Acabo
de leer una muy interesante nota de Peter Koenig sobre el renacimiento y
exasperación de la barbarie en los últimos tiempos.[1]
Y digo exasperación porque aquella tuvo una presencia constante en la
historia, pero bajo el capitalismo adquirió nuevas y más brutales
formas. Estados Unidos es sin dudas la patria de la barbarie. Su
condición de mayor terrorista del planeta la alcanzó en agosto de 1945
cuando arrojó sobre dos ciudades indefensas del Japón sendas bombas
atómicas que convirtieron en cenizas -o condenaron a una horrorosa
muerte lenta- a varios centenares de miles de sus habitantes. Nadie
nunca, ni antes ni después, llegó a perpetrar atrocidad semejante. Sin
llegar a tan luctuosos límites en tiempos recientes la barbarie fue
repotenciada por el gobierno de Donald Trump, un hampón de cuarta cuyos
códigos morales no son mejores que los de Al Capone o Frank Nitti. Es
más, me atrevería a decir que éstos poseían un mafioso sentido del honor
y del respeto a la palabra empeñada que el magnate neoyorquino carece
por completo.
Koenig documenta con precisión que a
pedido de Trump el primer ministro de Irak, Adil Abdul-Mahadi, invitó al
General Qassem Suleimani a que se reuniera con él en Bagdad para
sugerirle, dadas sus conocidas dotes como diplomático, que procurase
abrir un canal de diálogo entre Irán y Estados Unidos y entre la
república islámica y Arabia Saudita. Esa fue la trampa, abyecta y
cobarde, en la que cayó el general iraní. Esto fue denunciado ni bien se
consumara el asesinato de Suleimani y un grupo de altos funcionarios
militares iraquíes por Adil Abdul-Mahadi diciendo textualmente que
“Trump me pidió que mediara con Irán y luego asesina a quien había
invitado para la tarea”. En sucesivas conferencias de prensa el
Secretario de Estado Mike Pompeo, otro mentiroso serial, desmintió lo
declarado por el Primer Ministro Iraquí. Lo mismo hizo la Casa Blanca,
pero la credibilidad de estos hampones es nula. Pero toda la maquinaria
propagandística de Estados Unidos se puso al servicio de las mentiras
oficiales y Suleimani, que gozaba de inmunidad diplomática, fue
presentado como un feroz terrorista que había sido “eliminado” porque
tenía planeado atentar contra varias embajadas de Estados Unidos, cosa
que días después desmintió el propio Secretario de Defensa de Trump.
Pese a tantas mentiras se ha ido sedimentando en los sectores de la
opinión pública atentos a este tipo de noticias (una minoría,
desgraciadamente) la convicción de que lo ocurrido en Bagdad fue un vil
asesinato que trató de justificarse estigmatizando a la víctima como
terrorista.
No contento con esta criminal violación de la
legalidad internacional y de las propias leyes de Estados Unidos, Trump
ordenó que se le negara a Mohammad Javad Zarif, Ministro de Asuntos
Extranjero de Irán, la visa de entrada para informar de lo ocurrido ante
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en Nueva York. O sea,
cero debate, cero información: basta con la versión del imperio,
reproducida impúdicamente por la prensa hegemónica. Esto constituye una
violación de la Carta de las Naciones Unidas, firmada por Estados Unidos
en 1947, que garantiza a los representantes de países extranjeros el
irrestricto acceso a la sede de las Naciones Unidas. Para su imborrable
deshonra el portugués António Guterres, Secretario General de Naciones
la ONU, el guardó cómplice silencio ante el asesinato de Suleimani y
también frente al ilegal veto a la llegada del ministro iraní. El hombre
se preocupa por su chequera y nada más. Cobra su sueldo y no ve, no
escucha, no habla. Esta es la clase de funcionarios internacionales que
Estados Unidos necesita para administrar su imperio sin preguntas
incómodas.
Lo anterior confirma lo que muchos venimos diciendo
acerca de la ineptitud de las Naciones Unidas para garantizar la paz y
la legalidad internacionales. Muchas voces se han elevado, sobre todo en
países periféricos, exigiendo una reforma de esa organización. Pero
Koenig da un paso más y se pregunta si no ha llegado la hora en que una
votación de la Asamblea General expulse a Estados Unidos (y a Israel) de
las Naciones Unidas por sus reiteradas violaciones de la Carta de la
Organización y sus resoluciones fundamentales (entre ellas las que
exigen a la Casa Blanca poner fin al bloqueo a Cuba o que el régimen
israelí se retire de los territorios ocupados). La premeditada,
sistemática y desafiante transgresión de la legalidad internacional es
lo que define a los “estados canallas”. Esa clase de regímenes se
colocan por sí mismos por fuera de dicha legalidad y su expulsión sería
tan sólo el reconocimiento de una realidad. Tendríamos, prosigue
diciendo nuestro autor, “una ONU renovada, liberada de la abultada
burocracia que la paraliza y mucho más eficiente para salvaguardar la
paz en el mundo.” Además hay montones de países que han sido invadidos,
amenazados, sancionados por Estados Unidos y “muchos de ellos también
tienen drones y dominan la tecnología de disparos de precisión.” Se
trata de un planteo audaz, extravagante, pero que merece ser pensado.
Muchos
intereses económicos se opondrían a esta movida, reconoce Koenig, pero
en el mundo actual EEUU ya no es el único que puede ofrecer interesantes
oportunidades de negocios. China, India, Rusia, numerosos países
asiáticos y algunos otros en África y Latinoamérica podrían redefinir un
nuevo entramado de la economía mundial sin la presencia prepotente de
los norteamericanos. “Aislemos a los bárbaros de Washington y dejémoslos
que se pudran en su inmundo pantano”, dice Koenig. Proyecto que hoy
suena como una ingenua utopía. Pero, ¿quién podría asegurar que ante la
indisimulable decadencia del poderío de EEUU aquella propuesta está
eternamente condenada a ser irrealizable? Sobre todo si se recuerdan
estas proféticas palabras de Oscar Wilde cuando sentenció que “Estados
Unidos es el único país que pasó de la barbarie a la decadencia
salteándose la civilización.” Y su decadencia podría dar nacimiento a
otra Naciones Unidas. ¿Por qué no? ¿O es que alguien todavía cree que
las instituciones creadas por hombres y mujeres tienen el don de la
eternidad?
Nota:
[1] “The West is Run by Barbarians”, en https://www.globalresearch.ca/ west-run-barbarians/5700435
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