En
los últimos meses han ido saliendo a la luz pública las negociaciones
entre Estados Unidos y la Unión Europea para la firma de un Tratado de
Libre Comercio, llamado TTIP por sus siglas en inglés. Estas
negociaciones, que oficialmente se iniciaron hace un año y que se están
llevando a cabo con total secretismo, aspiran a reducir aranceles
comerciales y equiparar a la baja regulaciones técnicas. Especialmente
lo segundo, ya que las tasas aduaneras son ya reducidas (5,2% en la UE
y 3,5% en EEUU) y no justifican un nuevo tratado. La propia Comisión
Europea deja bien a las claras el objetivo real: “No son las tasas que
se pagan en las aduanas los mayores obstáculos para el comercio, sino
las normativas internas transfronterizas, las que protegen la seguridad
y el medio ambiente [...] El objetivo de este acuerdo es reducir en
beneficio de las corporaciones los costes y los retrasos que no son
necesarios”.
Problemas
El acuerdo incluirá una cláusula que permitirá a las multinacionales demandar a los estados cuyos gobiernos aprueben leyes que afecten a sus beneficios económicos presentes o futuros. Así, las multinacionales podrán exigir a los estados donde inviertan compensaciones millonarias ante cortes de arbitraje, contra las que no cabe recurso y a los que no podrán contradecir los tribunales de los estados. No hay más que leer las palabras de Juan Fernández Armesto, uno de esos “árbitros”: “Nunca deja de sorprenderme que estados soberanos hayan aceptado el arbitraje de inversiones [...] A tres particulares se les concede el poder de revisar, sin ningún tipo de restricción o procedimiento de apelación, todas las acciones del gobierno, todas las decisiones de los tribunales y todas las leyes y reglamentos que emanan del parlamento”. Y, por si fuera poco, este mecanismo supone también un lucrativo negocio para las empresas de arbitraje, a las que los estados destinarán millones de euros de las personas contribuyentes.
Para la sociedad civil, relegada totalmente al margen de las negociaciones –en el Estado español queda descartada una consulta ciudadana, tras el rechazo en el Congreso de los Diputados a la propuesta de IU el pasado 6 de mayo–, el TTIP supondrá mayores bajadas de salarios, más desempleo, privatización de servicios públicos, degradación ambiental, menos seguridad alimentaria, etc. ¿En qué se fundamentan estos vaticinios? En unos estándares de EEUU más bajos que los de la UE en cuanto a regulación laboral, sanitaria, etc.
Contrariamente a la promesa de crear 400.000 nuevos puestos de trabajo en la UE, se espera que el TTIP produzca la deslocalización de cerca de un millón. La “armonización” de normas supondría una amenaza a la protección laboral, ya que EEUU no ha ratificado la mayoría de los convenios fundamentales de la OIT y restringe más la libertad sindical, modelo que la Comisión Europea quiere imitar con el pretexto de atraer inversiones extranjeras.
En Sanidad, el TTIP abriría la contratación pública de servicios de salud a la competición extranjera, limitando aún más la soberanía en la gestión por parte de los estados de la UE y profundizando la privatización que amenaza el derecho a una sanidad pública y de calidad.
En tanto que las medidas de protección ambiental suponen un obstáculo a los lobbies, ocupan un espacio importante en las negociaciones del tratado. Se ve amenazado el principio de precaución, aplicado en la UE, según el cual no se autoriza aquello que no se pruebe científicamente que no es nocivo. Así, las operaciones de fracking tendrían carta blanca. Además, un aumento del comercio entre EEUU y la UE conllevaría un aumento de emisiones y, por tanto, mayor degradación ambiental.
Sobre los derechos de Propiedad Intelectual, cabe esperar una menor protección a la privacidad, así como más facilidad a las farmacéuticas para alargar el uso de patentes y retrasar el empleo de genéricos, encareciendo así los medicamentos. El 70% de alimentos transgénicos que se consumen en EEUU nos habla de que pronto el maíz dejará de ser el único transgénico que tiene abierta la puerta de la UE.
¿Y qué hay de las finanzas? Pues finalmente no entran en las negociaciones. ¡Qué casualidad! ¿Será tal vez porque, en este ámbito, la regulación es mayor en EEUU que en la UE? Queda así meridianamente claro que el TTIP se está haciendo a imagen de EEUU y que todos los ajustes serán a la baja.
Oposición
Como dice George Monbiot, el TTIP excluye las alternativas democráticas y la posibilidad de hacer política de izquierdas. Por ahora, las resistencias son principalmente a nivel discursivo, con tal de romper el silencio. En Alemania, por ejemplo, 24.000 activistas colgaron el día de las elecciones europeas 6,5 millones de panfletos contra el TTIP en las puertas de los hogares. En el Estado español se ha puesto en marcha la campaña “No al Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones” (#NoalTTIP).
