“El
nuevo mundo es nuestra Patria; su historia, es la nuestra, y es en ella
que todos nuestros deberes esenciales, nuestros más caros intereses,
nos obligan a examinar y a considerar atentamente el estado de nuestra
presente situación y de las causas que en ella más han influido”. Juan Pablo Viscardo y Guzmán. “Carta a los Españoles Americanos” Paris 1799
En
los próximos días, la Universidad de Lima -uno de los entes académicos
privados de la ciudad capital- será escenario de un nuevo “encuentro
por la libertad” organizado por Mario Vargas Llosa. Esta cita -llevada
a la práctica antes- tiene -también desde antes- un sólo propósito:
atizar el odio contra el proceso emancipador de America Latina.
Acudirá, sin duda, la crema y nata de la gusanería continental teniendo
como primera agonista a la esposa de Leopoldo López, un contra
revolucionario venezolano encarcelado en su país por alentar y urdir
acciones terroristas de innegable factura.
A ella se
sumarán los que acuden siempre que se trata de denostar contra Cuba,
enlodar a la Venezuela de nuestro tiempo, atacar a Evo Morales y la
rica experiencia boliviana, y acosar al gobierno de Rafael Correa y su
Revolución Ciudadana. Y, de paso, lanzar denuestos contra Uruguay,
Brasil, Nicaragua, El Salvador, y otros países..A la cabeza de la
“troupe”, Carlos Alberto Montaner, reconocido agente de la Agencia
Central de Inteligencia yanqui en estas tierras.
Podríamos decir que se trata más de lo mismo. Porque ya lo vimos antes,
aquí y en otras ciudades situadas en esta parte del mundo donde el
galardonado escritor convoca a los que quieran uncirse al carro de una
guerra, la que promueve Estados Unidos contra nuestros países. Si se
hubiesen propuesto encontrar la peor coyuntura para encontrarse, no
habrían hallado una mejor.
La cita -financiada o no por
el gobierno yanqui- se inserta en los planes agresivos de la Casa
Blanca, a los que viene como anillo al dedo. Porque eso es así, allí no
dirá una palabra respecto a la agresividad de la administración Obama
contra Venezuela; ni a la ingerencia absurda que ella implica,
violatoria de todos los principios que rigen la Comunidad Mundial ni
las relaciones entre Estados y Naciones. Todo ser á un panegírico al
dominio Imperial.
Tampoco nada acerca de las maniobras de
la Chevron contra el gobierno de Ecuador, ni de la conspiración de la
CIA y el MOSSAD orientada a involucrar falsamente al gobierno de
Cristina Kichner en la muerte del fiscal Nisman.
Todo eso
será pasado por alto, como lo será también cada uno de los episodios
del accionar yanqui contra nuestros países, incluido el desembarco de
miles de infantes de marina en las costras peruanas, programado para el
próximo septiembre bajo el pretexto de “combatir la droga y el
terrorismo”. Los Gonfaloneros del Imperio callarán en todos los idiomas
en torno a estos temas. que comprometen los más agudos retos del
continente en nuestro tiempo.
Hoy, la estrategia imperial
referida a América Latina tiene blancos preferidos: Argentina, donde se
orienta a debilitar la corriente liderada por los Kirchner con miras al
proceso electoral de octubre próximo; Brasil, donde se prepara la caída
de Dilma Rouseff aplicando la receta que se usó contra Goulart en 1964;
y Venezuela, región en la que se impulsa descaradamente una guerra
civil que “justifique” el desembarco de tropas norteamericanas para
“garantizar la democracia y el orden occidental y cristiano”, como
ocurrió, en pleno Siglo XXI, en Afganistán, Irak, Libia y otros países.
¿Qué otro propósito, sino una impronta guerrerista, podría tener la declaración aquella que considera “un peligro para la seguridad de los Estados Unidos”
el proceso social que se vive a 5 mil kilómetros de sus costas, en la
Venezuela Bolivariana? El sueño de Washington es extender la guerra y
alcanzar propósitos definidos: dominación territorial y control, de
riquezas.
