David Brooks
▲ Trabajadores de General Motors, que están a punto de cumplir un mes en
huelga, se manifestaron ayer cerca de la planta de Flint, Michigan.Foto Afp
Unos 50 mil trabajadores de
General Motors (GM) están por cumplir un mes en huelga, la acción
laboral del sector privado más grande de la última década (que afecta,
por las cadenas de producción integradas, a miles de trabajadores más en
México y Canadá) en una disputa que es, en esencia, una confrontación
con la ofensiva neoliberal de las ultimas tres décadas que ha creado la
mayor concentración de riqueza en casi un siglo y ha atacado a los
derechos laborales y sociales de los estadunidenses.
Esta huelga es clave para el futuro del movimiento laboral en este
país, y no sólo el sindical, sino en todas sus expresiones organizadas.
Es una huelga, afirma un dirigente, para
alzarnos por esos derechos fundamentales de la gente de la clase trabajadora en este país.
Pero no es la primera en tiempos recientes, sino que se nutre de una
ola de acciones laborales llevadas a cabo por maestros, trabajadores de
hoteles y supermercados, del sector salud, transporte, comunicaciones y
más. De hecho, más trabajadores –aproximadamente 485 mil 200, según
cifras oficiales– participaron en huelgas y otras acciones que
suspendieron jornadas laborales a lo largo de 2018, la cifra más alta
desde 1986.
Algunos señalan que la vanguardia de esta ola de rebeliones laborales
fue el magisterio, empezando con la gran huelga de maestros de Chicago
en 2012 que triunfó al proyectarse como parte de un movimiento social
más amplio que sólo el sindical contra las medidas de austeridad
neoliberales.
El tsunami de huelgas por cientos de miles de maestros en siete
estados durante 2018 sacudió las cúpulas estatales y federales
triunfando en varias de sus demandas, incluida la principal: revertir
las políticas de austeridad y privatización de las escuelas públicas.
Este año, junto con GM, maestros realizaron huelgas en Los Ángeles y
Denver, y está por estallar otra huelga masiva en el sector salud.
La resurrección de la acción colectiva laboral reciente fue nutrida
por una serie de movimientos sociales –incluyendo Ocupa Wall Street y el
Movement for Black Lives– que ofrecieron ejemplos del uso de nuevas
herramientas de comunicación y organización, pero también se rescató la
memoria histórica de que la acción sindical es parte, y depende, de la
organización comunitaria y social.
Pero un canal que alentó este renovado movimiento laboral y su
interacción con otros fue la campaña presidencial del socialista
democrático Bernie Sanders, en 2016, y de nuevo ahora, en el que
diversos organizadores –sobre todo los jóvenes– se encontraron, se
capacitaron entre sí y promovieron nuevas alianzas. Sanders estuvo en
Detroit hace un par de semanas, donde su sumó a los piquetes
frente a una planta de GM en el que no sólo se expresó la solidaridad,
sino vinculó esta huelga con la lucha por la justicia social en general.
Jane McAlevey, organizadora sindical, historiadora y estratega, señala que
la gente trabajadora está encabronadaante las injusticias y los efectos de las políticas neoliberales y que la ola de huelgas tiene que ver con el efecto contagioso de los triunfos logrados, sobre todo al recuperar lo que llama el arma histórica más poderosa de los trabajadores que se había dejado de usar: la huelga.
Al mismo tiempo, trabajadores en los sectores de punta como los de Google, Uber y otros de la
alta tecnologíaestán elaborando estrategias para organizar su sector, basadas en un modelo de hace más de un siglo impulsado por el gran movimiento anarcosindical del Industrial Workers or the World (IWW) con lo que se llamaba
sindicalismo solidario, encabezado por trabajadores, y no administradores sindicales. Por otro lado, se están explorando alianzas entre el movimiento laboral y el ambiental en torno al tema del cambio climático y, como ha sido a lo largo de la historia de los trabajadores en Estados Unidos, los inmigrantes son la vanguardia en varios sectores.
Tal vez todo esto es un renacimiento de la lucha antigua por la
dignidad colectiva ante el robo del futuro por unos cuantos, y un nuevo
coro exigiendo, una vez más, no sólo el pan que todos merecen, sino
rosas también.
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