Desde el espacio de las Marchas de la Dignidad, se está hablando de la necesidad de tejer alianzas a nivel europeo para plantar cara a las políticas de austeridad de la troika. El TTIP impone la urgencia de tejer las redes de solidaridad necesarias para movilizarnos conjuntamente contra un monstruo que empuja a las clases subalternas al subdesarrollo.
Isaac Salinas es militante de En lluita
El acuerdo incluirá una cláusula que permitirá a las multinacionales demandar a los estados cuyos gobiernos aprueben leyes que afecten a sus beneficios económicos presentes o futuros. Así, las multinacionales podrán exigir a los estados donde inviertan compensaciones millonarias ante cortes de arbitraje, contra las que no cabe recurso y a los que no podrán contradecir los tribunales de los estados. No hay más que leer las palabras de Juan Fernández Armesto, uno de esos “árbitros”: “Nunca deja de sorprenderme que estados soberanos hayan aceptado el arbitraje de inversiones [...] A tres particulares se les concede el poder de revisar, sin ningún tipo de restricción o procedimiento de apelación, todas las acciones del gobierno, todas las decisiones de los tribunales y todas las leyes y reglamentos que emanan del parlamento”. Y, por si fuera poco, este mecanismo supone también un lucrativo negocio para las empresas de arbitraje, a las que los estados destinarán millones de euros de las personas contribuyentes.
Para la sociedad civil, relegada totalmente al margen de las negociaciones –en el Estado español queda descartada una consulta ciudadana, tras el rechazo en el Congreso de los Diputados a la propuesta de IU el pasado 6 de mayo–, el TTIP supondrá mayores bajadas de salarios, más desempleo, privatización de servicios públicos, degradación ambiental, menos seguridad alimentaria, etc. ¿En qué se fundamentan estos vaticinios? En unos estándares de EEUU más bajos que los de la UE en cuanto a regulación laboral, sanitaria, etc.
Contrariamente a la promesa de crear 400.000 nuevos puestos de trabajo en la UE, se espera que el TTIP produzca la deslocalización de cerca de un millón. La “armonización” de normas supondría una amenaza a la protección laboral, ya que EEUU no ha ratificado la mayoría de los convenios fundamentales de la OIT y restringe más la libertad sindical, modelo que la Comisión Europea quiere imitar con el pretexto de atraer inversiones extranjeras.
En Sanidad, el TTIP abriría la contratación pública de servicios de salud a la competición extranjera, limitando aún más la soberanía en la gestión por parte de los estados de la UE y profundizando la privatización que amenaza el derecho a una sanidad pública y de calidad.
En tanto que las medidas de protección ambiental suponen un obstáculo a los lobbies, ocupan un espacio importante en las negociaciones del tratado. Se ve amenazado el principio de precaución, aplicado en la UE, según el cual no se autoriza aquello que no se pruebe científicamente que no es nocivo. Así, las operaciones de fracking tendrían carta blanca. Además, un aumento del comercio entre EEUU y la UE conllevaría un aumento de emisiones y, por tanto, mayor degradación ambiental.
Sobre los derechos de Propiedad Intelectual, cabe esperar una menor protección a la privacidad, así como más facilidad a las farmacéuticas para alargar el uso de patentes y retrasar el empleo de genéricos, encareciendo así los medicamentos. El 70% de alimentos transgénicos que se consumen en EEUU nos habla de que pronto el maíz dejará de ser el único transgénico que tiene abierta la puerta de la UE.
¿Y qué hay de las finanzas? Pues finalmente no entran en las negociaciones. ¡Qué casualidad! ¿Será tal vez porque, en este ámbito, la regulación es mayor en EEUU que en la UE? Queda así meridianamente claro que el TTIP se está haciendo a imagen de EEUU y que todos los ajustes serán a la baja.
Oposición
Como dice George Monbiot, el TTIP excluye las alternativas democráticas y la posibilidad de hacer política de izquierdas. Por ahora, las resistencias son principalmente a nivel discursivo, con tal de romper el silencio. En Alemania, por ejemplo, 24.000 activistas colgaron el día de las elecciones europeas 6,5 millones de panfletos contra el TTIP en las puertas de los hogares. En el Estado español se ha puesto en marcha la campaña “No al Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones” (#NoalTTIP).
Desde el espacio de las Marchas de la Dignidad, se está hablando de la necesidad de tejer alianzas a nivel europeo para plantar cara a las políticas de austeridad de la troika. El TTIP impone la urgencia de tejer las redes de solidaridad necesarias para movilizarnos conjuntamente contra un monstruo que empuja a las clases subalternas al subdesarrollo.
Isaac Salinas es militante de En lluita
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