Mientras los miembros de los medios de comunicación de masas de
Washington estaban obsesionados por los correos electrónicos de Hillary
Clinton en el Departamento de Estado, los periodistas se perdían una
historia mucho más importante sobre secretos del gobierno.
Después de cinco décadas aparentando lo contrario, el Pentágono ha
confirmado a regañadientes que Israel ciertamente posee bombas
nucleares, así como tremenda tecnología armamentista similar a la de
EEUU.
A principios del mes pasado el Departamento de Defensa publicó un
informe secreto producido en 1987 por el Instituto de Análisis de la
Defensa (IAD) financiado por el Pentágono que confirma esencialmente la
existencia de las bombas nucleares de Israel. El Departamento de Defensa
estaba respondiendo a una demanda según la Ley de Libertad de la
Información [FOIA] presentada por Grant Smith, un periodista
investigativo y autor que dirige el Instituto de Investigación: Política
de Medio Oriente. Smith dijo que piensa que es la primera vez que el
gobierno de EEUU reconoce de modo oficial la realidad existente desde
hace mucho tiempo.
No es exactamente algo nuevo. Las elites políticas y cada presidente
desde Lyndon Johnson hasta Obama han sabido que Israel posee la bomba.
Pero autoridades estadounidenses han cooperado para guardar el secreto y
han prohibido que empleados federales compartan la verdad con el
público. Cuando la reportera en la Casa Blanca Helen Thomas hizo la
pregunta a Barack Obama en 2009, el presidente la eludió. “Respecto a
las armas nucleares, ya sabe, no quiero especular”, dijo Obama. Fue una
mentirilla embarazosa. Obama ciertamente conocía la realidad, y lo mismo
sucede con casi dos tercios de la población estadounidense, según
sondeos de opinión.
En un blog anterior: “What about Israel’s Nuclear Bomb?” señalé que
los medios de comunicación se concentran solo en las ambiciones
nucleares de Irán pero generalmente no señalan que Israel ya posee
bombas nucleares. Eso produjo un anuncio oportuno sobre la publicación
por el Pentágono a principios de febrero.
Sin embargo, la confirmación de ese secreto mal guardado abre un
engorroso nido de avispas para el gobierno de EEUU y su más estrecho
aliado en Medio Oriente. El reconocimiento oficial plantea preguntas y
contradicciones que requieren urgentemente una inspección cuidadosa.
Durante muchos años, EEUU colaboró con el desarrollo por Israel de
tecnología crítica necesitada para armamentos avanzados. No obstante
Washington presionó a otras naciones para que firmaran el Tratado de No
Proliferación (TNP), que requiere inspecciones internacionales para
desalentar la propagación de armas nucleares. Israel nunca ha firmado el
TNP y por ello no tiene que someterse a inspecciones.
Washington supo en todo momento lo que los inspectores encontrarían
en Israel. Además, la Ley de Ayuda Exterior de EEUU ya fue modificada
por senadores preocupados para prohibir toda ayuda al exterior para
países que desarrollaran sus propias bombas nucleares. Smith afirma que
la excepción hecha para Israel fue una violación de la ley
estadounidense, pero fue ocultada por el secreto oficial. Ya que Israel
es un importante receptor de ayuda estadounidense, los presidentes de
EEUU tenían buenos motivos para no revelar la verdad.
El recientemente publicado informe –“Evaluación Tecnológica Crítica
en Israel y las naciones de la OTAN”– describe la infraestructura
nuclear de Israel en términos amplios, pero las dimensiones son
impresionantes. Los laboratorios de investigación nuclear de Israel,
informaron los investigadores del IAD, “son equivalentes a nuestro Los
Alamos, Lawrence Livermore y Laboratorios Nacionales Oak Ridge”. Por
cierto, los investigadores observaron que las instalaciones de Israel
son “un paralelo casi exacto de la capacidad actualmente existente en
nuestros Laboratorios Nacionales”.
El equipo del IAD visitó laboratorios israelíes, fábricas, compañías
privadas y centros de investigación gubernamentales en Israel y naciones
relevantes de la OTAN (detalles sobre aliados de la OTAN fueron
eliminados de la versión publicada). Respecto a Israel, el tono del
informe fue admirador y colegial. “El Centro SOREQ [Centro de
Investigación Nuclear SOREQ del gobierno de Israel]” dijo, por ejemplo,
“maneja la gama total de actividades nucleares desde la ingeniería,
administración, y ensayos no destructivos de electro-óptica, emisión de
impulsos de alta potencia, ingeniería y química de procesos e
investigación y seguridad nuclear. Es la base tecnológica requerida para
el diseño y fabricación de armas nucleares.”
