aglutina a más de 30 mil afectados por las actividades de Chevron, relata: “Nos decían que el petróleo era bueno para la salud, porque supuestamente teníamos malaria, pero lo que tenemos es plomo en la sangre”. Debido a ello y hasta el día de hoy, a los pobladores no se les permite donar sangre.
El saldo más cruel dejado por Chevron en la Amazonía ecuatoriana ha sido la desaparición total de dos pueblos indígenas, los teetetes y sashauaris.
Evasión de responsabilidades
Chevron niega su responsabilidad en los daños ocasionados a la Amazonia ecuatoriana. Es más, dice tener pruebas de que no existen efectos contaminantes del petróleo y asegura que estas denuncias se tratan de un fraude por parte de los abogados y demandantes del caso. El “Informe Independencia judicial en la reforma de la justicia ecuatoriana”, publicado por el abogado peruano Luis Pásara el 29 de julio de 2014 denuncia la falta de independencia judicial durante el mandato de Rafael Correa, en concordancia con lo expuesto por la transnacional petrolera en su defensa. No obstante, el investigador del IAEN, Ricardo Restrepo, asegura que “Luis Pásara pertenece al Centro Wilson y lo que he encontrado es un nexo preocupante entre este centro y Chevron (…) en el mismo edificio está la agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), de acuerdo a la misma página Web del edificio, también está el departamento de comercio de Estados Unidos, la asociación de energía a la cual pertenece Chevron y el Centro Wilson, entonces hay este nexo físico entre todas estas dependencias del gobierno de Estados Unidos, con compañías y la supuesta academia”. De igual manera los hechos hablan por sí solos. Más allá de este informe, basta remover un poco la tierra de la Amazonía ecuatoriana para hallar las pruebas irrefutables de uno de los mayores crímenes ecológicos de la historia y que la empresa transnacional intenta ocultar.
Chevron ha invertido millones de dólares en una campaña mediática contra el gobierno ecuatoriano y contra los abogados y los demandantes del caso. La empresa asegura haber utilizado la más alta tecnología de la época. No obstante, tres años antes de la llegada de Texaco-Chevron a Ecuador, técnicos de la misma empresa publicaron un informe acerca de cómo minimizar la contaminación relacionada con la explotación petrolera, que nunca se aplicó. La empresa tenía conciencia plena de los daños que causaría, de este modo se puede afirmar que la contaminación ocasionada no responde a un accidente, como el producido por BP en el Golfo de México en el año 2010, sino un acto intencional.
¿Conociendo los efectos dañinos de sus métodos, por qué no aplicaron otros de mayor seguridad ambiental? Moncallo nos cuenta las razones: en primer lugar por sed de ganancia, puesto que resultaba mucho más rentable contaminar que cumplir con dichas medidas de seguridad. Otra de las razones es el racismo, ya que la empresa no reconocía a los pobladores como seres humanos dignos de estas tierras, eran los nadies, de los que habla Eduardo Galeano.
Chevron, a pesar de su campaña masiva de millones de dólares, no ha logrado silenciar las voces de miles de personas a las que afectó su contaminación. A través de su coraje y fuerza, estos pueblos ganaron una batalla histórica en la larga lucha contra la empresa transnacional. El juicio del siglo, donde Chevron fue condenado a pagar 9,5 mil millones de dólares, no solo es una victoria para el pueblo ecuatoriano, constituye también un punto de inflexión en la historia de los pueblos del mundo en sus luchas y resistencias contra los abusos de las empresas transnacionales, que hasta ahora habían disfrutado el saqueo y el enriquecimiento en plena impunidad. No obstante, ante la negativa de Chevron de asumir su responsabilidad, la lucha para alcanzar la justicia y hacer efectiva la condena a la empresa petrolera sigue vigente.
Los logros alcanzados por el abogado Pablo Fajardo representan un hito histórico, aunque aun falta mucho camino por recorrer. Para acabar con la impunidad y obligar a las empresas transnacionales a rendir cuentas por sus daños ambientales y sociales, es necesario que esta batalla se multiplique y que los pueblos del mundo se unan para juntos caminar la senda de la justicia. Hagamos que Ecuador sea la primera de las batallas para poner fin al largo reinado de las transnacionales, transitar hacia el gobierno de los pueblos y salvar a la madre tierra.
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