Para USA, embarcada en una conflagración
mundial de nuevo tipo, resulta vital cambiar radicalmente la
correlación de fuerzas en América Latina y asegurar control absoluto
del suelo americano disponiendo para sí el uso de los recursos
naturales y humanos del continente.
Nada teme más el
gobierno de los Estados Unidos, que enfrentarse -en el marco de esa
guerra- a una región contestataria. Lamentablemente para el país del
norte, esa realidad existe ya. Y se expresa en gobiernos de distintos
matices unidos, sin embargo, por una misma voluntad liberadora:
consumar la segunda Independencia de América luego de 200 años de
fragorosa lucha preñada de ingentes sacrificios.
Cada
país de la región, tiene un derrotero definido, un proceso distinto,
una historia propia, y un conjunto de experiencias que anidan sus
propósitos. Pero casi todos, están firmemente unidos en la protección
de sus recursos básicos, y en la defensa de su soberanía como Estados.
Este, no es un hecho casual. Es el resultado de una vida plagada de
infortunios y en la que se impuso siempre la ley del más fuerte. En esa
etapa, el gobierno yanqui se apoderó de territorios que no le
pertenecían, como los de México, Alaska y Puerto Rico; pero además
incursionó aviesamente en muchos de los países de la región: Nicaragua,
Honduras, El Salvador, Guatemala, Panamá, República Dominicana Grenada
y otros.
En unos casos, lo hizo de manera directa y
repetida, desembarcando efectivos militares en su suelo. Y en otros,
alentando ejércitos mercenarios que jugaron el papel de fuerzas de
dominación y terror contra sus pueblos. En todos los casos, el
propósito fue el mismo: apoderarse de los recursos de la región.
Hoy esa misma política tiene nombre propio. Se enmascara en luchas
contra gobiernos, pero muestra un mismo contenido: el Imperio busca
Petróleo. Cobre, Hierro, Gas, pero también recursos hídricos y
biodiversidad, en una circunstancia en la que globo terráqueo afronta
retos inéditos que cuestionan la misma supervivencia de la especie. El
“Panamericanismo” –decía Luis Felipe Angell, es “pan para ellos, y americanismo para nosotros”.
En el fondo, de lo que se trata, es de amagar la supervivencia de las
poblaciones en esta parte del mundo, porque el gobierno yanqui quiere
asegurar la de los suyos y las propiedades y recursos de los
monopolios.
¿Qué puede mover a Vargas Llosa a uncirse a
esa carro agresivo contra pueblos y naciones? En verdad, nada, sino
apenas un turbio anticomunismo heredado de los años de la “Guerra fría”
y alimentado compulsivamente desde el Norte.
En esos
años, ya domesticado por le férula imperial. Vargas Llosa apoyó
abiertamente la Guerra de Vietnam. En el Perú, ese hecho pasó casi
desapercibido porque el escritor nuestro casi no radicaba acá. Vivía en
París; pero, además, no contaba con la aureola que le otorga hoy el
Premio Nobel de Literatura. Era apenas un escritor modesto que
frecuentaba los cafés del Barrio Latino, en la Ciudad Luz.
Ganado por el Imperio a través de jugosos premios y otros
reconocimientos laudatorios, el autor de “La casa verde”, cambió de
color, y pasó a formar parte de la cohorte de la Casa Blanca desde
fines de los 60 y se afirmó en ese signo equívoco con el tiempo. Hoy,
es casi el autor preferido por las fuerzas de dominación que lo usan a
su antojo para perpetuar el control colonial sobre Estados Vasallos.
Los pueblos de América Latina, hoy prefieren otra cosa. Lo dicen las
calles y las plazas de nuestro continente en la lucha cotidiana contra
los panegiristas del Gran Capital, los que nos vendieron el modelo neo
liberal que se hunde irremediablemente.
En circunstancias
como éstas es precisamente cuando los pueblos evocan la gira de
Bolívar, y cuando brillan con luz propia las palabras de José Martí
referidas al Libertador: “Mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas”.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula. pe
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