Derechos campesinos
El trabajo del
movimiento campesino internacional por el derecho a la Tierra, el agua,
las semillas y la soberanía alimentaria junto con la lucha por la
reforma agraria popular, encarna en las organizaciones de La Vía
Campesina uno de los símbolos de resistencia y lucha contrahegemónica
más firme por parte de los movimientos sociales a escala global.
A la globalización de la miseria y la desigualdad, La Vía Campesina opone la internacionalización de la lucha y la esperanza.
Neoliberalismo y cuestión rural
El
recorrido histórico que transita el sistema económico a nivel general
desde los años setenta en adelante, conocido con el nombre de
“globalización”, se ha caracterizado -entre otras cosas- por el
desmembramiento que se produjo de los Estados de Bienestar en el centro y
los proyectos de desarrollo nacional en las periferias, frente al
constante avance de la desregulación financiera global. En ese
descalabro de las relaciones capitalistas entre el norte y el sur, las
promesas políticas de la posguerra viraron oficialismo económico, al
tiempo que se ofrecían como la salida al colapso mundial. La mentada
“revolución verde” fue un ejemplo latente de esto.
Lo ocurrido
en el Sur a partir del lineamiento neoliberal de la economía
capitalista, ha operado con fuerza en los territorios históricamente
colonizados. A partir de que se profundiza la separación entre los y las
productoras ancestrales que trabajan la tierra -fundamentalmente las
mujeres- y su espacio vital de acción y recreación rural, América Latina
se convirtió en un emblema de este nuevo paradigma. La consiguiente
mercantilización de las relaciones sociales en este periodo, desde
indígenas primero a trabajadores rurales luego, acelera la “articulación
de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y
de sus productos, en torno del capital y del mercado mundial”i.
De alguna manera, en un mundo en el cual el 92,3 % del total de la
producción agrícola pertenece a unidades campesinas-indígenas, siendo
que éstos solo ocupan el 24,7 % del total de tierras, Latinoamérica da
cuenta de lo que efectivamente es un despojo explícito: 80% de las
unidades agrícolas son campesinas e indígenas en la región, siendo solo
un 19% el índice de ocupación real de esas tierrasii.
La
fragmentación de las relaciones agrarias, sumada al imperativo
exportador y los intereses de la “deuda”, articularon la hegemonía
estadounidense y el deterioro del sur global desde fines de siglo XX a
esta parte. Países latinoamericanos, africanos, asiáticos han sido
testigos, por un lado, de cómo el capitalismo ha subordinado a los
territorios rurales, en tanto por otra parte han visto multiplicarse las
resistencias.
La respuesta del campesinado y de los pueblos indígenas
La
reciente aprobación de la Declaración de los Derechos Campesinos y
Otras Personas que viven y trabajan en las Zonas Rurales, aprobada con
33 votos a favor, 11 abstenciones y 3 votos en contra por parte de las
Naciones Unidasiii,
se inscribe en la larga memoria de la resistencia campesina e indígena a
nivel internacional. Dicho en palabras de Diego Monton -militante de la
Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra/MNCI-, integrante de la
Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y representante
por América Latina en el Grupo de Trabajo Intergubernamental para la
Declaración de Derechos Campesinos del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU: “Las organizaciones Campesinas, estructuraron la resistencia desde
los territorios locales, y articularon luchas nacionales. Y la
conformación de La Vía Campesina en 1994, permitió construir el carácter
internacional de la resistencia, pero también de las propuestas… Las
propuestas de Vía Campesina, se sintetizan en la Reforma Agraria
integral, y la Agroecología para lograr la Soberanía Alimentaria”iv
La
omnipresencia del mandato del capital en los órdenes social, político,
económico y cultural latinoamericano, dada su capacidad, suele ser
inferida con cierta naturalidad; así como lo es la noción de que
campesinos e indígenas han sido desbordados por el urbanismo y las
grandes metrópolis. Sin embargo, a la modernidad hegemónica le han
precedido y le subsisten formas de vida campesina, agraria, indígena y
comunitaria que, pese al dictamen de la sociedad capitalista, resulta
una obstinación recurrente en la actualidad. Tal como denuncia la
Declaración de La Vía Campesina:
“Millones de campesinas y
campesinos han sido forzados a abandonar sus tierras de cultivo debido a
usurpaciones de tierra propiciadas por políticas nacionales o por
fuerzas militares. Se quita la tierra al campesinado para el desarrollo
de industrias, minas o grandes proyectos de infraestructuras, centros
turísticos, zonas económicas especiales, supermercados, plantaciones
para cultivos comerciales…. El resultado es que la tierra se concentra
cada vez más en unas pocas manos”v
Campesinos, clases y sujetos políticos
El
campesinado no solo se rebela a la normativa liberal dominante que lo
apunta como obsoleto o en desuso, sino que asume la tarea política de
luchar contra el capitalismo y la sociedad colonial, siendo la
reivindicación de sus derechos una forma de lucha social y una propuesta
de irse constituyendo en el conflicto territorial.
El
carácter político de los procesos de subjetivación y resistencia
campesino-indígena, asentados en la plenitud de relaciones de dominación
vigentes, permiten visualizar la potencialidad de los movimientos
sociales del mundo rural en medio de tanta injusticia social cotidiana.
En parte, la vitalidad del movimiento campesino y la disputa por los
derechos de pequeños productores, pastores, crianceros, puesteros,
pescadores, pueblos sin tierras, campesindios, reponen lo que Edward
Thompson esbozaba en Tradición, revuelta y consciencia de clase:
“Las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus relaciones de
producción y al experimentar sus situaciones determinantes, dentro «del
conjunto de relaciones sociales», con una cultura y unas expectativas
heredadas, y al modelar estas experiencias en formas culturales. De modo
que, al final, ningún modelo puede proporcionarnos lo que debe ser la
«verdadera» formación de clase en una determinada «etapa» del proceso…”vi.
Thompson entiende por clase la noción de un fenómeno histórico que
unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados en
lo que se refiere tanto a la materia prima de la experiencia, como a la
conciencia. Así como la clase estuvo presente en su formación -en la
digresión del historiador inglés- bien cabe al campesinado y la lucha de
La Vía Campesina, la sugerencia de su conformación política como acción
ampliada de re-constitución de un tipo subjetividad clasista e
identitária, ligada al reclamo anticolonial y anticapitalista histórico.
La
problemática rural y los derechos campesinos avanzan un paso
fundamental a partir de esta Declaración, en tanto la vieja lucha entre
clases y sectores que acumulan riqueza y recursos naturales, frente a
los oprimidos y excluidos de la tierra, escribe un capítulo más en el
largo proceso de lucha social. La Vía Campesina internacional al final y
al cabo, asume que es lo que hace para cambiar lo que somos, en medio
de la noche neoliberal que afecta a todas las regiones rurales en la
actualidad.
Notas:
i
Quijano, A. (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América
Latina” en Lander, E (comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. CLACSO, Buenos
Aires, Argentina. Recuperado en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/quijano.rtf (p. 122)
ii Korol, C. (2016) “Somos tierra, semilla, rebeldía: mujeres, tierra y territorios en América Latina” Buenos Aires: GRAIN.
iii https://viacampesina.org/es/la-via-campesina-el-consejo-de-derechos-humanos-de-las-naciones-unidas-aprueba-la-resolucion-relativa-a-la-declaracion-sobre-los-derechos-de-las-y-los-campesinxs-en-ginebra/
vi
Thompson, E. (1979) “Tradición, revuelta y consciencia de clase.
Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial” Barcelona:
Editorial Crítica.
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