Vicky Peláez
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Los niños son el recurso más importante del mundo y la mejor esperanza para el futuro (John F. Kennedy, 1917-1963)
El
Siglo XXI, recién en su primer decenio, está caracterizado por una
vorágine de crisis de trascendencia internacional. Las “guerras
preventivas”, “caos programado”, “revoluciones de colores”, el
resurgimiento del neofascismo en Europa no dejan vivir en paz a la
humanidad, pero ahora, un fenómeno inusitado deja perplejo al mundo
cuando entre 52.000 y 60.000 niños guatemaltecos, salvadoreños y
hondureños, han cruzado México para llegar a Estados Unidos burlando
todos los sofisticados sistemas de seguridad. No se sabe cuántos se han
quedado en el camino o en oscuros albergues mexicanos, ni tampoco se
conoce cuál será el destino de todos estos pequeños habitantes de lo
que se llama el “Triángulo Norte”, compuesto por Guatemala, El Salvador
y Honduras.
Para entender por qué estos miles de niños y niñas
vencieron el miedo para atravesar la terrible frontera entre México y
Estados Unidos guiados por coyotes (traficantes ilegales de personas) y
desafiando grandes riesgos de desapariciones, secuestros, explotación
laboral y sexual y hasta la muerte, se debe revisar la realidad socio
económica de los tres países. En opinión del periodista guatemalteco,
Luis Figueroa, el Triángulo Norte es un “triángulo infernal donde
pululan el narcotráfico, el crimen, la extorsión y todo tipo de
fenómenos antisociales. Entonces, entre los peligros de la
delincuencia, la falta de oportunidades de trabajo y de superación,
muchos patojos (término guatemalteco para niños de clase baja y media)
no ven motivo para quedarse”.
Prácticamente en todos estos tres
países la violencia social sin límites quitó a sus habitantes el
derecho de vivir en paz y la inseguridad se apoderó de la vida
cotidiana. Según datos del Informe Global de Homicidios 2013 de las
Naciones Unidas, Honduras ocupa el primer lugar en el mundo con una
tasa de homicidios de 90,4 por cada 100.000 habitantes, El Salvador
está en cuarto lugar (41,2 por cada 100.000) y Guatemala se ubica en el
quinto puesto con un índice de 39,9 homicidios. El virus de la
violencia se ha extendido en la región, a tal punto, que la semana
pasada en El Salvador durante una redada cayeron en manos de las
autoridades varios delincuentes entre los cuales se encontraban
fiscales, policías, jueces, y hasta un cura.
Hace poco el
Director de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala,
(CICIG) Carlos Castañeda denunció que el 60% del país está controlado
por el narcotráfico, principalmente mexicano que recluta a los
pandilleros de la Mara 18 y de la Mara Salvatrucha (MS-13) para
asegurar este dominio. Prácticamente lo mismo pasa en Honduras y El
Salvador. La reciente investigación realizada por los periodistas del
diario El Heraldo (Honduras) ha demostrado que los ingresos de la M-13
son tantos que cuenta con sus centros médicos para atender a sus
heridos (“homis”) y que esta organización criminal tiene en sus filas
“médicos, enfermeras, abogados, ingenieros, arquitectos y especialistas
en computación”.
Por supuesto que la causa principal de la
violencia es la pobreza combinada con la corrupción generalizada que
hacen que los ciudadanos dejen de respetar las leyes y la autoridad,
convirtiéndose las calles de estos países en una jungla donde domina
“la ley del más fuerte”. El 60% de los hondureños viven en la pobreza,
en Guatemala el 53% y en El Salvador, llamado por la escritora Gabriela
Mistral “el Pulgarcito de América”, el 43% de los habitantes están
condenados a la miseria. A la vez el promedio de la pobreza de niños en
estos países es alarmante llegando a un 72%, según Estadísticas de
Centroamérica 2013. El promedio de alfabetización es alrededor del 85%
y el índice del subempleo oscila entre el 45% en El Salvador al 60% en
Honduras.
Precisamente la violencia y la pobreza fueron factores
principales para la migración de un tercio de la población de estos
países a EEUU que se aceleró después de que el Huracán Mitch pasó por
Centroamérica en 1998 azotando especialmente a Honduras. Muchos padres
y madres de familia tuvieron que migrar al Norte para poder mantener a
sus familiares en sus países de origen. De acuerdo con los datos
estadísticos norteamericanos se estima que del total de 11 millones de
indocumentados que residen en Estados Unidos, unos dos millones son de
Honduras, Guatemala y El Salvador que viven años sin ver a sus
familiares ayudándoles con las remesas.
Las habituales promesas
electorales de Barack Obama de una reforma migratoria se las llevó el
viento hace mucho tiempo. El tan publicitado Plan Mérida para
Centroamérica para combatir el crimen organizado y el narcotráfico
fracasó rotundamente, convirtiendo de paso a Honduras, Guatemala y El
Salvador en un protectorado norteamericano con cuatro bases
estadounidenses en Honduras y “La Nueva Escuela de las Américas”
llamada The international Law Enforcement Academy (ILEA) en el
Salvador. Allí terminó la voluntad de Washington de ayudas y reformas
en estos países, igual como solucionar la crisis migratoria.
Frente
a esta realidad, miles de padres indocumentados decidieron hacer la
reunificación familiar a su manera, pagando a los coyotes entre 2.000 a
10.000 dólares para que trajeran a sus hijos a Norteamérica. Se calcula
que un 40% de la actual migración infantil se produjo debido al deseo
de los padres migrantes de ofrecer una vida mejor a sus hijos. El otro
60% ha sido motivado por la posibilidad de escapar de la violencia y la
pobreza.
Sin embargo, los gobernantes estadounidenses entendieron
este fenómeno de otra manera y como hace tiempo Washington perdió el
toque humano y allá todo es “business”, el presidente Obama solicitó al
Congreso 3.700 millones de dólares para enviar de regreso a los niños
indocumentados. También, la que aspira a ocupar el sillón presidencial
en 2016, Hillary Clinton declaró ambiguamente que “algunos de estos
niños deben ser deportados”.
La “lámpara” de la que habla Emma
Lazarus en la Estatua de la Libertad ya no ilumina el camino para “los
cansados y los pobres” y la “puerta dorada” está cerrada para siempre,
inclusive para los niños.
Fuente original: http://sp.ria.ru/opinion_analysis/20140814/161274690.html
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