“¡Those
who underestimate us and treat us like dirt, listen to the thunderous
scream of our afrodescendant community… respect our legacy!”. Por
Cecilio E. Simon E.
El diccionario de la Real Academia
Española (RAE) define el verbo ningunear como 1) No hacer caso de
alguien, no tomarlo en consideración; 2) Menospreciar a alguien. El
diccionario virtual Wordreference, traduce al inglés ningunear como:
“brush aside… treat like dirt”. En Colombia, Perú, Venezuela y Panamá
se emplea negrear como sinónimo de ningunear y la RAE ejemplifica: “Te negrearon; no te invitaron a la fiesta.” La
conjugación en tercera persona, plural, del modo indicativo del verbo
negrear y del participio negreado produce como resultado: negrearon en
el pretérito perfecto, negrean en el presente y negrearán en el futuro
simple.
Éste ejercicio gramatical revela el menosprecio
continuado hacía los héroes anónimos de la comunidad afrodescendiente
que vinieron al Istmo para abrir la zanja que uniera a los dos Océanos
y hacia los que lucharon por la soberanía en la Zona del Canal de
Panamá. El halo que rodeó las celebraciones del centenario del Canal de
Panamá, fue calificado en las redes sociales como racista y clasista.
El pasado viernes 15 de agosto, la Ciudad de Panamá amaneció con un
ambiente marcado por la tristeza propia de un día de duelo nacional. La
supuesta sobriedad de los actos conmemorativos, contrastó con la
fastuosa escenificación “hollywoodense” de la “Gala del Centenario del
Canal de Panamá”. Por la alfombra desfilaron ataviados con sus más
suntuosas prendas, como en la premiación de la Academia, una selecta
lista de invitados: Los de “charm” y sus cercanos allegados, fueron
cuidadosamente ubicados y atendidos en la simulación de un buque que
atraviesa el Canal (Gold Roll). Una representación de trabajadores del
Canal y a los invitados de menor ralea, que no califican para ser
socios del Club Unión, se les ubicó en la simulación de las esclusas
(Silver Roll).
La “gala” de marras dibuja de cuerpo entero a
los que se apoltronan en palco-platea para instaurar el “Neo Gold
Roll”. ¡Omar nos alertó de la amenaza de los amos chocolates!
Cuentan los pocos negros invitados a la “gala”, que ellos y los
“waiters”, que servían en mesa a los del “Gol Roll” y disponían el
bufet para el autoservicio de los del “Silver Roll”, se sentían como
una mosca en un vaso de leche. Solamente ellos representaban la
diáspora de más de 20 mil trabajadores cultos y calificados, que
vinieron al Istmo hace más de 100 años de las Antillas, principalmente
de Barbados, para la construcción del Canal de Panamá.
Los
trabajadores que aún sobreviven la construcción del canal y las cuatro
generaciones de panameños afrodescendientes participaron de manera
virtual en lo que debió ser su celebración. Ellos, hacinados en
“guetos” en Panamá, Colón, Bocas del Toro y Puerto Armuelles,
reprodujeron en un “flash back” el ignominioso apartheid y
racismo sureño, del que fueron víctimas nuestros ancestros, ahora
traducido en menosprecio hacia nosotros. El doloroso recuerdo y la
escenificación televisada provocó un grito generalizado: ¡“Guat”… nos
negrearon otra vez!
Ascanio Arosemena, primer mártir del 9 de
enero de 1964 y Omar Torrijos, arquitecto de esta celebración del
Centenario del Canal en manos panameñas, tampoco fueron invitados. Los
organizadores de la “gala” prefirieron, con su tradicional malinchismo,
honrar con una moneda conmemorativa a Carlos V, que al decir de
los historiadores, colonizó y diezmó a los pueblos originarios de
nuestra América y, solamente aportó la idea de un Canal por Panamá para
proyectar su dominación, desde ésta franja estratégica del planeta y
como ruta de tránsito del oro que arrancaba de las entrañas de nuestro
continente.
