Aram Aharonian
Las politicas neoliberales de varios gobiernos de derecha en nuestra
región despertaron la protesta y efervescencia social. Las protestas
callejeras en Ecuador, Perú, Argentina, Brasil, entre otras naciones
tienen en común el rechazo a las políticas económicas neoliberales,
impulsadas por Washington y el Fondo Monetario Internacional, el repudio
a la corrupción de las dirigencias políticas y los abusos
empresariales.
Son los pueblos los que vienen haciendo el balance de la enorme
desigualdad social, la alta concentración de la riqueza en cada vez
menos manos, la profundización de la inequidad social y la consolidación
de lacras como el narcotráfico, la corrupción y la delincuencia común
como corolario del crecimiento de la pobreza, los procesos migratorios,
la pérdida de soberanía y la desvergüenza de los gobiernos y
parlamentos, o sea la elite política, el poder fáctico
Mientras, las grandes trasnacionales se han ido apropiando de
nuestros yacimientos, bosques y fuentes acuíferas, favorecidos por
privatizaciones y licitaciones a dedo de empresas nacionales. Son ellas
las que van dictando las decisiones políticas, sobornando
trasnacionalmente a nuestros gobernantes, amparados por tratados de
libre comercio depredadores de nuestras economías y de nuestras
soberanías
Pero ellas también controlan los grandes medios de comunicación y las
redes sociales. Por eso no es de extrañar que los principales medios
(diarios, portales, televisoras) de nuestro continente se hayan
abstenido de informar lo que realmente sucede en Ecuador hoy, como
tampoco lo hacen con las matanzas y el narcotráfico y paramilitarismo en
Colombia, la corrupción parlamentaria en Perú, y también la calamitosa
situación en Haití que ocultan.
La información hoy nos llega directamente a través de los
protagonistas, de aquellos que en las calles se juegan el futuro de sus
patrias, salteándose la censura de las llamadas redes sociales.
Nuevamente la realidad virtual fabricada por los medios hegemónicos
-siguiendo las directivas del Departamento de Estado estadounidense y
del Comando Sur-, se debate contra la realidad-real: los pueblos en las
calles, los estallidos sociales.
Y desde las usinas de la desinformación salen lastimosos esfuerzos
por imponer sus imaginarios colectivos. Como que la Secretaría General
de la OEA “condena enérgicamente los actos de violencia registrados en
los últimos días en Quito. Es totalmente inaceptable el secuestro de
policías y militares, así como el destrozo y saqueo de bienes públicos,
el incendio de patrulleros y ataques a ambulancias”. El pueblo no
existe para ellos.
Y,
paradojalmente, considera fundamental que todas las partes respeten el
término constitucional por el que fue electo el Presidente Lenin Moreno y
reitera su rechazo a cualquier forma de interrupción de su gobierno.
¿Por qué no sostienen el mismo discurso para con Venezuela?
La culpa la tienen los otros, para la derecha. Lenín Moreno
responsabilizó a Rafael Correa y Nicolás Maduro de querer dar un golpe
de Estado en su país, y la prensa hegemónica quiso imponerlo como
imaginario colectivo.
Sin ningún pudor, Moreno dijo que “hay individuos externos pagados y
organizados para utilizar la movilización de los indígenas con fines de
saqueo y desestabilización”, denunció el mandatario. Quizá estos
elementos extraños lograron disfrazarse de milllones de ciudadanos, de
campesinos, trabajadores, estudiantes, indígenas.
La derecha incendia la región
Hagamos un cuadro de situación de la región: Donald Trump enfrenta un
juicio político, Iván Duque viene de hacer el ridículo en Naciones
Unidas al presentar un dossier para atacar a Venezuela mirentasen su
país siguen los asesinatos de líderes sociales, campesinos, indígenas y
hasta de candidatos a las elecciones regionales.
Y hay que recordar que Colombia sigue siendo el principal exportador
de cocaína del mundo, con destino a asegurar el abastecimiento del
mercado estadounidense. Jair Bollsonaro viene de haber protagonizado el
por y uno de los más vergonzosos discursos en la ONU. La eliote
pol´pitica del Peru hace aguas por todos lados, mientras el pueblo en la
calle exige que se vayan tos (los políticos, claro) en medio de una
corupción generalizada que incluyó nada menos que a los últimos cinco
presidentes.
Perú es también sede del vociferante Grupo de Lima, armado por
Washington para agredir a Venezuela. Mauricio Macri está en su cuenta
regresiva tras con una crisis económico, financiera y social sin
precedentes, tras sumir al país en la pobreza, el desempleo y la fuga
estrepitosa de capitales.
El presidente de Honduras Juan Orlando Hernández, instalado con
fraudes electorales por Washington, quedó al descubierto como otro
narcopolítico: recibió millones de dólares de quizá el narcotraficante
más mediático de los últimos tiempos, el Chapo Guzmán.
Mientras, el (¿aún?) presidente ecuatoriano Lenín Moreno, entró en la
vorágine de los paquetazos fondomonetaristas h logró que se levantara
el pueblo exigiendo su renuncia inmediata. Moreno, quien llegó a la
presidencia bajo el ala del expresidente Rafael Correa optó por lo que
hacen todos los gobiernos de derecha: la brutal represión y la
imposición del estado de excepción, que incluye la censura de prensa,
mientras huía a Guayaquil.
Trump y los gobiernos aliados-cómplices de la derecha regional, están
experiementando –en disntitas magnitudes- crisis simultáneas, pero
siempre obviando hablar de sus temas internos, de sus problemas, de su
desprecio por los pueblos y haciendo lo que siempre: echarle la culpa de
su corrupción y malgobierno a los de afuera. Es miucho más fácil y para
ello cuentan no solo con el apoyo estadounidense, de la triste
Organizaicón de Estados Americanos (OEA) y de los medios cartelizados,
trasnacionales y nacionales.
En
los últimos tiempos, la culpa de todo lo que les sucedía se las
endosaban al gobierno venezolano, al que no han logrado derrocar pese a
todos sus esfuerzos, amenazas, bloqueos, campañas de desinformación,
fake-news… Pero las realidades de sus países, de las que ninguno de
estos presidentes habló en la ONU, van explotando, van incendiando la
región.
Este incendio no lo pueden apagar y quizá apelen a algún tipo de
agresión mayor a Venezuela, a través del alicaído Grupo de Lima, la OEA o
el belicista Tratado Interamericano de Asikstencia Recíproca (TIAR).
Una –otra- forma de desviar la atención de los problemas internos de sus
países, de las masacres, del irrespeto a los derechos humanos, del
hambre y la miseria en que sumieron a sus pueblos.
También ha quedado el publicitado combate a las drogas y al
narcotráfico, bandera de Washington adoptada por estos gobiernos
xenuflexos .Más allá del vergonzo discurso de Duque en la ONU, el
autoproclamo presidente interino de Venezuela, Juna Guaidó, apareció en
videos y fotos amparado y protegido por grupos paramilitares y
narcotraficantes colombianos. Súmelo a ello el escándalo del
narcopresidente hondureño.
No es casual que el pedido de juicio político a Trump sobreviniera
tras el discurso del mandatario estadounidense en la ONU, donde una vez
más restó su responsabilidad en los errores y horrores de sus políticas
–y de todos los males del mundo- y se los endosó a aquellos países que
considera sus enemigos, como China, Rusia, Irán, Corea del Norte
Nicaragua, Venezuela.
Los gobiernos neoliberales están incendiando nuevamente la región. ¿Es hora del regreso de gobiernos progresistas?
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración.
Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y surysurtv.
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