A
los pocos días de estar impartiendo clase en la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua, en marzo de 1980, me incorporé a la Cruzada
Nacional de Alfabetización, dentro del proyecto Rescate de la historia
oral de la revolución popular sandinista, que coordinó el Departamento
de Historia. Se trataba de organizar a 215 estudiantes de las distintas
facultades para que al mismo tiempo que llevaban a cabo sus tareas de
alfabetizadores, aplicaran cuestionarios y entrevistas que recogieran,
por medio de grabadoras, la memoria popular de la gesta insurreccional
contra los Somoza.
Fue un hermoso proyecto que cubrió todo el
territorio nacional, en el que trabajé como asesor de investigación,
permitiéndome conocer todo el país en condiciones especiales. Mi
adaptación a Nicaragua fue inmediata; no experimentaba ningún
sentimiento de extranjería, ni el trato de los propios nicas tenía sesgo alguno de chauvinismo.
El
jueves 13 de marzo llegó el comandante guerrillero Omar Cabezas al
Departamento de Historia. El equipo de investigación lo acompañó al
auditorio, donde se reunían los brigadistas que participarían en la
tarea. Se inició la reunión con el himno del FSLN, que los jóvenes
cantaron con el puño levantado. Omar habló de la campaña de
alfabetización y aclaró que enseñar a leer y escribir sólo sería uno de
sus muchos resultados. Llamó la atención sobre la importancia de
recopilar la historia de la insurrección para brindar al mundo el
aporte de la experiencia nicaragüense y contribuir con ello a la
liberación de otros pueblos. Llegó mi turno de dirigirme a los
brigadistas: destaqué la profunda importancia de su tarea y de cómo
constituían una juventud privilegiada por poder participar en esta
épica batalla de la revolución contra la ignorancia.
El imperialismo y
las burguesías locales tratan por todos los medios de acabar con las
experiencias de lucha y la resistencia de los pueblos para causar una
amnesia histórica y secuestrar la identidad nacional. Una de las formas
de lograr esto, es la de hacer de la historiografía un recuento de
personalidades, cuando en realidad el pueblo es el verdadero forjador
de la historia. Ésta no debe reducirse al estudio del pasado: es la
construcción del porvenir, es el presente en el que Sandino vive. Se
discutió el nombre de la brigada y propusieron varios nombres:
Rigoberto López Pérez, Germán Pomares, Carlos Marx, Augusto Cesar
Sandino; por votación ganó el mártir de la guerra revolucionaria de
origen campesino y así nació al mundo de la alfabetización la Brigada
de Rescate Histórico Germán Pomares. Terminó la reunión cantando el
himno de los alfabetizadores.
Una década después, como a casi
todos, la derrota electoral del frente en 1990 me tomó por sorpresa, ya
que las encuestas y la propia campaña electoral concluida el 20 de
febrero de ese año, con un cierre de miles de entusiastas militantes y
simpatizantes congregados en la Plaza de la Revolución, en la ribera
del lago de Managua, hacían suponer que los sandinistas conservarían el
poder y ganarían fácilmente las elecciones, como en 1984. Sin embargo,
fui testigo de los acontecimientos de esa fatídica noche del 25 de
febrero de 1990 y de la madrugada del día siguiente, cuando en medio
del llanto de todos, incluyendo el de nosotros, los internacionalistas,
y el de muchos periodistas, Daniel Ortega reconocería en un discurso
excepcional la derrota electoral y daría a conocer la decisión de la
dirección nacional de entregar la presidencia a Violeta Chamorro.
Nicaragua
fue escuela de cuadros para todo el continente. La presencia
internacionalista de latinoamericanos antes, durante la insurrección y
en los 10 años de gobierno revolucionario constituyó un aporte
importante a los procesos de cambio en América Latina. Es indudable que
incluso el EZLN no podría entenderse sin la experiencia nicaragüense.
Nicaragua provocó un movimiento de solidaridad popular en América
Latina de proporciones masivas. Por otro lado, la victoria sandinista
estimuló la propagación de la errónea teoría del
dominó revolucionario, que afectó negativamente a los procesos armados de El Salvador y Guatemala, con un triunfalismo sin fundamento.
La revolución popular
sandinista rompió con muchos de los esquemas que hasta ese momento
predominaban en el movimiento revolucionario latinoamericano:
a) la
presencia importante del sector cristiano;
b) su dirección colectiva,
aunque más tarde derivó en la distorsión del orteguismo dentro del
FSLN;
c) la realización de elecciones en 1984 y el mantenimiento de la
pluralidad política en un contexto de construcción del poder popular;
d) sus esfuerzos (fracasados) de no alineamiento;
e) la irreverencia de
formas y contenidos en el proceso mismo;
f) las raíces nacionales
(Sandino, historia de resistencia antisomocista, etcétera).
Su derrota
electoral en 1990 y la pérdida del gobierno por los sandinistas (aunque
conservaron influencia notable en el ejército, la policía, el aparato
burocrático, los medios de comunicación, etcétera) fue un duro golpe
para todos los procesos revolucionarios armados en marcha (El Salvador,
Guatemala, Colombia) e influyó en las perspectivas de otros movimientos
políticos no armados que tomaron las estrategias electorales como su
razón de ser (PRD en México, PT en Brasil, etcétera).
La
piñataposterior a la derrota electoral afectó también a los partidos y movimientos en América Latina. Ella consistió en un proceso de corrupción que no se había dado en el caso de la revolución cubana; en ese proceso se vieron involucrados importantes cuadros del sandinismo, los cuales se apropiaron de bienes y recursos públicos: con ello se perdió el referente ético que había conservado la revolución popular sandinista a lo largo de 10 años de guerra.
Tiene lugar el secuestro
del FSLN por la corriente encabezada por Daniel Ortega y su búsqueda de
poder a cualquier costo, los pactos con los liberales, el pragmatismo,
el abandono de intelectuales, poetas, artistas y de muchos referentes
paradigmáticos de las filas del frente, quienes siendo y permaneciendo
sandinistas y revolucionarios, actualmente son acusados injustamente de
ser
agentes de la derecha y del imperialismo.
No obstante,
celebramos ese hermoso acontecimiento que llevaron a cabo los
seguidores de Sandino, y también la gesta de los internacionalistas que
los siguieron en ese asalto al cielo.
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