El equipo del IAD agregó: “Hay que señalar que los israelíes están
desarrollando el tipo de códigos que les permitirá hacer bombas de
hidrógeno. Es decir, códigos que detallan procesos de fisión y fusión a
un nivel microscópico y macroscópico.” Hasta ahora, estimó el IAD, los
científicos de Israel se encuentran aproximadamente donde EEUU había
estado en los años 50 en la comprensión de los procesos de fisión y
fusión.
El informe no incluye ni una sola oración declarativa que señale
directamente el tabú –Israel tiene bombas nucleares– pero el significado
es obvio. Durante muchos años, eruditos y otros expertos han planteado
que Israel tiene por lo menos entre 100 y 200 bombas, posiblemente más.
Algunas de las observaciones del IAD parecen sugerir un proceso de
imitación en el cual el gobierno de EEUU ayudó activamente o por lo
menos hizo la vista gorda mientras Israel tomaba prestadas o robaba
tecnologías para establecer un sistema nuclear paralelo que se parece en
mucho al de EEUU. El documento del IAD no dice nada, de una u otra
forma, sobre la historia de cómo esto tuvo lugar. Pero críticos de
Israel y partidarios de la prohibición de todas las armas nucleares han
albergado sospechas durante décadas.
El Instituto de Investigación: Política de Medio Oriente, dijo Smith,
impulsa otra demanda según la FOIA que apunta a la CIA, esperando
revelar investigaciones de inteligencia secretas desde hace tiempo sobre
cómo Israel logró obtener la bomba para comenzar. El instituto busca la
revelación de un estudio de la CIA que supuestamente identificó cómo
cantidades de uranio fueron filtradas o supuestamente contrabandeadas
por agentes de Israel desde una planta de la defensa en Pensilvania para
servir de “semilla” para la bomba israelí.
Smith y otros sospechan que elementos del gobierno de EEUU sabían lo
que ocurrió en aquel entonces o incluso pueden haber ayudado a la
transferencia oculta. Ese misterio en particular fue un tema candente en
los años 70. Parece probable que se le otorgue de nuevo interés ahora,
cuando la pretensión de ignorancia oficial ha sido demolida por la
publicación del informe de 1987.
Sin embargo, el mensaje más poderoso del IAD podría no ser lo que
dice sobre las bombas nucleares de Israel, sino lo que plantea sobre la
relación entre EEUU e Israel. Parece un matrimonio tecnológico que
durante décadas transformó de muchas maneras la naturaleza de la guerra
moderna. La mayor parte del informe es realmente un estudio detallado
del papel colaborativo de Israel en el desarrollo de armamentos
avanzados de todos los tipos. La mayoría de los estadounidenses,
incluyéndome a mí, estamos acostumbrados a asumir que el complejo
militar-industrial de EEUU inventa y perfecciona las deslumbrantes
innovaciones, luego las comparte con algunos de los aliados preferidos
como Israel.
No es totalmente erróneo, pero el informe del IDA sugiere un
contenido más significativo. EEUU e Israel mantienen más bien una
especie de cooperación muy sofisticada de alta tecnología que colabora
en las fronteras de la física y otras ciencias a fin de producir el
sorprendente armamento que ahora define la guerra moderna. En los años
80, las dos naciones compartían e intercambiaban su investigación para
la defensa a un nivel muy avanzado.
Actualmente tenemos como resultado el “campo de batalla electrónico” y
muchas otras impresionantes innovaciones. Comandantes de tanques con
mapas de pantalla pequeña que muestran hacia donde se mueven sus
adversarios. Pilotos de jets que disparan bombas guiadas por ordenador.
Barcos en alta mar que lanzan misiles más allá del horizonte que
alcanzan objetivos a 1.600 kilómetros de distancia.
Tuve que leer el informe varias veces antes de comprender su sentido
más profundo. El lenguaje es profundamente tecnológico y probablemente
fuera del alcance de cualquiera (como yo) que no sea un físico o
ingeniero. Los investigadores informaron sobre la situación en sistemas
ópticos electrónicos, física de plasmas, naves espaciales guiadas por
laser, complicadas innovaciones en la comunicación y muchas otras
exploraciones científicas que se desarrollaban cerca de 1987.
Finalmente, lo comprendí. Esos expertos hablaban en los años 80 de
desafíos tecnológicos precursores de las deslumbrantes innovaciones que
ahora son estándar. Vi algunos de esos nuevos artefactos bélicos a fines
de los años 90 cuando escribí un breve libro sobre los militares post
Guerra Fría que se esforzaban por redefinirse cuando ya no tenían a la
Unión Soviética como enemigo. (Fortress America: The American Military
and the Consequence of Peace).
Mientras informaba sobre numerosas bases militares –terrestres,
marítimas y aéreas– vi algunos de los primeros intentos de sistemas de
comunicación en el campo de batalla y de vigilancia de misiles. Gran
parte de los artefactos nuevos no funcionaban muy bien. Soldados y
comandantes tenían que dejarlos frecuentemente de lado o soslayarlos. En
aquel entonces los drones todavía estaban en las mesas de dibujo,
conocidos como UAVs –“Vehículos aéreos sin tripulación”.
Las guerras en Medio Oriente se convirtieron en un campo de pruebas
vivo en el cual los nuevos sistemas eran perfeccionados. Las
consecuencias de la paz fueron ignoradas por el terror del 11-S. La
guerra se convirtió en la preocupación continua de EEUU.
Israel participó considerablemente en el desarrollo de trabajo de
base para algunas de las armas maravilla y, como deja claro el estudio
del IAD, físicos o ingenieros israelíes se encontraban a veces a varios
pasos por delante de sus homólogos estadounidenses. Sin duda, los
israelíes eran socios menores que aportaban “tecnología basada en
extrapolaciones de equipamiento e ideas estadounidenses”. Pero el
informe también señala que: “gran parte del armamento electrónico y de
las comunicaciones seleccionada por los israelíes es más avanzado que el
puesto en marcha por EEUU.”
En diversas ocasiones, el equipo de investigación habló de soluciones
“ingeniosas” o “ingeniosamente hábiles” que tecnólogos israelíes han
encontrado para increíbles problemas de física avanzada. El equipo del
IAD también sugirió oportunidades para investigadores de aprovechar lo
que había descubierto Israel o colaborar con uno de sus centros de
Investigación y Desarrollo. La Oficina de Investigación Naval de Yale,
sugirió el IAD, debiera colaborar con la Universidad Hebrea de
Jerusalén.
“Científicos en RAFAEL [otro centro israelí] han encontrado una
manera ingeniosa de utilizar las propiedades de plasma de descarga
luminiscente para detectar microondas y ondas milimétricas”, dijo el
informe. “La atracción del proyecto reside en la capacidad de la
descarga de resistir efectos de armas nucleares”.
Esta observación me causó escalofríos porque los científicos serios
de la defensa aún no han encontrado una manera para que seres humanos
“resistan efectos de armas nucleares”.
Sería bueno tener presente que estas extraordinarias innovaciones en
tecnología tienen un solo propósito –librar guerras– y tienen el
propósito de dar aún mayores ventajas a naciones avanzadas como EEUU e
Israel que achican a adversarios más primitivos. Es verdad que muchas de
las nuevas tecnologías encontrarán aplicaciones comerciales que mejoran
la vida de cada día (algunas ya lo han hecho). Sin embargo, también es
verdad que nuestros avances en el poder de matar mediante alta
tecnología no han doblegado a todos los enemigos.
Encuentran maneras irregulares de defenderse. Hacen volar las piernas
de nuestros soldados. Colocan bombas de producción doméstica en
restaurantes llenos de gente. Reclutan niños para que sirvan de misiles
guiados. Capturan y asesinan a espectadores inocentes, mientras nuestro
lado solo bombardea aldeas desde gran altura. Las víctimas no ven
nuestro proceder como impoluto o preferible. Sus sufrimientos se
convierten en su reclutamiento global.
La cooperación altamente exitosa de la ciencia militar estadounidense
e israelí es un motivo más por el cual será extremadamente difícil
liberarse del pasado y conducir los dos países en nuevas direcciones,
juntos o separadamente. Pero mucha gente está comenzando a comprender
que guerras asimétricas –competencias entre formas de destrucción de
alta tecnología y primitivas– no conducen necesariamente a la victoria o
la paz. Han llevado a EEUU a más guerras.
William Greider / Cubadebate
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