La subordinación a lo extranjero los incapacitó
para empinarse sobre el menosprecio y el racismo. Su limitada visión no
les permitió dedicar la mínima fracción de la moneda nacional, para
homenajear el legado de los que contribuyeron con su trabajo y
sacrificio a esta celebración. Una moneda de un centavo como se hizo
con Urabaga Mania Tugrí (apodado por los españoles Urracá), dedicada
ésta vez al “negro desconocido”, que trabajó y murió en la construcción
del canal (hay miles de fotos que servirían a este propósito), pudo ser la hoja de parra con la que disimularían el menosprecio… el negreo.
Con la fuerza racista de la expresión, también negrearon a Omar.
Tomaron de manera literal su testamento político cuando decía: “no quiero entrar a la historia, quiero entrar al canal”. Lo
negrean porque él se atrevió a derrotar el malinchismo de los que
manifestaba, para justificar su rechazo a los Tratados Torrijos Carter:
los panameños no somos capaces de administrar el Canal. Ahora
son ellos los invitados a la mesa del “Gold Roll”. Su rencor no les
permitió reconocer, que bajo la visión de Bolívar, Omar liberó ésta
codiciada cintura estratégica del continente de la presencia
extranjera. Y que en su lucha soñó con las bellas frases del libertador
escritas 1815, en la Carta de Jamaica: ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!
La conducta de quienes menosprecian, ningunean, negrean… tiene
profundas raíces ideológicas que se proyectan al presente. A inicio de
la década de los 30 del siglo pasado, el Secretario de Salubridad
Pública execraba la “mancha negra que recorre Río Abajo, Pueblo Nuevo y
la Sabana”. En su escrito Eugenesia (política de limpieza étnica
empleada por los Nazis) demandaba la instauración de políticas
“sanitarias” para “blanquear y purificar la raza”. Ese
pensamiento fue elevado a rango constitucional, al declarar razas
prohibidas para la inmigración a los que en su momento vinieron al
Istmo para la construcción del Canal y en la Ley 48 de 13 de mayo de
1941, que oficializa la esterilización y eugenesia en Panamá.
Quienes demandan a los que caminamos con Omar, que pidamos perdón por
los “crímenes de la dictadura”… decimos, en un acto de convicción y de
conciliación nacional perdón. Ahora en reciprocidad ellos, que nunca lo
hicieron en más de 90 años, deberán pedir perdón, por la instauración
de políticas racistas, de lesa humanidad que dejó sin nacionalidad a
más de 50 mil Westindian, trabajadores del canal y sus descendientes
nacidos en Panamá, considerados inmigración prohibida.
Sin duda, un acto de contrición, en el que todos participamos con humildad, contribuirá a la cristiana sanación de la personalidad social de Panamá.
Y es que la disposición de pasar la página debe ser en doble vía, con
la mirada puesta en el camino y en el retrovisor para evitar los
errores del pasado. Solo así se generan consensos para la
gobernabilidad basado en el reconocimiento mutuo. Un inicio
esperanzador es el desagravio público a nuestra comunidad
afrodescendiente. En sentido contrario, seguirán abiertas las heridas
de las confrontaciones, abonadas por el creciente rechazo de la
ofensiva subestimación y mercantilización política del pobre y del
negro que son sinónimos.
Ellos, los que se acomodan en la
mesa del “Gold Roll” están a tiempo para pedir perdón y rectificar la
afrenta, el menosprecio, el ninguneo y el negreo a nuestra comunidad.
¡We will not tolerate to be brush aside and treat like dirt! (¡No
toleraremos que se nos aparte como desperdicio!)
Un mensaje para nuestros ancestros que participaron de la construcción del Canal de Panamá y que aún viven: “¡Those
who underestimate us and treat us like dirt, listen to the thunderous
scream of our afrodescendant community… respect our legacy!” Y, la
traducción dirigida a las cuatro generaciones de panameños
descendientes de la “mancha negra”, a las que se les castró el inglés a
reglazos en la escuela y a golpes en el barrio: "¡Quiénes nos
subestiman y tratan como desperdicio, escuchen el grito atronador de
nuestra comunidad afrodescendiente... respeten nuestro legado!"
Post scriptum: entre los invitados a la “gala” figuran los descendientes de Philippe Bunau-Varilla. ¡Con que facilidad perdonan a quien entregó nuestro territorio a perpetuidad a los Estados Unidos!
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