Las agresiones de Estados
Unidos contra Irán tienen larga historia, se remontan a los años 50 del
siglo XX. El asesinato el 3 de enero pasado del general Qasem Soleimani,
comandante de la fuerza Al Quds de Irán, sólo inicia un nuevo capítulo,
tal vez el más sombrío y amenazador del conflicto entre los dos países.
Encima de ordenar la supresión de una de las más altas autoridades de
un Estado de visita en otro Estado, ambos miembros de la ONU, decisión
notablemente inmoral e ilegal, todo apunta a que el presidente Donald
Trump y su secretario de Estado Mike Pompeo conocían las coordenadas de
la misión diplomática que condujo a Soleimani en un vuelo comercial de
Damasco a Bagdad, a solicitud precisamente del inquilino de la Casa
Blanca. Una emboscada artera.
Retrocedamos unas décadas. En 1953 un golpe de Estado organizado por
la CIA derroca al primer ministro de Irán, Mohamed Mossadeqq. El golpe
era la respuesta a la nacionalización del petróleo, lograda en 1951 por
Mossadeqq con inmenso apoyo popular, e instauró la sangrienta dictadura
del sah (monarca en persa) Mohamed Reza Pahlevi, caracterizada por su
servilismo ante Washington y por ser su gendarme en la zona del gofo
Pérsico durante muchos años. El programa nuclear iraní comienza por
iniciativa del sah, que argumenta su necesidad para producir energía
eléctrica y destinar los grandes yacimientos de petróleo persas a
impulsar la industria petroquímica. Un memorando de 1975 firmado por el
criminal de guerra y secretario de Estado de Estados Unidos Henry
Kisinger consigna que la venta de equipos para la industria nuclear de
Irán producirá 6 mil millones de dólares en ganancias para las
corporaciones estadunidenses. En 1976 el presidente de ese país, Gerald
Ford, dicta una orden que no sólo apoyó los planes iraníes, sino que
condujo a la firma de un acuerdo multimillonario que le hubiera
permitido al Irán pro estadunidense acceder a grandes cantidades de
plutonio y uranio enriquecido, elementos con los que es posible fabricar
un arma atómica. Pingüe negocio que se disputaban Westinghouse y
General Electric.
Pero en 1979 el programa se detiene por el triunfo de la revolución
antimperialista encabezada por el ayatola Jomeini en el país persa. Este
intentaría más tarde reanudarlo, pero las corporaciones occidentales se
retiraron con distintos pretextos. Luego la gravosa guerra con Irak
(1980-1988) y las presiones de Estados Unidos y otros de sus aliados
occidentales dilataron la finalización del reactor nuclear de Bushehr
con asistencia rusa, que sólo comenzó a aportar electricidad a la red
nacional en 2011. Irán, firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear
(NPT, por su sigla en inglés), ha cumplido con rigor sus compromisos
internacionales en materia nuclear, certificado así reiteradamente por
la Organización Internacional de Energía Atómica, que lo ha sometido a
inspecciones de una profundad sin precedente y nunca ha encontrado
pruebas de que se prepare para fabricar armas nucleares. Además, ha sido
objeto de constantes y costosas sanciones de Estados Unidos y sus
aliados, que han afectado mucho su desarrollo económico y el bienestar
de su población. Sin embargo, y aquí se ve muy claro el cinismo y la
doble moral del orden internacional impuesto por Washington, Israel, que
no es firmante del NPT y que no subsistiría sin la copiosa ayuda
económica estadunidense, posee al margen de la ley no menos de 200
bombas nucleares suministradas por su aliado yanqui.
No obstante, el presidente Obama promovió un acuerdo para solucionar
el conflicto por el programa nuclear iraní, conseguido con gran
esfuerzo. Básicamente consistía en el cese del enriquecimiento de uranio
por Teherán sin renunciar a su programa nuclear a cambio de un
levantamiento gradual de las sanciones. Considerado creativo y realista
por muchos analistas, el pacto, conocido como 5+1 e Irán reunió durante
años el trabajo de las diplomacias del país persa, Estados Unidos,
Rusia, China, Reino Unido, Francia, Alemania y la Unión Europea y fue
firmado en 2015. Pero Trump desde su campaña electoral lo catalogó como
el
peoracuerdo firmado por Estados Unidos en su historia. Era de esperar. Aparte de la banalidad e ignorancia del entonces candidato, su campaña fue aceitada con abundante dinero sionista justo a cambio de romper el 5+1 y gran parte de su electorado en el sur de Estados Unidos está formado por cristianos sionistas, un subproducto del neopentecostalismo. Trump es únicamente comparable con Hitler en el arte de romper acuerdos internacionales. Ha sacado a Estados Unidos, entre otros, del NPT, del tratado sobre cambio climático, del de regulación de armas estratégicas, del de armas nucleares de alcance medio, todos de trascendental importancia para la supervivencia de la humanidad.
Irán no se rendirá. Al asfixiarlo económicamente y amenazarlo
militarmente, el magnate exacerba al extremo una causa de conflicto
bélico que podría arrasar el Medio Oriente, pero también arrastrar a la
humanidad al abismo nuclear, si se complica.
Twitter: @aguerraguerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario