Tras 37 años de búsqueda
Telam/Página 12
El
nieto varón de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de
Carlotto, hijo de su hija Laura Carlotto, asesinada durante la
dictadura, fue recuperado luego de 37 años de búsqueda incesante de sus
familiares.
Así lo informó esta tarde el secretario de
Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Guido Carlotto, en
diálogo con Télam.
"Estamos muy felices por la noticia. Por
cuestiones legales, lo único que puedo contar es que se trata de un
músico y que se realizó el estudio de ADN voluntariamente", dijo Guido
Carlotto a la espera de la conferencia de prensa que se llevaría a cabo
en la sede de Abuelas hoy a las 17.
Laura Carlotto,
secuestrada y asesinada por la dictadura militar, era estudiante de
Historia de la Universidad Nacional de La Plata, pertenecía a la
Juventud Universitaria Peronista (JUP).
A fines de noviembre
de 1977 Laura fue secuestrada embarazada de tres meses. La joven, según
testimonios de sobrevivientes, fue mantenida con vida en el centro
clandestino de detención La Cacha, en La Plata, hasta dar a luz en el
Hospital Militar de Buenos Aires el 26 de junio de 1978.
El niño, cuyo nombre para la familia es Guido y hoy tiene 36 años, permanecía desaparecido hasta hoy.
Fuente original: http://www.telam.com.ar/notas/201408/73582-estela-de-carlotto-nieto-recuperado.html
A continuación una carta de Estela de Carlotto a su nieto publicada en Página 12 en el año 2006.
Cuando
se cumplían 30 años de aquel oscuro 24 de marzo de 1976, la presidenta
de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, escribió una columna
en Página/12 en la que recordó la promesa que le hizo a su hija
Laura --"buscar toda mi vida Verdad y Justicia y a su hijito Guido,
nacido durante su cautiverio"-- y expresó el sueño que hoy se hizo
realidad: "Camino disfrutando lo que otras Abuelas abrazan como propio,
pensando cuándo me tocará oír un timbre, una voz, la sangre comparada
que diga: soy tu nieto Guido".
Estela Carlotto
Repasando
la historia de estos largos, sufridos y difíciles años, entre el inicio
de una dictadura feroz el 24 de marzo de 1976 y los 21 años de
gobiernos constitucionales, se agolpan en mi memoria múltiples y
variadas escenas que provocan múltiples y variadas sensaciones.
Tres
décadas para recordar un camino de lucha, primero en soledad, con
miedos e ignorancias, y luego unidas en un mismo dolor y búsqueda de
dos generaciones.
Me incorporo a las Abuelas de Plaza de Mayo de
la ciudad de La Plaza, donde aún vivo, en los primeros meses del año
1978. Creo que fue la más iluminada decisión que tomé, ya que hasta
hoy, 28 años después, esta hermandad persiste, se agiganta y se afianza.
Antes
de esta actitud de alianza, sola, caminé la búsqueda de mi esposo
Guido, secuestrado por 25 días en una guarnición de la policía, centro
de detención clandestino que funcionaba en pleno centro de la urbe. Fue
mi primera etapa de “aprendizaje” para buscar a un “desaparecido”.
Recuerdo las angustias de la ausencia, las puertas cerradas de los que
sabían, los miedos por los hijos que debí proteger, la lectura de las
nóminas de los que pasaban a la legalidad o de los que aparecían sin
vida en cualquier lugar de la zona.
El, mi esposo, reapareció un
día con imagen fantasmal por las vejaciones y torturas sufridas durante
su cautiverio donde insistentemente le preguntaban por nuestras dos
hijas mayores: Laura y Claudia. Su silencio no salvó de la cacería a
Laura, que fue secuestrada a los pocos meses. Su compañero y un hijo
que llevaba en su vientre la acompañaron ese día.
Ahora, 28 años después, puedo marcar dos diferentes sensaciones de este largo calvario.
La
inimaginable y atroz entrega del cuerpo de Laura, nueve meses después
de su detención, acribillados sus 23 años por las balas asesinas.
El mundo se termina, un vacío de cuerpo y alma se produce, una llaga que no cerrará nunca se instala en nuestro ser.
Pero
el amor y el orgullo que me produce el valor y la entrega de esta hija
no me restaron fuerzas en el momento de su entierro, y allí le prometí
buscar toda mi vida Verdad y Justicia y a su hijito Guido, nacido
durante su cautiverio.
La otra sensación, tierna, cálida,
amorosa es la de buscar el retoño. Hoy tiene 27 años, sé dónde y cuándo
nació. Lo que aún no sé es quién lo “retiene”, cómo está, qué siente,
qué piensa.
Vivo con la esperanza de encontrarlo (encontrar-nos), porque muchos otros nietos han aparecido.
Camino
disfrutando lo que otras Abuelas abrazan como propio, pensando cuándo
me tocará oír un timbre, una voz, la sangre comparada que diga: soy tu
nieto Guido.
Entonces sonarán en el cielo los clarines de la Victoria y Laura desde allí me sonreirá.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-252293-2014-08-05.html
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