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jueves, 12 de enero de 2012

Una propuesta de reflexión a los pobladores de las Islas Malvinas

Por Ciro Annicchiarico (*)


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Rebanadas de Realidad - Buenos Aires, 12/01/12.- La población estable de las Islas Malvinas debiera en verdad reflexionar desapasionadamente sobre algunos puntos que, a la luz de la marcha actual de las relaciones internacionales, y de las derivaciones que de ellas se avizoran, se presentan indiscutibles.


En primer lugar deben tener la certeza de que el reclamo argentino de soberanía sobre ese archipiélago, distante a solo 600 Kilómetros de nuestro continente, no variará jamás, cualquiera sea el gobierno de la República Argentina.


Después, que ese reclamo se sustenta no en una pretensión de conquista de un territorio, sino en el hecho de que el mismo le fue usurpado por medio de la fuerza por parte del Reino Unido de Gran Bretaña en 1833, que además expulsó a la población originaria y colocó allí una población transplantada.


Por su parte, no puede soslayarse que la ONU viene insistiendo en el reconocimiento de que existe una disputa de soberanía, y en la recomendación consecuente de entablar conversaciones al respecto, invitando a ambos países a sentarse a una mesa con esos fines.


En cuarto lugar, el proceso de franca integración que Latinoamérica viene profundizando desde los últimos años, entre otras características, está signado por un claro apoyo a la reivindicación argentina de las Islas Malvinas. Y no es un dato menor que países sudamericanos que formaron parte del Commonwealth apoyan también el reclamo argentino. Las Islas Malvinas están entendiéndose ya, aparte de argentinas, como parte inescindible del Continente Sudamericano. Es el Continente el que está exigiendo, no solo la Argentina, lo cual confirma que el reclamo, no solo no dará marcha atrás, sino que va potenciando su fuerza.


Los factores económicos no pueden obviarse. La negativa de los países del MERCOSUR a recibir en sus puertos a navíos con bandera de las Islas Malvinas, aparte de reflejar aquella política común continental, genera serias complicaciones económicas al Reino Unido, lo cual se ve confirmado por la airada reacción que se siguió de su gobierno.


Ese panorama muestra claramente que persistir por parte del Reino Unido en su tesitura de negarse a cumplir con las recomendaciones de Naciones Unidas, no hará sino mantener, y muy posiblemente agravar, el estado de incertidumbre y tensión en el que se encuentra la población asentada en las Islas Malvinas, cuya consideración indudablemente no interesa a Gran Bretaña dado que solo la utiliza como excusa para mantener un enclave con intereses económicos exclusivos para ella.


Pero hay otros panoramas que deberían considerar. Toda encerrona, toda incertidumbre, cuenta siempre con alternativas verdaderamente superadoras.


Mantener buenas relaciones con la República Argentina y con el Continente Sudamericano no llevaría sino progreso e infinitas nuevas posibilidades para la población insular, hoy limitada a condiciones de aldea. El intercambio comercial y cultural con la República Argentina, abriría las puertas a muy atractivos y variadísimos nuevos horizontes. El habitante de las Islas Malvinas tal vez deba despojarse de viejos prejuicios, por supuesto harto comprensibles, por los cuales es posible que relacione a nuestro país con las situaciones vividas durante las pasadas dictaduras militares. La Argentina hoy es enteramente otra. La búsqueda permanente por profundizar el respeto por los derechos humanos, la ampliación de las libertades civiles y el respeto por las diferencias, cualesquiera sean, son signos inequívocos de la realidad argentina actual. Cualquiera sea el signo político de su gobierno, el estado democrático se ha instalado firmemente y nada permite suponer que eso cambiará. Por el contrario, el estado de derecho tiende a ampliarse y a consolidarse, y no solamente en nuestro país sino en el resto de Sudamérica. En nuestro país viven y se desarrollan en total libertad y respeto una enorme cantidad de colectividades de descendencia extranjera, cuya enumeración resultaría extensísima aquí, inclusive en muchos casos desarrollándose en locaciones bastante circunscriptas. Jamás nadie las ha molestado. Por el contrario, forman parte de nuestra vida común y suelen constituir destinos turísticos internos apetecidos que nos enriquecen mutuamente. Los conflictos sociales que pueden tener lugar en Argentina, por cierto, no se diferencian en nada de aquellos que también tienen hoy los países llamados "centrales", como los europeos. Si debemos imaginar por un momento a las Islas Malvinas y a sus habitantes viviendo en un estado político y jurídico integrado a la República Argentina, no se advertiría ningún cambio en la extensión y materialización de sus derechos sociales y políticos. Por el contrario, ninguna duda cabe que ellos se extenderían abarcando nuevas posibilidades de desarrollo humano, en todos sus aspectos. La posibilidad de viajar libremente, recomponiendo en todo sentido los lazos de amistad con nuestro pueblo -hoy lamentablemente teñidos por anacrónicos resquemores y desconfianzas-, de abordar intercambios humanos, culturales, científicos y económicos, de contar con la ventaja de acceder a servicios más próximos, entre otros beneficios signados por una real y buena convivencia, serían seguras saludables derivaciones de esa integración.


¿No debiera entonces reflexionar sobre esto la población actual de las Islas Malvinas?


(*) Abogado penalista, ex concejal de Lomas de Zamora; integrante de Conciencia Al Sur (CONSUR), Grupo de Reflexión y Gestión.

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