Tania Hernández Cervantes*
Ayotzinapa
no se olvida, ni dentro ni fuera de México. A más de cinco meses, la
indignación mundial y la necesidad de entender por qué estos casos
ocurren en México se hace patente. Así lo demuestra el hecho de que la
Universidad de York, de la ciudad de Toronto, Canadá, por conducto del
Centro de Investigaciones sobre Latinoamérica y el Caribe (Cerlac),
organizó el pasado 18 de marzo una jornada titulada Educación y
movilización en el México en pugna: situando Ayotzinapa.
En ese contexto se hizo un memorial en honor a los estudiantes
normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, seguido de un panel al
que fueron invitados periodistas y académicos de México, Canadá y Reino
Unido. Los panelistas ofrecieron a la sociedad canadiense una
perspectiva histórica, política, económica y social que explica el
contexto de impunidad y violencia en México. Además de la Universidad
de York, estuvieron involucrados en el acto Amnistía Internacional y la
Unión Canadiense de Trabajadores de la Educación (sección 3902).
Con esta acción, Cerlac y la Universidad de York se unen a las
movilizaciones internacionales contra los crímenes de Estado y la
violencia en México.
Frente a un lleno absoluto del auditorio donde se efectuó el acto y
una audiencia muy heterogénea, integrada por estudiantes y profesores
de diversas universidades de Toronto, activistas, artistas locales y
medios de comunicación, la directora de Cerlac, Carlota McCallister,
expresó que este es un esfuerzo por contribuir al entendimeinto de las
causas que han dado lugar a dos décadas de violencia en México, donde
ahora el Estado se vuelve contra sus jóvenes y estudiantes, tal como
ocurrió con los alumnos normalistas.
De igual manera que en muchas otras regiones del mundo, desde Canadá queremos contribuir a que este tipo de hechos no ocurran en México, dijo McAllister.
¿Por qué México preocupa a la sociedad canadiense? La respuesta que
viene de inmediato es porque somos socios comerciales en el TLC de
América del Norte. Pero los vínculos comerciales no necesariamente
crean por sí mismos vínculos humanitarios. Todo lo contrario, en muchos
casos esos acuerdos obstruyen el alcance del bienestar –o bien, lo
deterioran–, al grado de que los ciudadanos quedan en calidad de
prisioneros de quienes manipulan las relaciones económicas bajo el
término
libre mercado. Y esto ha sido cierto especialmente para los sectores de la población más desprotegidos y vulnerables de los tres países del TLCAN (Estados Unidos, Canadá y México).
El
deterioro de los derechos laborales, aumento del costo y privatización
de la educación es el común denominador en estos tres países, cuyos
gobiernos someten libertades y derechos politicos y económicos de la
población a merced de las fuerzas del mercado, cuyos ganadores tienen
rostro y nombre: las grandes corporaciones. No es casualidad que el
derecho a educación accessible y más y mejores condiciones labores
hayan sido reclamos del movimiento Ocupa Wall Street en Estados Unidos
durante 2011 y 2012. Lo mismo en la huelga estudiantil en Québec,
Canadá, en 2012 y en la reciente huelga de los profesores por contrato
y asistentes de enseñanza de la Universidad de Toronto y la Universidad
de York, donde luchan por obtener seguridad laboral. El columnista del
diario canadiense Toronto Star, Ricardo Salutin, tiene razón
cuando en alusión al evento organizado por Cerlac escribió: “No se
necesita ser un experto para encontrar cosas comunes en lugares lejanos
(…) Nosotros –canadienses– y los mexicanos somos compañeros de celda
bajo el TLCAN”. Quizá eso explica por qué las jornadas organizadas por
Cerlac recibieron tan buena cobertura en los medios canadienses, como
la cadena de comunicación CBC; el diario de mayor circulación regional,
Toronto Star, y la radio en español.
El tiempo pasa. El gobierno mexicano apuesta al olvido de los hechos
de Ayotzinapa. Aún no hay resultados claros en la investigación sobre
la desaparición de los 43 normalistas. Sin embargo, el interés
internacional sobre estos acontecimientos no pasará. Sigue indignando,
conmoviendo y movilizando civiles en todo el orbe. Es una ola que no se
detendrá porque toca nuestra humanidad, más allá de fronteras y
nacionalidades.
*Estudiante de posgrado de la Universidad de York e investigadora
asociada del Centro de Investigaciones sobre Latinoamérica y el Caribe
de la misma universidad
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