En
marzo de 1991, el argentino Carlos Menem, el brasileño Fernando Collor
de Mello, el paraguayo Andrés Rodríguez y el uruguayo Luis Alberto
Lacalle Herrera, firmaron el Tratado de Asunción, documento que sirvió
de base para la edificación del Mercado Común del Sur (Mercosur). En
una primera etapa, la iniciativa compuesta por economías grandes y
medianas, tuvo como motivación principal consolidar un espacio
económico sudamericano con base en el regionalismo abierto. En
una segunda etapa no obstante, las crisis brasileña (1998) y argentina
(2001) evidenciaron los efectos perniciosos de la apertura
indiscriminada del comercio y las cuentas de capital. Así, la debacle
económica por un lado, favoreció el ascenso de gobiernos opuestos a las
políticas del Consenso de Washington y por otro lado, llevó a
la redefinición del papel del Estado en los procesos de integración de
cara a los desafíos derivados de la mundialización capitalista en curso.
Con todo, más de dos décadas no han sido suficientes para hacer del
Mercosur una auténtica comunidad económica, caracterizada por la libre
movilidad de mercancías, capitales y personas. Las reglas del proceso
de integración operan a través de jerarquías que profundizan las
asimetrías entre sus miembros y apuntalan la hegemonía regional de
Brasil y sus empresas predominantes (Grupo Andrade Gutiérrez, Vale,
Odebrecht, Embraer, JBS Friboi, etc.). En sentido contrario, Paraguay,
Uruguay y más recientemente, Venezuela y Bolivia, enfrentan numerosas
barreras arancelarias para ingresar sus productos industriales a los
mercados brasileño y argentino, circunstancia que favorece los
superávit comerciales de estos últimos. Por ejemplo, desde 2011
Argentina decidió aplicar licencias no automáticas de importación a 600
productos. De esta forma, las empresas del resto del bloque están
supeditadas al otorgamiento de permisos por parte del gobierno de
Cristina Fernández.
A mediados de 2014, Brasil y Argentina acordaron reducir el coeficiente Flex
de 1.95 a 1.5 puntos, es decir, por cada 3 dólares de exportaciones
brasileñas a Argentina, Brasil deberá importar 2 dólares para
incrementar la participación de vehículos y autopartes en los dos
mercados, al excedente se le aplica un arancel. Definitivamente, el
poderío industrial de ambos países mantiene limitadas las políticas de
reducción de asimetrías al interior del bloque hexapartita. El Fondo
para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM), destinado a
financiar proyectos de inversión de las economías menores (Bolivia,
Paraguay y Uruguay), posee un débil presupuesto de 100 millones de
dólares. De los 44 proyectos aprobados de 2007 a mediados de 2013,
únicamente tres se concluyeron exitosamente. Por otro lado, el Fondo
Mercosur de Garantías, cuyo objetivo consiste en proveer de crédito a
las pequeñas y medianas empresas (PyMES), todavía no se ha
implementado.
Sin embargo, todo apunta a que el proceso de
integración cobró fuerza durante la XLVI Reunión Ordinaria del Mercado
Común, realizada a finales de julio en la ciudad de Caracas. Entre
otras resoluciones, se aprobó la creación de una Zona Económica
Complementaria entre el Mercosur, la ALBA, CARICOM y PETROCARIBE. La
meta es construir una unión latinoamericana y caribeña con base en la
complementariedad, la solidaridad y la cooperación para fomentar el
desarrollo integral, enfrentar la pobreza y la exclusión social. Los
Estados Partes se reunirán en un plazo no mayor a 60 días para concluir
las negociaciones comerciales y los detalles jurídicos del acuerdo.
En cuanto a la construcción de mecanismos de cooperación financiera
regional de cara al agravamiento de la crisis, se enfatizó la
importancia de la puesta en marcha del Banco del Sur como alternativa
de financiamiento al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Brasil,
Argentina y Venezuela aportarán 4 mil millones de dólares cada uno;
Uruguay, Paraguay, Bolivia y Ecuador aportarán en conjunto 8 mil
millones de dólares para conformar así los 20 mil millones de dólares
de capital autorizado. La sede principal del nuevo banco de desarrollo
estará en Caracas y otras dos sucursales operarán en Bolivia y
Argentina. A través de una declaración conjunta al término del
encuentro, el Mercosur se mostró dispuesto a sumar esfuerzos con el
Banco de Desarrollo del BRICS para el aprovechamiento de las
potencialidades y oportunidades conjuntas”. Previsiblemente, el Banco
del Sur podría comenzar a funcionar en menos de seis meses.
El embate de los fondos buitres en contra de la República de Argentina
y la tendencia descendente del ciclo económico global, hacen urgente
avanzar en el desarrollo de una arquitectura financiera sudamericana.
Al final de cuentas, la coyuntura crítica de la economía mundial ha
vuelto a poner de manifiesto el carácter decisivo de los procesos de
integración regional en el fortalecimiento de la soberanía política,
económica y financiera de los países del Sur.
Ariel Noyola
Rodríguez es miembro del Observatorio Económico de América Latina del
Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional
Autónoma de México. Columnista de la revista Contralínea (México) y colaborador de la Red Voltaire (Francia). Contacto: anoyola@iiec.unam.mx
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